Nuestra adhesión y comunión con el Papa Francisco I
¿Seguimos a Jesús o no seguimos a Jesús? ¿Lo aceptamos
o no lo aceptamos por la fe en nuestra vida?
Cuando había escrito estas palabras anteriores para comenzar
a preparar la homilía de este día - la preparo siempre en la tarde anterior -
en esos momentos comenzó a salir de la Capilla Sixtina la fumata blanca que nos
anunciaba que teníamos Papa. Con la sorpresa del momento, aunque era algo
esperado y deseado, todo se quedó a un lado en la espera de saber qué regalo
nos había hecho el Señor y quien era el que había sido elegido. Finalmente lo
conocimos, el nuevo Pontífice de la Iglesia sería Francisco I; había sido
elegido el cardenal Bergoglio, de Buenos Aires (Argentina) para ser el sucesor
de Benedicto XVI en la sede de Pedro.
Tras la espera su aparición en el balcón de la Basílica
de san Pedro, sus primeras palabras, su invitación a rezar, haciéndolo él con
nosotros en aquel momento, por Benedicto XVI, y antes de darnos su bendición
ese gesto tan humilde y hermoso de rogarnos que le pidiéramos al Señor que le
bendijera a él para poder ejercer el ministerio que acaba de recibir en bien de
la Iglesia y la gloria del Señor.
¿Qué decir ahora en estos momentos? Creo que una
primera cosa es dar gracias a Dios y bendecir al Señor porque siempre y en todo
el creyente ha de saber descubrir la mano de Dios. Hemos venido invocando con
insistencia en estos días al Espíritu Santo para que se hiciera sentir en los
Cardenales que habían de elegir al nuevo Pontífice y sin dejarse influenciar
por nada sino solo por la acción del Señor escoger al que considerasen el mejor
para el bien de la Iglesia. Este es, pues, el regalo que nos ha hecho el Espíritu
Santo y por ello hemos de dar gracias y bendecir al Señor.
De la misma manera que hemos estado orando al Señor con
tanta insistencia por la elección del nuevo Pontífice, ahora nos queda por nuestra
parte sentirnos en comunión con él y con toda la Iglesia. Es quien en nombre de
Jesús con la asistencia del Espíritu Santo guía a la Iglesia de Dios. Es la
adhesión a su palabra y a su magisterio, es el dejarnos conducir por los
caminos del Señor, es el apoyo que con nuestra oración hemos de seguir teniendo
con él, como ya nos pidió en sus primeras palabras desde el balcón de san
Pedro. Bendito el que viene en nombre del Señor, hemos de proclamar con
nuestras palabras pero también con nuestras actitudes y nuestra vida.
Una de las primeras cosas que se hacen una vez elegido,
y eso no lo vemos porque queda aún dentro de los muros de la Capilla Sixtina,
es la adhesión que todos y cada uno de los cardenales que han participado en su
elección hacen ante el nuevo Pontífice. Momentos antes era un Cardenal más de
la santa Iglesia, podemos decir, pero por su elección se convirtió en el Obispo
de Roma y Pontífice de la Iglesia universal. De ahí ese signo y gesto de adhesión
de todos los Cardenales que es de alguna manera el signo y gesto de adhesión de
toda la Iglesia. Es lo que de corazón hemos de hacer, es lo que nos toca hacer.
Con ello estamos expresando nuestra fe y nuestro
sentido eclesial. Si cuando comenzaba a preparar esta homilía me preguntaba si
seguimos o no seguimos a Jesús y me iba a hacer una reflexión desde el texto
del evangelio de este día, ese mismo planteamiento nos vale en estos momentos
en medio de la alegría de la elección de un nuevo Pontífice.
¿Estoy o no
estoy con Jesús? A Jesús lo encuentro y lo vivo en el seno de la Iglesia y
alimento mi fe en Jesús y la fortalezco en la medida en que me apoyo en la fe
de la Iglesia. Y Pedro fue puesto como piedra fundamental de esa Iglesia. ‘Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré
a mi Iglesia’, le dijo Jesús. Estamos ante el sucesor de Pedro que tiene
esa misma misión en medio de la Iglesia. Como le diría Jesús ‘mantente firme para que confirmes en la fe
a tus hermanos’. Es lo que viene a realizar el Papa. Creemos en Jesús,
creemos en su Iglesia, creemos quien está puesto para ayudarnos a mantenernos
firmes en nuestra fe, a confirmar la fe de la Iglesia.
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