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miércoles, 10 de febrero de 2010

El dolor y la enfermedad nos maduran en la vida y en la fe

El dolor y la enfermedad nos maduran en la vida y en la fe
JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

Al celebrar en este día a la Virgen de Lourdes, por cuánto ha significado este Santuario de la Virgen por la peregrinación de enfermos de todo el mundo hasta los pies de la Virgen, hace ya muchos años que el Papa quiso que se celebrara en este día la Jornada Mundial del Enfermo.
Nosotros queremos celebrarla en comunión con toda la Iglesia conscientes de esa misión sanadora y salvadora que la Iglesia ha recibido de Jesús. Nos basta ver cómo a Jesús acudían todos con sus dolencias, que ya no sólo físicas o en referencia a los miembros del cuerpo enfermo, sino que la salud y salvación que nos ofrece Jesús va más allá porque quiere sanarnos desde lo más hondo de nosotros mismos.
Una ocasión que nos ofrece este día para valorar esta tarea pastoral que realiza la Iglesia con los enfermos pero también con todos los que rodean o están cerca de este mundo de la enfermedad y de la salud. Todos los que de una manera u otra cuidan de la salud de las personas en los distintos ámbitos y servicios, pero también de los que están cerca de este mundo para anunciar y para llevar la luz del evangelio.
El Papa con esta ocasión, como todos los años, nos ha dirigido un breve mensaje para esta Jornada del que vamos a entresacar algunos párrafos. Así nos dice: ‘Ya el concilio ecuménico Vaticano II recordaba la importante tarea de la Iglesia de ocuparse del sufrimiento humano. En la constitución dogmática Lumen gentium leemos que como "Cristo fue enviado por el Padre "para anunciar a los pobres la Buena Nueva, para sanar a los de corazón destrozado" (Lc 4, 18), "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19, 10); de manera semejante la Iglesia abraza con amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador, pobre y sufriente, se preocupa de aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo" (n. 8)’.
Es un motivo también esta celebración para que quienes se sienten atenazados por el dolor, la enfermedad y las múltiples discapacidades que limitan la vida de la persona se hagan, nos hagamos una reflexión sobre su valor y su sentido y así nos sintamos iluminados por el evangelio. El sufrimiento humano alcanza su sentido y plenitud de luz en el misterio de la pasión, muerte y resurrección. A este respecto nos dice: ‘En la carta apostólica Salvifici doloris, el siervo de Dios Juan Pablo II tiene palabras iluminadoras al respecto: "El sufrimiento humano —escribió— ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unido al amor (...), a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su origen. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva" (n. 18)’.
Iluminados por Jesús y su evangelio podemos encontrar, pues, un nuevo sentido y valor que nos haga madurar incluso como personas, que nos ayude a asumirlo con madurez y serenidad, que nos haga luchar por la vida y la salud con la fuerza del Señor, y lo puedo incluso convertir en una hermosa ofrenda de amor al Señor unidos a la pasión y a la cruz de Jesús. Así nos recuerda el Papa: ‘En verdad, como afirmé en la encíclica Spe salvi, "lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que sufrió con amor infinito" (n. 37)’.
Finalmente recuerda el Papa cuanto ha hecho y sigue haciendo la Iglesia. ‘Agradezco de corazón a las personas que cada día "realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren", haciendo que "el apostolado de la misericordia de Dios, al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias" (Juan Pablo II, constitución apostólica Pastor bonus, art. 152)’.
Dirige su pensamiento a los sacerdotes en este Año Sacerdotal a los que llama ‘"ministros de los enfermos", signo e instrumento de la compasión de Cristo, que debe llegar a todo hombre marcado por el sufrimiento. Os invito, queridos presbíteros, a no escatimar esfuerzos para prestarles asistencia y consuelo. El tiempo transcurrido al lado de quien se encuentra en la prueba es fecundo en gracia para todas las demás dimensiones de la pastoral’.
Y se dirige luego directamente a los enfermos diciéndoles ‘os pido que recéis y ofrezcáis vuestros sufrimientos por los sacerdotes, para que puedan mantenerse fieles a su vocación y su ministerio sea rico en frutos espirituales, para el bien de toda la Iglesia’.
Que María, Salud de los enfermos, nos llene de las bendiciones de Dios y así alcancemos todos la gracia y la fortaleza para seguir ese camino de santidad al que el Señor nos llama cualesquiera que fuera nuestra situación.

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