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miércoles, 16 de diciembre de 2009

En las obras de mi amor descubran mi esperanza en Jesús como mi Salvador

Is. 45,6-8.18.21-26
Sal.84
Lc. 7, 19-23


‘Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído…’ fue la respuesta de Jesús a la petición de aquella embajada que había enviado Juan. ‘¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?’
La respuesta de Jesús, las obras de Jesús concuerdan con lo que había sido anunciado por los profetas. ‘En aquella ocasión curó Jesús a muchos de sus enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista…’
En estos días del Adviento hemos escuchado al profeta hacer ese anuncio. ‘Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegaron los ojos de los ciegos, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo y la lengua del mudo cantará…
La respuesta de Jesús tenía que darle seguridad y certeza a Juan. A quien él había anunciado, para quien había preparado los caminos allí estaba. Para los discípulos de Juan que habían sido enviados comenzaba también una certeza: el Mesías anunciado y esperado había llegado. Juan había cumplido su misión y ahora estaba en la cárcel.
A nosotros nos ayuda también. Pero se producen también muchos interrogantes dentro de nuestro corazón. Si Juan se preguntaba si Jesús era o no era el Mesías esperado, a nosotros quizá se nos pueda preguntar, ¿a quién esperamos? La sociedad que nos rodea que se prepara para las fiestas de navidad, ¿a quién espera?
Quienes nos ven a nosotros preparándonos para la navidad ¿llegarán a descubrir de verdad cuál es nuestra auténtica esperanza cristiana? Por la forma como nosotros nos vamos preparando, las cosas en las que ponemos más empeño y esfuerzo, ¿estaremos deseando en verdad que Jesús llegue a nuestras vidas?
Se me ocurren estas preguntas que me hago a mí mismo. ¿Qué es lo que verán los demás en mí?
Creo que las señales de esa esperanza tenemos que trasmitirlas a través de las señales del amor. Por las señales del amor podía Juan descubrir que Jesús era en verdad el Mesías. Por las señales del amor tenemos que dar razón de nuestra esperanza en Jesús. ‘Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia…’
Nos preguntamos, ¿vamos haciendo algo de todo eso con las señales de nuestro amor? Las señales tenemos que darlas en nuestro compromiso por la paz y la justicia; en nuestros deseos y acciones concretas que realicemos por consolar al triste o levantar el ánimo del oprimido; en el alivio que vayamos procurando al sufrimiento de los hermanos que caminan a nuestro lado; en lo que seamos capaces de compartir con el que nada tiene para aliviar su necesidad o encuentre solución a sus problemas; en la Buena Noticia que nosotros seamos para los pobres de nuestro mundo hambriento de luz y de vida, de esperanza y de amor.
Daremos así señales de que esperamos en verdad al Salvador, de que deseamos que esa salvación de Jesús llegue a todos. Haremos conocer a Jesús de verdad y podremos despertar la fe y la esperanza en los demás. Es nuestra tarea y nuestro compromiso. Jesús dijo: ‘Dichoso el que no se sienta defraudado por mí’. Ojalá nuestro mundo no se sienta defraudado por el anuncio que nosotros hagamos o dejemos de hacer.

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