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martes, 13 de octubre de 2009

Evangelio de Dios, revelación de la justicia salvadora de Dios

Rm. 1, 16-25
Sal.18
Lc. 11, 37-45


‘Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios’ . Así comienza la carta de san Pablo a los Romanos que hubiéramos leído ayer – al celebrar el día del Pilar tuvimos otras lecturas -, y que continuaremos escuchando durante dos semanas. Hoy nos dice: ‘Yo no me avergüenzo del Evangelio: es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree… en él se revela la justicia salvadora de Dios, para los que creen…’
Pablo habla en esta carta a los cristianos de la comunidad de Roma, muchos de ellos provenientes del mundo pagano donde reinaba la idolatría. Quiere anunciar el Evangelio de Jesús, Buena Nueva de Salvación, ‘fuerza salvadora de Dios’, revelación de ‘la justicia salvadora de Dios’. En el Evangelio tenemos la plena revelación de un Dios al que también podemos acceder desde la contemplación de todo lo creado por Dios. ‘Desde la creación del mundo, sus perfecciones invisibles, su poder eterno y su divinidad, son visibles para la mente que penetra en sus obras’, les dice. ‘El cielo proclama la gloria de Dios’, decíamos en el salmo. Toda la creación nos está hablando de Dios, nos está revelando el Dios Creador. Es el primer libro abierto delante de nuestros ojos para conocer a Dios.
Sin embargo por ese razonar, pudiendo hacerlo, no llegaron al conocimiento de Dios sino que su vida se lleno de idolatría y de tinieblas. ‘Cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles… cambiaron al Dios verdadero por uno falso, adorando y dando culto a la criatura en vez de al Creador… no le han dado la gloria y las gracias que Dios se merecía’.
Pablo quiere anunciarles el Evangelio de Jesús donde está verdaderamente la salvación. Porque la tentación sigue acechando cuando viven en medio de un mundo pagano. Es fácil dejarse influir y bien lo sabemos nosotros por los que nos sucede en nuestro tiempo. Nos está dando la motivación de su carta desde el principio y les anunciará su próximo viaje a Roma.
Es el mensaje que también nosotros hemos de recibir. Decimos que vivimos en un mundo y en una sociedad cristiana, pero bien nos damos cuenta cómo tantos a nuestro alrededor abandonan la fe en la que fueron bautizados. Pero vivimos en una sociedad múltiple donde ya no todos se dejan guiar por los principios cristianos e incluso aun conservando una cierta fe, muchas veces se alejan en su concepción de la fe y de Dios mucho del Dios del Evangelio. Recibimos influencias de todo tipo y bien conocemos gente que se deja seducir por espiritualidades (así las llaman) venidas de lugares lejanos bastante ajenas al espíritu del Evangelio.
‘Conociendo a Dios no le han dado la gloria y las gracias que Dios se merecía’, decía san Pablo en su carta. Conociendo a Dios, porque en la fe cristiana hemos sido educados, muchos la dejan de lado, abandonan su pertenencia a la Iglesia, y hacen muchas veces una mezcolanza de ideas y conceptos digamos religiosos en cierto modo incomprensibles.
¡Qué importante que nos mantengamos firmes en nuestra fe! Claro para ello es necesario que nos dejemos formar para ahondar en el conocimiento de esa fe. Quizá nos dejamos enseñar por cualquiera que venga de acá o de allá, pero no acudimos a la llamada que nos hace nuestra Iglesia para que adquiramos una verdadera formación cristiana. Pensamos muchas veces que por nos prepararon para hacer la primera comunión ya está todo hecho. Cuando en nuestras parroquias se nos llama a una catequesis para jóvenes o para adultos, pensamos que eso no es para nosotros, porque a mí que me van a enseñar, y nunca tenemos tiempo para ello. Así nuestra fe es débil y poco comprometida, y como veletas somos zarandeados por los vientos de las novedades que vengan de acá o de allá y pronto abandonamos nuestra fe cristiana y quizá al final podemos abandonarlo todo.
Preocupémonos de formarnos en nuestra fe.

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