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lunes, 14 de junio de 2010

No hagáis frente al que os agravia

1Rey. 21, 1-6;
Sal. 5;
Mt. 5, 38-42

‘No hagáis frente al que os agravia…’ Los cinco versículos que hoy hemos leído del sermón de la montaña de Jesús podríamos resumirlo en esta sentencia o principio. Jesús nos está mostrando un estilo nuevo de vivir.
En nuestras lógicas humanas, en nuestras formas habituales de reaccionar desde nuestros orgullos o desde nuestro amor propio pareciera que esa no sería la forma de actuar. Incluso desde las leyes justiciera humanas parece que si alguien nos hace algún daño tendría que pagarlo. Así surgen nuestros sentimientos vengativos – aquello de que quien me lo hace lo tiene que pagar – y la ley del talión vendría simplemente a poner, como decimos hoy entre comillas, orden a la hora de esa reacción justiciera para evitar la las venganzas que se convirtieran en una espiral inacabable.
‘Ojo por ojo y diente por diente’, dice la ley del talión. Pero frente a ello vemos lo que nos dice Jesús: ‘No hagáis frente al que os agravia’. Entramos en una órbita distinta, que es la órbita del amor y del perdón. Al mal no podemos responder sino con bien. Nos dice de presentar la otra mejilla, que es una forma de hablar, una forma de decirnos que no es con mal, actuando de la misma manera como nosotros tenemos que responder. Además, si nos damos cuenta, es una forma de desarmar al que viene con violencia y maldad a nosotros, el responder no con la misma violencia o maldad, sino con amor, generosidad y paz en el espíritu. Algo que no es fácil, pero que es realmente el estilo que Jesús quiere que le demos a nuestra vida.
Abundará más en este tema en versículos que seguiremos escuchando en los próximos días, pero lo que el Señor quiere decirnos es cómo tenemos que entrar en otra órbita, no la espiral de la violencia que responde con violencia, sino en la órbita que lo envuelve todo con el amor. De ese amor nacerá la comprensión y el perdón; de ese amor ha de nacer un corazón lleno de misericordia, porque como nos dirá Jesús en otro momento lo que tenemos que hacer es parecernos al Padre del cielo, que ya escuchábamos en el Antiguo Testamento que es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia, como dicen los salmos.
Hoy nos hablará Jesús de esa nueva relación entre unos y otros que no será una relación interesada, sino que se basará siempre en la generosidad y en el amor. ‘A quien te pide dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas’. Mira que nos conoce Jesús y sabe bien cuales son nuestras habituales reacciones y la forma interesada que tenemos muchas veces de actuar. Ayudo al que me ayuda, presto al que me presta, soy bueno con el que es bueno conmigo, es la forma como más espontánea y primaria de nuestro reaccionar. Pero Jesús nos está enseñando que no sólo ayudemos al que nos ayuda, o le hagamos el bien al que nos hace el bien, sino que la generosidad de nuestro corazón tiene que ir más allá, pues con todos tenemos que ser generosos y también tenemos que ayudar incluso al que se porte de una forma egoísta con nosotros y nunca nos preste un servicio.
Cosas sencillas nos está pidiendo Jesús, pero reconocemos que no siempre son fáciles, porque, como decíamos antes, parece que nos puede más el orgullo y el amor propio. Pero sí lo podemos hacer, porque para eso Jesús nos da el Espíritu del amor. Que su Espíritu en verdad llene nuestra vida y nos dé esa necesaria fortaleza para comprometernos seriamente en esa nueva civilización del amor por la que tenemos que trabajar.

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