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jueves, 8 de noviembre de 2012

Cuáles son nuestros títulos


Flp.3,3-8; Sal. 104; Lc.15, 1-10

En la vida parece en ocasiones que tenemos que ir mostrando nuestros títulos - de lo que somos, de lo que sabemos o de lo que hemos hecho, lo que llaman el curriculum vitae -, para que puedan valorarnos, tenernos en cuenta, o podamos conseguir aquello que deseamos. Y si para la consecución de trabajos tenemos que utilizar estos títulos de méritos, alguna vez nos puede parecer que para presentarnos ante de Dios, o para que los demás valoren nuestra vida cristiana necesitaríamos también de esos títulos de merecimientos. Se nos pueden meter también por cualquier resquicio de nuestro corazón esos orgullos y vanidades, con lo que, por otra parte, estaríamos echándolo todo a perder.

Hay una hermosa lección en este sentido en la carta de Pablo a los Filipenses. Se puede deducir por lo que dice que por allá se han metido algunos que se las dan de sabios y entendidos y pretenden imponerles algunos ritos externos o costumbres que como seguidores de Jesús tendrían que estar superados. No son las marcas rituales las que nos alcanzan la salvación, sino que la salvación nos viene de Cristo Jesús, Señor nuestro, que por nosotros se ha entregado para regalarnos su salvación. Nuestra respuesta ha de ser la de la fe y la del amor.

Por eso san Pablo aduce lo que podrían ser sus títulos de judío recto, fiel y cumplidor. Con fidelidad a la ley había vivido siempre y hasta con radicalidad e intransigencia había perseguido a la Iglesia de Dios porque le parecía que andaban errando lejos de la ley de Moisés que para todo buen fariseo - y él pertenecía al grupo de los fariseos más radicales - era algo que había que cumplir hasta en lo más mínimo.

Pero tras su encuentro con Jesús todo había cambiado. ‘Todo eso que para mi era una ganancia, nos dice, lo consideré pérdida comparado con Cristo… todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor… todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo’.

Este ahora es su título verdadero y más valioso. Todo lo demás lo estimo pérdida y basura, nos dice. La excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. La fe que nació en su corazón para descubrir y reconocer a Cristo. Ahí está su verdadera sabiduría. Como dirá en otras cartas lo que otros consideran locura o necedad para él es sabiduría. Y nos hablará de la Sabiduría de la cruz. Por eso predicará sin cesar a Cristo y éste crucificado.

¿Será así de importante para nosotros nuestra fe en Jesús? En este año de la fe al que nos ha convocado el Papa será este un tema en el que incidiremos una y otra vez. Es necesario que vayamos ahondando cada día mas en nuestra fe, en nuestro conocimiento de Jesús. Por eso es necesario que vayamos reflexionando mucho sobre nuestra fe para poder llegar a vivir desde esa fe, desde ese sentido que en Cristo encontramos para nuestra vida.

Hoy hemos escuchado cómo Pablo, que sí era un hombre creyente, sin embargo se sintió transformado desde su encuentro con Jesús de manera que desde entonces toda su vida fue distinta, y lo que antes considera quizá muy importante ahora, como dice él, lo consideraba basura. El punto de apoyo de su fe y de su vida desde entonces era Cristo y Cristo lo era todo para él.

Por eso tantas veces hemos dicho de la importancia de vivir ese encuentro con Jesús, un encuentro vivo, un encuentro de gracia, un encuentro transformador. Somos cristianos, porque la luz que ilumina nuestra fe y nuestra vida es Cristo. Dejémonos encontrar con El, como lo hizo Pablo.

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