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lunes, 8 de agosto de 2011

Teme al Señor tu Dios y sigue sus caminos…


Deut. 10, 12-22;

Sal. 147;

Mt. 17, 21-26

Ahora Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y le ames…’ Así nos comenzaba a decir el texto que hemos escuchado del Deuteronomio hoy en la primera lectura.

Comentar que hemos ido escuchando los primeros libros de la Biblia, el Génesis, el Exodo, el Lévitico, Números en diversos textos de la historia de los patriarcas, de la salida de Egipto y su camino por el desierto hacia la Tierra Prometida.

El texto que hoy hemos escuchado es del Deuteronomio que es el quinto libro de ese conjunto que se llama el Pentateuco, los libros de la ley, la Torá, como dicen los judíos. Este libro está redactado como si fueran grandes discursos de Moisés al pueblo recordándoles la ley del Señor y cómo han de vivir al establecerse en la tierra que el Señor les va a dar. Sólo vamos leyendo textos escogidos en la imposibilidad de leer capítulo a capítulo todos y cada uno de los libros. En pocos días veremos ya la entrada del pueblo peregrino en Palestina.

El texto hoy proclamado tiene un hermoso mensaje. Como recordábamos Moisés se pregunta ‘¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios?’ ¿Cuál es lo fundamental, el principal mandamiento? ‘Que temas al Señor tu Dios, sigas sus caminos y le ames…’ Servir al Señor con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo los mandamientos del Señor.

Mandamientos del Señor, como nos dice, que son para nuestro bien. Sí, quizá alguno podría preguntarse, ¿y qué gano yo con cumplir los mandamientos del Señor? Pues como nos dice son para nuestro bien, son el camino de la mayor dicha y felicidad del hombre. Es nuestro gozo sentirnos amados del Señor y corresponderle con nuestro amor.

Como nos dice, es nuestro orgullo servir y amar al Señor. Por eso nos pide que no endurezcamos el corazón. ‘Circuncidad vuestro corazón, no endurezcais vuestra cerviz…’ La circuncición no puede ser un rito externo, corporal solamente, sino que tiene que ser desde el corazón. De cuántas cosas tenemos que purificar nuestro corazón, cuántas actitudes egoistas, insolidarias y orgullosas tenemos que arrancar de él. Será algo que luego van a repetir continuamente los profetas.

Pero hay algo importante que se nos resalta en este texto. Ese servir y amor al Señor tiene que pasar por el amor y la misericordia que tengamos con los demás. Dios ‘hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al forastero, dándole pan y vestido’. Por eso nos dice: ‘Amaréis al forastero, porque forastero fuiste en Egipto…’ y el Señor hizo maravillas en vuestro favor. Pues de la misma manera tenemos que actuar. Será lo que luego Jesús nos enseñará en el evangelio, el amor a todos.

Creo que todo esto tiene que ayudarnos a reflexionar. Reconocemos las maravillas que el Señor hace a favor nuestro y le amamos, pero ya sabemos cómo y donde tenemos que manifestarle nuestro amor.

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