Is.42,1-7
Sal. 26
Jn. 12, 1-11
Sal. 26
Jn. 12, 1-11
‘Y la casa se llenó de la fragancia del perfume’. Es un perfume fuerte y penetrante. Todo esto estaba sucediendo después de la resurrección de Lázaro. Habían ofrecido una comida Jesús. ‘Marta servía y Lázaro estaba a la mesa’. Nos recuerda otros momentos de las visitas de Jesús a Betania. La misma situación Marta que está afanosa preocupándose por el servicio, para que todo estuviera preparado. En aquella ocasión María estaba a los pies de Jesús escuchándole, lo que motivó las quejas de Marta. Ahora María lo que hace es ungir los pies de Jesús con tan costoso perfume. Y como comenta el evangelista ‘la casa se llenó de la fragancia del perfume’. Y ya sabemos las quejas de uno de los discípulos.
Pero ¿cuál es la fragancia que realmente está llenando aquella casa? En la ocasión la palabra de Jesús tenía cautivada a María que estaba embelesada escuchando, bebiéndose las palabras de Jesús. ¿Quería ahora María compensar con la ofrenda que estaba haciendo lo que entonces había recibido de Jesús? ¿Sería una consecuencia de la alegría que sentían por la resurrección de su hermano, porque en esta ocasión no es Marta la que protesta? Pero creo que el perfume que de verdad llenaba aquella casa y a aquella familia era la presencia de Jesús.
Porque seguimos a Jesús queremos llenarnos de esa fragancia de su presencia; porque amamos a Jesús queremos dejarnos inundar por ese perfume de su amor. Pero porque somos sus discípulos y queremos llevar el nombre de cristianos somos nosotros los que tenemos que dar esa fragancia de Jesús a los demás. Dar el buen olor de Cristo.
No olvidemos que nosotros hemos sido ungidos - en el Bautismo y en la Confirmación todos los cristianos, y también los que hemos recibido el Orden Sacerdotal – con el Crisma Santo, que significa esa marca de Cristo que nos señala y nos identifica como cristianos. Pero la unción con Crisma Santo viene a significar también ese buen olor de Cristo que como cristianos hemos de dar en el testimonio de nuestra vida, en el ejemplo de nuestras buenas obras, en la fragancia de nuestra santidad. No en vano el Crisma es esa mezcla de aceite y perfume, como mañana mismo en la Misa Crismal vamos a ver y celebrar en la consagración y bendición del crisma y de los óleos por parte del Obispo.
Recogiendo, pues, el sentido de lo que estamos comentando a partir del Evangelio tendríamos que decir que allí donde hay un cristiano o un grupo de cristianos, allí donde hay una comunidad cristiana la sala, todo ha de llenarse de esa fragancia del perfume de Cristo. Esa fragancia que tendría que brotar de nuestras vidas, de nuestra santidad, de nuestras buenas obras. No es ya el perfume de nardo como el que María derramó sobre los pies de Jesús. Es otro perfume en nuestro amor, en nuestro servicio, en nuestra fe, en tantas obras buenas que tenemos que realizar con los demás, el que tiene resplandecer fulgurante en nuestras vidas.
Todo esto que estamos viviendo y celebrando en estos días, esta meditación y contemplación de la pasión y muerte del Señor que estos días vamos a hacer a esto tendría que ayudarnos. Que todo nos valga para ese crecimiento de nuestra fe, para esa maduración de nuestra vida cristiana, para ese resplandor de santidad con el que tenemos que brillar.
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