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martes, 20 de octubre de 2009

Un derroche de gracia y el don de la salvación

Rom. 5, 12.15.17-19-21
Sal. 39
Lc. 12, 35-38


‘Por el pecado de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte.¡Cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la salvación!’. Hermoso el mensaje que nos ofrece este texto de la carta a los Romanos de la liturgia de este día. Mucha tendría que ser la reflexión que sobre él hagamos y comprometida y seria tendría que ser la respuesta que diéramos.
Misterio del pecado y misterio de la gracia. El pecado que nos llena de muerte. La gracia que nos hace renacer a la vida. ‘Vivirán y reinarán’, nos dice el Apóstol.
‘Por un hombre…’, estamos hablando del principio de la humanidad, de Adán en el paraíso en la primera página de la Biblia, el pecado original que llenó de muerte a toda la humanidad. Es el mal en el que todos nos vemos involucrados. Es la inclinación al mal que sentimos dentro de nosotros mismos como una tentación que nos parece irresistible.
Pero ‘por un hombre, Jesucristo…’ No es un hombre cualquiera porque es el Hijo de Dios hecho hombre, en el Señor y el Mesías de nuestra salvación, por eso decimos Jesucristo, Jesús el Señor, Jesús el Cristo. Nos inunda la gracia. El Apóstol nos habla de derroche de gracia. Si es derroche significa que es sobreabundante. Si es gracia es un don y un regalo que nosotros no merecemos. ‘Derroche de gracia y don de salvación’, regalo que nos justifica y que nos salva.
San Pablo nos dirá más adelante. ‘Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia’. Si poderosa es la inclinación al mal, bien lo sabemos cuando somos tentados y parece que nos sentimos sin fuerzas, que es algo irresistible, sin embargo tenemos que decir más fuerte y poderosa es la gracia del Señor que nos salva y nos arranca del mal. Claro que estamos hablando del valor infinito de la muerte de Cristo, que es el Hijo de Dios. ‘Así como reinó el pecado causando la muerte, así también, por Jesucristo nuestro Señor, reinará la gracia causando la salvación y la vida eterna’.
No son necesarias muchas explicaciones para esto que nos dice el Apóstol. Sólo tenemos que ponernos con sinceridad ante ese misterio de gracia de Dios con nosotros. Así es su amor, un amor infinito, un amor que no se acaba ni se agota. Así nos regala El con su vida divina. Misterio maravilloso de la gracia divina.
Si lo consideramos bien, cuánta esperanza se suscita en nuestra alma. Nos vemos desbordados por la gracia de Dios que nos arranca del pecado. Nos podríamos sentir hundidos bajo el peso de nuestros pecados si no tuviéramos esperanza. Pero contemplando todo lo que es ese amor que Dios nos tiene que así nos regala se despierta esa esperanza y ese gozo de la salvación que el Señor nos ofrece.
Sólo nos pide respuesta. Una respuesta en principio que tiene que ser de amor. Una respuesta que nos impulsa a una vida más santa. Lejos de nosotros el pecado, porque en Cristo podemos vencer al mal y a la muerte. Cuánto tenemos que amar. Cómo tenemos que ser agradecidos a tanta gracia que el Señor derrocha en nuestra vida. Si lo consideráramos lo suficientes, qué santos seríamos en nuestra vida.

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