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lunes, 14 de diciembre de 2009

El Espíritu del Señor nos lleve siempre a pronunciar bendiciones sobre los demás

Núm. 24, 2-7.15-17
Sal. 24
Mt. 21, 23-27


Dos comentarios breves a los textos de este lunes de la tercera semana de adviento. La primera lectura es de un libro del Pentateuco que nos habla del camino del pueblo de Israel por el desierto rumbo a la tierra prometida.
El rey de Moab, lugar por donde han de pasar los israelitas para llegar a la tierra prometida habiendo oído las maravillas que Dios obraba en aquel pueblo y temiendo lo que podría sucederle al paso de los israelitas intenta a través del mago – adivino – Balaán que las maldiciones caigan sobre los israelitas. Para eso envía a Balaán para que los maldiga.
Tras varios sucesos que no nos vamos a entretener en repetir ahora Balaán en lugar de maldiciones lo que pronuncia sobre el pueblo de Israel son bendiciones. Balaán se deja conducir por el Espíritu del Señor como ya nos apunta el texto sagrado. ‘Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El Espíritu del Señor vino sobre él’.
Parte de ellas son las que hemos escuchado hoy en el texto proclamado en ese lenguaje tan rico en imágenes propio de los orientales. ‘¡Qué bellas las tiendas de Jacob y las moradas de Israel! Como vegas dilatadas, como jardines junto al río… sale un héroe de su descendencia, domina sobre pueblos numerosos… lo veo, pero no es ahora; lo contemplo pero no será pronto, avanza la estrella de Jacob y sube el cetro de Israel…’
Siguiendo el libro del Apocalipsis que llama a Jesucristo 'el Lucero de la mañana' la tradición cristiana ha entendido esta profecía como un vaticinio de la aparición de Cristo, verdadera estrella de la mañana para el mundo, luz que ilumina las tinieblas de nuestro espíritu como pedíamos en la oración litúrgica del día.
Caminamos en búsqueda de esa luz. En la noche de la navidad escucharemos que el pueblo que caminaba en tinieblas contempló una luz. Y cuando contemplamos el nacimiento de Cristo todo se llenó de resplandor y de nueva luz. Que así Cristo nos ilumine. Que así nos dejemos nosotros iluminar por Jesús, verdadera luz del mundo, como se proclama a sí mismo en el Evangelio.
Otro mensaje que podríamos deducir para nosotros es primero, que nuestras palabras nunca sean para maldición, para decir mal contra nadie, sino para bendición, para decir siempre bien, para desear siempre lo bueno para los demás y sobre todos vengan las bendiciones del Señor. Y por otra parte que nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor que siempre nos inspirará para lo bueno, para la bendición.
Finalmente una palabra del evangelio. Como ya hemos hecho referencia en días anteriores de una forma o de otra estará apareciendo continuamente la figura del Bautista en este nuestro camino de Adviento. Hoy aparece a partir de una pregunta que le hacen a Jesús sobre su autoridad para hacer lo que hace – a lo que se refiere el texto ha sido la expulsión de los vendedores del templo por Jesús -; pero la pregunta a Jesús es devuelta con la contra-pregunta de Jesús. ‘El Bautismo de Juan, ¿de dónde venía del cielo, o de los hombres?’
En la respuesta más bien el silencio o el no querer responder de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo hay implícito un reconocimiento de la figura de Juan como profeta - ‘todos tienen a Juan por profeta’, confiesan en su interior – y como quien hace las obras de Dios. ‘Profeta y más que profeta’ dirá Jesús del Bautista en otra ocasión.

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