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lunes, 19 de octubre de 2009

La vanidad de las cosas que nos atrapan

Rom. 4, 20-25
Sal.: Lc. 1, 69-75
Lc. 12, 13-21


‘Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos’. Este primer versículo de las Bienaventuranzas que es la mejor antífona que la liturgia nos propone en el aleluya como aclamación al Evangelio que hoy hemos escuchado y ahora comentamos.
Recordamos el evangelio. Alguien la plantea a Jesús que intervenga en un problema de herencia que tiene con su hermano. ‘¿Quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?’, le responde Jesús. Pero aprovecha para darnos una hermosa lección con una sentencia y una parábola. ‘Mirad: Guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes’.
¡Cómo se nos apega el corazón a los bienes materiales, a las posesiones que tengamos sean muchas o sean pocas! Os digo sinceramente que este evangelio que estamos comentando a mí me hace pensar mucho, plantearme muchas cosas, de qué me valen o me sirven tantos cachivaches de los que vamos llenando la vida. La vida no depende de los bienes, nos dice Jesús. Pero no terminamos de escucharlo y aceptarlo. Y nos volvemos egoístas, insensibles, insolidarios, duros de corazón. Todo eso que has acumulado, al final, cuando nos llegue la hora de la muerte, ¿de qué nos servirá? ¡Cuánta vanidad en la vida!
Recordemos la parábola que propone Jesús. El hombre que obtiene grandes cosechas, se construye grandes graneros que llena abundantemente con el fruto recogido y piensa que ya lo tiene todo conseguido. ‘Entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida…’
Porque tenemos los bolsillos llenos, o buena cuenta en el banco, o muchas posesiones, ya pensamos que lo tenemos todo. ¿Habremos olvidado lo principal? ¡Es sólo eso lo que da la verdadera felicidad a la persona? Ya sé que algunos dicen que no lo da pero ayuda, pero ¿lo creeremos de verdad?
No quiero extenderme demasiado, sino que creo que tenemos que pararnos un poco para pensar y reflexionar sobre nuestros apegos y apetencias, nuestra manera de buscar la felicidad o los sueños que tenemos en la vida. Porque tendríamos que preguntarnos quizá, ¿al final somos nosotros los que poseemos las cosas o resultará por el contrario que son las cosas las que nos atrapan a nosotros? Vanidad y nada más que vanidad, que decía el sabio del Antiguo Testamento. Los bienes materiales y las riquezas se esfuman y desaparecen como el humo, porque eso hemos de buscar lo que tenga una consistencia con valor de eternidad.
Da este evangelio para pensar mucho y para orar mucho delante del Señor. Pidámosle que nos de un corazón generoso, desprendido, abierto, solidario. Que sepamos desprendernos de nuestros apegos. Que nunca las cosas nos posean ni nos dominen. Que valoremos más el encuentro con las personas, el amor y la amistad que nos une, la compasión misericordioso que nos hace estar cerca de su corazón con sus sufrimientos y también sus alegrías. Que busquemos el tesoro que tiene duración eterna. Que en verdad seamos siempre ricos para Dios.
‘Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos’.

1 comentario:

  1. SEÑOR JESUCRISTO,dànos siempre la riqueza de vivir en Tu Palabra !

    PAZ Y BIEN !
    Vanessa

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