1Rey. 10, 1-10
Sal. 36
Mc. 7, 14-23
Sal. 36
Mc. 7, 14-23
Recordamos que hace unos días cuando Dios le decía a Salomón ‘pídeme lo que quieras’ la petición fue ‘un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien’; le pedía sabiduría, aunque Dios le prometía también prosperidad y riquezas ya que no había sido egoísta en su petición. ‘Te daré lo que has pedido: un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido ante de ti ni lo habrá después de ti. Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y fama mayores que las de rey alguno’.
El texto que hoy escuchamos nos lo corrobora. ‘La reina de Saba oyó la fama de Salomón… y vino a Jerusalén para comprobarlo’. Nos hace el texto una descripción de dicha visita donde aparece la sabiduría de Salomón, pero también el esplendor de su reino. ‘En sabiduría y riquezas superas todo lo que yo había oído’, le dice. ‘Dichosa tu gente, dichosos todos los que están en tu presencia aprendiendo de tu sabiduría! ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que por el amor eterno que le tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono y seas su rey…!’
Es hermosa esta alabanza, pero principalmente este reconocimiento que se hace del actuar de Dios. Reconocer las bendiciones del Señor. Fáciles somos para suplicar al Señor cuando estamos en situaciones difíciles o con problemas, pero el reconocimiento del actuar de Dios es algo que pronto olvidamos. Creo que hay aquí un hermoso mensaje, que nos enseña también a ser agradecidos para con Dios por cuanto de El recibimos.
Me hace pensar en aquel pasaje del evangelio donde Jesús curó a diez leprosos y sólo uno fue capaz de volver hasta Jesús para dar gracias y bendecir al Señor que le había restablecido la salud. Y recordemos cómo Jesús se preguntaba ‘y los otros nueve ¿dónde están?’ Que no tenga el Señor que hacernos nunca ese reproche, porque siempre tengamos muy presente en nuestra vida la acción de gracias a Dios.
‘La boca del justo expone la sabiduría’, hemos dicho en el salmo responsorial ‘porque lleva en el corazón la ley de su Dios y sus pasos no vacilan’, continuábamos diciendo. Que aprendamos nosotros esa sabiduría de Dios porque plantemos de verdad la ley del Señor en nuestro corazón. Que sepamos empaparnos de Dios y de lo que es su voluntad.
El evangelio que hoy hemos escuchado viene a completar lo que reflexionábamos ayer cuando Jesús respondía a lo que decían los fariseos de los discípulos que comían sin lavarse las manos. ‘Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre’. Y concluirá Jesús explicándole a los apóstoles que les costaba entender. ‘De dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad…’ no es necesario mucha explicación porque creo que todos lo podemos entender fácilmente.
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