Jueces, 13, 2-7.24.25
Sal. 70
Lc. 1, 5-26
Sal. 70
Lc. 1, 5-26
‘Para Dios nada hay imposible’, le dijo el ángel a María al comunicarle que ‘Isabel, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril’.
Hoy hemos escuchado el mensaje del ángel anunciando a Zacarías el nacimiento de Juan el que ‘irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos… preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto’.
Admiramos las maravillas del Señor que quiere contar con el hombre para manifestar su grandeza y ademas nos revela su amor y su plan de salvación por caminos muchas veces insospechados. Sus caminos no son nuestros caminos, sus planes no son nuestros planes, hemos escuchado más de una vez en la Escritura Santa. Nosotros nos imaginamos unos caminos o nos trazamos nuestros planes pero siempre el Señor nos sorprenderá y muchas veces por caminos mucho mas sencillos y humildes que lo que nosotros nos pensábamos.
Es lo que se nos manifiesta hoy en el evangelio y también en la primera lectura del libro de los Jueces. Zacarías e Isabel que ‘eran justos ante Dios, no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada’. También lo escuchamos al hablarnos del nacimiento de Sansón que sería Juez en Israel. ‘Había un hombre en Sorá, llamado Manoaj. Su mujer era estéril y no habían tenido hijos’. También se le manifiesta el ángel del Señor. ‘Vas a concebir y dar a luz un hijo… él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos’. Les señala algunas condiciones de su consagración al Señor como nazireo. Maravillas del Señor.
Zacarías dudó, como tantas veces nosotros dudamos. Nos parece imposible ese actuar maravilloso de Dios. Dudamos y no queremos oír la voz del Señor que de tantas maneras quiere llegar a nuestro corazón. Dudamos porque no tenemos confianza, incluso cuando venimos a la oración a presentar nuestras peticiones al Señor. Dudamos y cerramos los ojos a las maravillas del Señor porque si le escuchamos quizá tendríamos que cambiar nuestros caminos, nuestras actitudes, nuestra manera de pensar, nuestro modo de actuar; y el pecado nos ciega, o el tentador nos hace que se nos llene de dudas y desconfianzas nuestro corazón.
Se acerca la navidad y llega la celebración de la venida del Señor. Y celebramos porque vino y porque viene. Nos miramos a nosotros mismos y miramos nuestro mundo tan falto de la salvación de Dios. Pero pudiera sucedernos que nos quedáramos tan impávidos, con tanta falta de confianza de que con esta venida del Señor que vamos a celebrar muchas cosas pueden cambiar, tendrán que cambiar.
Empecemos por nosotros mismos, por dejar cambiar nuestro corazón con la venida del Señor, que si cambia tu corazón y experimentas esa salvación que transforma tu vida, muchas más cosas pueden cambiar, tienen que cambiar en tu entorno.
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