Hechos, 18, 1-8;
Sal. 97;
Jn. 16, 16-20
Subrayamos varios aspectos de la celebración de hoy en la cercanía de la Ascensión del Señor y celebrando también hoy a la Virgen de Fátima, cuando hemos pedido en la oración litúrgica ‘vivir siempre la alegría de la resurrección’. Algo que nunca nos puede faltar.
Parecen enigmáticas las palabras de Jesús que les cuestan mucho entender los discípulos con eso de ‘todavía un poco y no me veréis, y todavía otro poco y me veréis’. Ha una referencia en primer lugar a lo que va a suceder a partir de ese momento de la cena pascual que han estado celebrando con la entrega, la pasión, la muerte de Jesús y su resurrección.
‘Estáis preocupados por mis palabras… yo os aseguro que vosotros lloraréis y gemiréis, mientras que el mundo se sentirá satisfecho…’ les dice Jesús. Fue el impacto que casi les hacía tambalearse en su fe con la pasión y la muerte de Jesús. Aquello podía suponer un triunfo para quienes habían llevado a la Cruz y a la muerte a Jesús. ‘Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo’, termina diciéndoles Jesús. Fue la alegría de los discípulos al contemplarle resucitado y verdaderamente victorioso. Sí, que sigamos viviendo nosotros siempre la alegría de la resurrección, como decíamos. Es lo que verdaderamente nos ayudará a comprender todo el misterio de Cristo y en especial su pasión y su muerte.
Lo mismo puede suceder con la Ascensión de Jesús al cielo que podría parecer que dejaba huérfanos a los discípulos. Pero ya hemos escuchado a Jesús en estos últimos días; ‘si no me voy, no vendrá a vosotros el Espíritu enviado por el Padre… si me voy os lo enviaré’. Con la promesa de Jesús precisamente vamos a escuchar en el día de la Ascensión como nos cuenta san Lucas que tras la Ascensión de Jesús al cielo en el camino de Betania ‘los discípulos se volvieron a Jerusalén llenos de alegría y bendiciendo a Dios’.
Nos vale todo esto que estamos reflexionando para que no perdamos todo ese sentido pascual de nuestra vida; sintiendo la fuerza y la gracia del Espíritu Santo en nosotros mantengámonos firmes en nuestra fe aún en los peores momentos que podamos pasar. Nunca nos sentiremos solos si ponemos nuestra confianza y nuestra esperanza total en el Señor.
Los Hechos de los Apóstoles siguen narrándonos la predicación de Pablo, ahora en Corinto y no sólo ya a los judíos que algunos no quieren aceptar, sino también a los gentiles. ‘Los sábados disputa en la Sinagoga persuadiendo a los judíos y a los gentiles’, nos dice.
Y finalmente una palabra en este 13 de Mayo, festividad de la Virgen de Fátima en este aniversario de las apariciones y con la visita estos días a aquel lugar mariano. Resaltar el mensaje de la Virgen que tanto invitaba a los tres pastorcitos a orar y a rezar por los pecadores y por la conversión del mundo. Que María sea poderosa intercesora, como Madre nuestra que es y Madre de Dios.
Que María nos abra los ojos del corazón para que descubramos y encontremos los caminos de la santidad convirtiendo nuestro corazón al Señor y apartándonos de todo pecado. Que escuchemos esa invitación de María a nuestra propia conversión porque somos pecadores y a pedir también insistentemente por la conversión de los pecadores y por la conversión de nuestro mundo. cuánto podemos hacer con nuestra oración y el ofrecimiento con amor de nuestra vida por la conversión del mundo.
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