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martes, 30 de marzo de 2010

Era de noche…

Is. 49, 1-6;
Sal. 70;
Jn. 13, 21-33.36-38

El texto del evangelio de hoy parece estar lleno de sombras y hasta de un cierto dramatismo – anuncio de negación, traición – pero que en cierto modo se ve compensado por unos destellos de luz en propósitos de buenos deseos, de manifestación de un amor preferencial del Señor, pero en que además todo conduce a la glorificación del Hijo de Dios.
‘Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en El. Si Dios es glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará’. ¿Qué nos está anunciando Jesús? ¿Su propia muerte? ¿Su resurrección y Ascensión?
Pero estas palabras las pronuncia Jesús después de la salida de Judas, que ya nosotros entendemos a donde va, aunque el resto de los apóstoles en aquel momento no sabían lo que Jesús quiso decirle. ‘Lo que has de hacer, hazlo enseguida’.
‘Era de noche’ apunta el evangelista como un signo o una señal. Las sombras se habían apoderado de todo, y como diría Jesús más tarde en Getsemaní ‘llega la hora del poder de las tinieblas’. Ahora Jesús, profundamente conmovido, había dicho: ‘Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar’. A unas palabras como éstas era normal que les entrara la desazón a todos en la incertidumbre de quién podía ser. Tanto querían a Jesús que no pueden entender este anuncio.
Cerca de Jesús estaba Juan, el discípulo que tanto amaba – un destello de luz – y ‘Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía’. Ya vemos la confianza de Juan con Jesús para sonsacarlo. ‘Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado…’
Es cuando tras los gestos y palabras de Jesús, Judas se marcha. Y como dice el evangelista ‘era de noche’. Había entrado la negrura de la noche, de las tinieblas en el corazón de Judas.
Se suceden los rayos de luz y las oscuridades. Pedro porfiará de que seguirá para siempre a Jesús. ‘Daré mi vida por ti… ¿por qué no puedo acompañarte ahora?’ le dice cuando Jesús habla de su marcha. Pero está la réplica de Jesús que anuncia sombras también en el corazón de Pedro. ‘¿Conque darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces’. Y ya sabemos lo que realmente sucedió en el patio de la casa del Sumo Pontífice.
¿Es de noche o es de día en nosotros? No estamos mirando la luz del sol o de la luna tan llena en estas fiestas de pascua, es la luna del Nisán, de la primavera. Es por otra luz por la que tenemos que preguntarnos. Pasos hemos querido ir dando a través de toda la cuaresma para encontrarnos con esa luz brillante de Cristo resucitado. Probablemente ya a estas alturas no habremos acercado al Sacramento de la Penitencia para arrancar esas sombras y para llenarnos de la luz de la gracia. Si acaso no, aún estamos a tiempo de hacerlo.
Pero sabemos bien que la tentación y el peligro nos acechan aunque estemos cerca de Jesús, por mucho que porfiemos que le amamos y digamos que estamos dispuestos a darlo todo por él. Cerca de Jesús estaba Judas y cerca de Jesús estaba Pedro. Pero escuchemos lo que Jesús va a decir en el huerto de los Olivos: ‘Velad y orad, para no caer en la tentación, el espíritu está pronto pero la carne es débil’. Que no dejemos meterse las sombras de la noche en nuestro corazón.

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