Ex. 3, 1-6,9-12;
Sal. 102;
Mt. 11, 25-27
Esta semana hemos comenzado a leer en la primera lectura el libro del Éxodo del que aún no hemos hecho ningún comentario. Segundo libro de la Biblia y de tanta trascendencia en la vida e historia del pueblo elegido. El libro de la salida, eso significa Éxodo, que nos va a narrar la liberación de la esclavitud en la que habían caído los israelitas en Egipto bajo el yugo del Faraón.
Como escuchábamos estos días pasados ‘había subido al trono en Egipto un Faraón nuevo que no había conocido a José’, y teme lo que le pueda suceder si aquel pueblo que había crecido entre ellos se rebelase contra Egipto. Por eso los someten a duros y esclavizantes trabajos.
Ha comenzado la historia de Moisés a quien Dios elige con una misión grande para el pueblo de Israel y para la historia de la Salvación. Ya en su nacimiento se suceden cosas que son manifestación de la Providencia de Dios que humanamente incluso lo van a preparar la misión que Dios le va a confiar. Salvado de las aguas – eso significa su nombre – será intensamente educado al ser adoptado por la hija del Faraón, aunque luego tenga que huir porque su espíritu no soportará la esclavitud a que son sometidos sus hermanos y se refugió en el país de Madián, como ayer escuchábamos.
Hoy le vemos pastoreando los rebaños de su suegro Jetró y se sucederán las maravillas del Señor para significar esa llamada de Dios y esa misión que le va a confiar. La zarza ardiente, la voz que se oye desde el cielo llamándole y la disposición de Moisés para escuchar al Señor son unos primeros pasos.
‘Aquí estoy’, es la primera respuesta ante la voz del cielo. ‘La tierra que pisas es santa’, porque allí se estaba manifestando el Señor. ‘El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto como los tiranizan los egipcios’. Dios que escucha el clamor de su pueblo; Dios que, aunque nos pudiera parecer que se desentendiera de nuestros problemas, siempre está atento a cuando nos sucede y está pronto para darnos una respuesta. La respuesta en esta ocasión pasará por el envío de Moisés para liberar a su pueblo. ‘Ahora, marcha, yo te envío al Faraón para que saques a mi pueblo a los israelitas’.
En Moisés se manifiestan las dudas y sentimientos de incapacidad que luego veremos repetidos en los jueces y en los profetas, imagen también de lo que son nuestras dudas y nuestros sentirnos inferiores e incapaces cuando se nos quiere confiar una misión. Pero siente la presencia y la fuerza del Señor. ‘Yo estoy contigo; y ésta es la señal de que yo te envío: cuando saques al pueblo de Egipto, me daréis culto en esta montaña’.
Comienza un largo camino que iremos recorriendo a grandes trazos en la lectura de la Palabra de Dios que iremos escuchando. Pero ya algunos mensajes vamos recibiendo que nos ayuden también en el camino de nuestra fe.
Moisés se abrió al Misterio de Dios. Admirado se acercó a la zarza ardiente preguntándose por su significado. Y como era un hombre de Dios pudo escuchar la voz del Señor que resonaba en sus oídos y en su corazón. Cuántas maravillas suceden a nuestro lado y nos falta capacidad de admirarnos para descubrir el mensaje y la llamada del Señor. No hacen falta que sean cosas extraordinarias o nunca vistas, sin embargo en el día a día de nuestra vida podemos descubrir esas maravillas del Señor que quiere hablarnos a nuestro corazón.
Moisés se dispuso a escuchar a Dios que le llamaba y le hablaba. ‘Aquí estoy’. La disponibilidad de la fe. Cuánto necesitamos decir también ‘aquí estoy’. Creemos en el Señor pero nos queda muchas veces la duda y el miedo. Pero en la fe hemos de saber dar un paso adelante, sin miedos, sin temores, con generosidad, con confianza. Y podremos escuchar a Dios. Y podremos sentir su amor que siempre está pendiente de nosotros aunque nos pudiera costar creerlo. ‘El clamor de los israelitas ha llegado a mí’, le dice Dios a Moisés.
Y Moisés, aun con sus dudas y su tartamudez, se puso en camino, porque sabía que Dios estaba con él. ‘Yo estoy contigo’. El Señor está con nosotros. Nos pone en camino, nos confía una misión, tenemos que ser testigos, pero vamos seguros porque el Señor está con nosotros.
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