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lunes, 9 de enero de 2012


Demasiado enredados en nuestras redes nos cuesta ver la Novedad del Evangelio

1Samuel, 1, 1-8; Sal. 115; Mc. 1, 14-20
‘Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios’. Comienza la actividad pública de Jesús en Galilea. Estamos iniciando la lectura del evangelio de Marcos, que no solo nos va a acompañar en este ciclo B durante los domingos, sino que ahora en los días feriales en la lectura continuada del evangelio comenzamos también por el evangelio de Marcos.
Comienza Jesús a predicar en Galilea, como ya hemos comentado en días pasados, y comienza haciendo el anuncio del Reino. ‘Convertíos y creed en la Buena Noticia, en el Evangelio’. Es necesario creer; es necesario convertir nuestro corazón al Señor. Son las primeras exigencias que Jesús nos propone.
Algo nuevo está comenzando con la presencia de Jesús. Una Buena Noticia llega para todos los hombres. Jesús llega con su salvación. Hemos de creer en Jesús. Hemos de comenzar a dar señales de que creemos en esa Buena Noticia que se nos anuncia, por eso hemos de convertirnos al Señor. Si la Buena Noticia nos anuncia algo nuevo no es para que sigamos de la misma manera; por eso hemos de dar señales de que queremos darle la vuelta al corazón, querer comenzar ese nuevo sentido de la vida que en Jesús se nos descubre y se nos propone.
Y comienzan los primeros discípulos a escuchar y a seguir a Jesús. La gente se sentiría sorprendida por lo que Jesús anunciaba, pero había muchos deseos de que algo nuevo sucediera y cambiara sus vidas, muchas esperanzas tenían en la venida del Mesías. Además Juan, allá en el desierto, lo había anunciado como algo inminente, que estaba para llegar, que estaba ya en medio de ellos, les decía. Por eso escuchan a Jesús y quieren seguirle.
En el evangelio de hoy ya vemos los primeros que de forma muy concreta son llamados para estar con Jesús, para formar parte del grupo de los discípulos de Jesús. Algunos, según el evangelio de Juan, ya tenían noticia de Jesús y habían tenido un primer encuentro, Juan, Andrés, Simón Pedro, algunos otros.
Pero ahora Jesús viene ya de forma muy directa allí donde están en sus faenas en el lago, eran pescadores, y les invita a seguirle, a ser pescadores no en aquel lago, sino en el ancho mar del mundo, porque han de ser pescadores de hombres. Y ellos con prontitud se deciden a seguirle. Dejan las redes, dejan la barca, dejan la familia y sus ocupaciones y se van con Jesús. grande tenía que ser la esperanza que tuvieran en el corazón; grandes tenían que ser los deseos de algo mejor para sus vidas y para todos porque pronto lo dejarán todo por seguir a Jesús.
‘Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres’. Primero a Simón Pedro y Andrés, los dos hermanos; luego a Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo que están con su padre y los jornaleros en la barca. Y todos se deciden a seguir a Jesús.
Esa generosidad y esa disponibilidad tendría que hacernos pensar. ¿Seremos capaces nosotros de algo así? Es cierto que queremos seguir a Jesús, nos consideramos sus discípulos y nos llamamos cristianos. Pero quizá hay muchas reservas en nuestra vida a la hora de comportarnos como cristianos. ¿Será acaso porque no hemos puesto toda nuestra esperanza y nuestra confianza en Jesús? ¿Nos habremos acostumbrado a nuestro estilo de vivir que ya no sentimos inquietud por algo mejor, algo distinto para nuestra vida?
Quizá seguimos demasiado enredados en nuestras redes, en las redes de nuestras costumbres o rutinas, que nos cuesta cambiar, pensar que hay cosas que pueden ser mejor en nuestra vida y para nuestro mundo. quizá nos hemos acostumbrado tanto a eso de ser cristianos, que ya no sabemos leer la novedad del Evangelio; qué triste sería que ya no fuera Buena Noticia para nosotros, ni siquiera noticia. Tendría que hacernos pensar. Pongámonos con sinceridad delante del evangelio, delante de Jesús, y dejémonos interpelar por El. 

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