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jueves, 6 de enero de 2011

Estrellas luminosas que conducen a Jesús

Is. 60, 1-6;

Sal. 71;

, 2-6;

Mt, 2, 1-12


‘Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo’. Desde que celebramos la nochebuena en el nacimiento de Jesús todo ha sido hablarnos de luz. El profeta anunciaba al pueblo que caminaba en tinieblas que brillaría una luz grande y el ángel del Señor se les presentó a los pastores para anunciarles que les habia nacido un Salvador y ‘la gloria del Señor los envolvió de claridad’.


Repetidamente en la liturgia se nos ha mostrado esa Luz que viene de lo alto y que nos llena de vida porque ‘en la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres, la luz verdadera que alumbra a todo hombre’.


La luz de la estrella que conduce a Belén a los Magos venidos de Oriente nos está hablando de la gran manifestación de Señor que viene con su salvación para todos los hombres. Es la fiesta de la Epifanía, la manifestación de Cristo luz y vida para todos los hombres. Es el misterio que hoy estamos celebrando. Se nos puede quedar oscurecida esa luz cuando sólo convertimos esta fiesta en una fiesta de regalos olvidándonos del verdadero regalo de Dios para los hombres que es Cristo Jesús que es lo que con profundo agradecimiento a Dios tenemos que contemplar y celebrar.


‘Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres’. La estrella que los Magos contemplaron es la señal. Tenemos que aprender a mirar a lo alto para contemplar esa estrella luminosa que Dios pone como señal para nuestra vida, y como señal para todos los hombres de lo que es su amor y de lo que es la salvación que nos ofrece. Una estrella que brilla en la noche de nuestra vida, noche necesitada de esa luz de salvación.


Claro que para ver las estrellas en la noche hemos de levantarnos, salir de nosotros mismos y ponernos en camino. Lo hicieron aquellos personajes de los que nos habla el evangelio. Si sólo hubieran estado mirando sus cosas y se hubieran apegado a lo que tenían, no hubieran mirado a los alto ni se hubieran puesto en camino. Seguir la señal de la estrella obliga a ponerse en camino. La estrella no está estática en el firmamento sino que va siguiendo su camino. Es una buena imagen que nos da sentido. Levantarnos y mirar a lo alto y seguir su rastro, pero quizá estamos tan entretenidos en nuestras cosas, o tan adormilados que nos da pereza levantarnos para mirar a lo alto y luego seguir su rastro. Tenemos que despertar, avivarnos.


Es hermosa la lección que nos dan estos personajes del evangelio. No se cansaron ni se rindieron ante las dificultades; cuando les parecía que se les perdía la estrella y estaban a punto de errar el camino, buscaban, preguntaban. Fue así cómo encontraron el camino de Belén. La Escritura Santa les sirvió de guía para saber certeramente a dónde dirigirse. Fue una actitud sabia y una actitud humilde la que mostraron aquellos hombres para buscar y dejarse guiar, para encontrar de nuevo la estrella y poder llegar finalmente guiados por estrella, que apareció de nuevo, hasta Jesús y allí adorarle y presentarle sus ofrendas que significaban mucho de su reconocimiento, su sacrificio y su amor. ‘Se llenaron de inmensa alegría’, dice el evangelista.


Necesitamos nosotros encontrar la estrella también que nos conduzca hasta Jesús. Dios también nos va poniendo a nuestro lado señales, estrellas que nos señalan camino para que vayamos a Jesús. De muchas maneras pueden aparecernos esas estrellas, pero, como decíamos, tenemos que levantarnos y saber mirar para descubrirlas. Muchas luces engañosas pueden aparecer rodeándonos pero hemos de saber encontrar la verdadera estrella, la verdadera luz. Descubramos la verdadera luz que ilumina nuestra vida.


A lo largo de nuestra vida de muchas maneras ha aparecido esa estrella a nuestro lado para hablarnos de Jesús y señalarnos el camino para ir hasta El. Podemos empezar por la familia donde primero nos hablaron de Dios nuestros padres que nos enseñaron a amarle y a rezarle. Esa estrella ha aparecido a nuestro lado tantas veces para enseñarnos los caminos de Dios cuando hemos escuchado en la Iglesia la Palabra de Dios y nuestros sacerdotes nos han enseñado, nos han ayudado a vivir esa presencia y esa gracia de Dios en los sacramentos recibidos.


En más de una ocasión hemos escuchado una palabra buena que nos aconseja, o hemos visto a nuestro lado el testimonio de servicialidad y amor generoso en muchas personas; han sido estrellas que el Señor ha puesto a nuestro lado. Personas que nos han acompañado de diversas maneras en el camino de nuestra vida o nos han ayudado en nuestras limitaciones y debilidades, sembrando esperanza en nuestro corazón, dándonos alegría y consuelo en nuestras tristezas, diciéndonos palabras de ánimo en los momentos bajos, o haciéndonos sentir una fortaleza interior que sabemos que nos viene de Dios; estrellas del Señor a nuestro lado para que no olvidemos el camino.


Personas que en el dolor y el sufrimiento con su silencio y su paciencia han sido para nosotros estímulo para el desánimo o que quizá se han sacrificado ofreciendo su sufrimiento al Señor por nosotros han sido también estrellas de Dios a nuestro lado. Un libro bueno que hemos leído, el ejemplo de los santos o de tantas personas buenas que conocemos, o los mismos acontecimientos que suceden alrededor y con ojos de fe hemos sabido también hacer una lectura creyente, han sido también estrellas de luz para nosotros.


Creo que por una parte hemos de saber dar gracias a Dios por tantas estrellas luminosas que ha puesto en nuestro camino y que nos han ayudado y nos siguen ayudando para que no nos apartemos de El. Hemos mencionado algunas posibles, pero seguro que en nuestra historia personal cada uno recuerda esa estrella especial que le ha ayudado e iluinado en un momento concreto. Saberlas reconocer con inmensa alegtría, con corazón agradecido, pero también seguir su rastro, porque haciendo igual nosotros podemos ser también estrellas de luz para los demás y conducirlos también hasta Jesús.


Vamos nosotros hoy a llegar también hasta Belén para postrarnos ante Jesús como lo hicieron aquellos Magos de Oriente y ofrecerles nuestros dones, los dones de nuestro amor, de nuestra gratitud por tanto amor que Dios nos ha tenido para ponernos esas estrellas a nuestro lado, pero también de nuestro compromiso de ser estrellas que con nuestro amor, nuestro espiritu de servicio, nuestra alegría y tantas cosas buenas que podemos hacer resplandecer en nuestra vida ayudemos a todos para que lleguen también hasta Jesús.


Podíamos decir que esta es la primera fiesta misionera de todas las fiestas de Jesús porque la estrella brilló en el cielo para decirnos cómo Dios quiere la salvación de todos los hombres y a todos ha de llegar la luz del evangelio. Los personajes del evangelio venidos de lejos hasta Jesús guiados por la estrella pueden ser signo de todo ese mundo que no conoce a Jesús y su evangelio al que tenemos que llevar la Buena Noticia de la salvación. Y nosotros siendo estrellas de luz para los demás, como hemos dicho, reavivamos nuestra conciencia misionera en ese deseo de que todos puedan conocer a Cristo y llenarse de su salvación.


El mundo necesita de estrellas luminosas. Y nosotros tenemos que ser esas estrellas que con nuestra vida anunciemos que en Jesús tenemos la salvación. Que ese sea el compromiso de lo que aquí ahora vivimos y celebramos.

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