Lo que anuncia con sus palabras lo realiza con sus obras, nuestra liberación
1Samuel, 1, 9-20; Sal. 152; Mc. 1, 21-28
‘El sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se
quedaron asombrados de su enseñanza porque enseñaba con autoridad’.
Jesús aprovecha toda ocasión para enseñar.
Lo veremos
junto al lago, por los caminos, en las casas, en los encuentros personales con
las gentes, y también en la sinagoga. Allí se reunían los judíos los sábados
para la escucha de la Palabra y la oración en común de los salmos. O el jefe de
la sinagoga, algun maestros de la ley o cualquier otro que fuera invitado podía
hablar al pueblo comentando la Escritura santa que se había proclamado. Lo
veremos en distintas ocasiones en las sinagogas. Todos recordamos se
predicación en la sinagoga de su pueblo Nazaret. Allí dirá que aquella Palabra
de salvación se estaba cumpliendo entre ellos. Eso tenemos que reconocer
siempre ante la palabra del Señor, porque nos llega siempre la gracia y nos
llega siempre la salvación.
En esta
ocasión el evangelista no nos dice
exactamente cual fue el tema de su predicación pero podemos intuir que era el
anuncio del Reino de Dios que llegaba, como fue su predicación habitual sobre
todo al principio. Quizá el evangelista quiere fijarse en la reaccion de la
gente a su predicación. ‘No enseñaba como
los letrados, sino con autoridad’. Ahora y en otras ocasiones dirán que
este modo de predicar era nuevo.
La
autoridad la manifestaba Jesús en la claridad de su enseñanza, pero también en
las obras que acompañaban. Anunciaba la cercanía del Reino de Dios que se
manifestaba también con señales de que el Reino de Dios llegaba. En esta
ocasión será un hombre poseído por el espíritu del mal del que se verá
liberado. Ya escuchamos el diálogo en que aquel hombre poseído por el espíritu
inmundo reconoce a Jesús. ‘¿Qué quieres
de nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios’. Y Jesús con su palabra
salvadora liberará a aquel hombre del poder del maligno. ‘Cállate y sal de él.
Y el espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió’.
Vivir el
Reino de Dios es sentirse liberado de la esclavitud del maligno, porque la
libertad verdadera sólo la encontramos en Dios. Es lo que Jesús anuncia y lo
que Jesús viene a realizar. Jesús viene a vencer al maligno y liberarnos del
mal. Para eso llegará a entregar su vida, para obtenernos el perdón de los
pecados, para arrancarnos de las garras del maligno. Y Jesús lo realiza, ahora
como un signo en el milagro que realiza, finalmente con su muerte en la cruz y
su resurreción como algo que será definitivo y para siempre.
Nosotros
vamos hasta Jesús también porque queremos vernos liberados del mal; vamos hasta
El y queremos escucharle y porque queremos seguirle; porque queremos vivir su
vida y porque queremos vivir con la libertad de los hijos de Dios. Muchas son
las ataduras de nuestros pecados, pero en Jesús queremos obtener su gracia y su
perdón. Queremos sentir la fuerza de su palabra salvadora sobre nosotros. No es
una palabra cualquiera la que escuchamos, es la Palabra de Dios que es Palabra
de vida y de salvación.
Vayamos a
Jesús, dejemos que su salvación llegue a nuestra vida, empapémonos de su
palabra salvadora.
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