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lunes, 24 de agosto de 2009

Sentido eclesial y confesión de fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios


Apc. 21, 9-14
Sal. 144
Jn. 1, 45-51



Celebrar la fiesta de los apóstoles siempre nos hace ahondar en el sentido eclesial de nuestra fe. Para el cristiano toda celebración ha de resplandecer siempre por su sentido eclesial. Pero, si cabe, aún más la fiesta de los apóstoles. Nos recuerda el fundamento apostólico de nuestra fe pues que el primer testimonio de la resurrección del Señor de ellos lo hemos recibido.
En esto nos hace ahondar la lectura del Apocalipsis de este día que nos habla ‘de la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios’. Y dicho texto termina hablándonos de ‘los doce basamentos que llevan doce nombres; los nombres de los Apóstoles del Cordero’.
Celebramos hoy a san Bartolomé Apóstol. Con ese nombre aparece en las listas del Colegio Apostólico en los sinópticos y en los Hechos de los Apóstoles, sin embargo Juan nos habla en el texto del evangelio de hoy de Natanael. La tradición de la Iglesia nos los hacen coincidir, Natanael y Bartolomé, en una misma persona.
Reflexionemos en este texto del evangelio que nos propone hoy la liturgia y que podríamos decir nos ofrece la vocación de Natanael y su primera profesión de fe. El hombre honrado y creyente a carta cabal – merece una alabanza de Jesús ‘aquí tenéis un israelita de verdad, en quien no hay engaño’ – que se deja conducir por Felipe, no sin ciertas reticencias, hasta Jesús.
‘Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret’. Ya conocemos la respuesta del futuro apóstol. ‘¿De Nazaret puede salir algo bueno?’ Pero Felipe insiste: ‘Ven y lo verás’. Y se fue a conocer a Jesús, quizá con la mosca detrás de la oreja, pero fue.
Hemos hablado de su rectitud y de su condición de creyente, y lo decimos a partir de lo que Jesús le dice, como ya hemos hecho referencia. Algún momento íntimo de fe – tan íntimo que solo Dios podría conocer – habría vivido y que podría ser a lo que se refería Jesús. ‘Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te ví’. Fue suficiente esta referencia para que hiciera toda una hermosa profesión de fe en Cristo como Mesías Salvador, pero también a Jesús como Hijo de Dios. ‘Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel’.
¿Qué enseñanza podemos sacar de todo esto para nuestra vida? Aunque algunos tratan de ocultarlo o de minimizarlo creo que de una forma u otra en momentos determinados hemos podido tener alguna experiencia religiosa especial, alguna experiencia de Dios. En la niñez, en los momentos de la catequesis o de la recepción de los sacramentos, en la juventud por alguna circunstancia especial o ya como adultos habrá podido haber un momento de especial fervor, un momento donde sentimos de manera especial la mano de Dios sobre nuestra vida, una Palabra escuchada, unos hechos acaecidos en nuestro entorno que nos han impresionado y que nos han hecho pensar en Dios, en la fe, en algo trascendente, en la verdad de nuestra propia vida.
No podemos echar en saco roto esas experiencias vividas. Dejémonos sorprender y conducir por el Señor que nos habla de mil maneras y vayamos hasta esa proclamación honda de nuestra fe en Jesús. Felipe sirvió de mediación para que Natanael conociera a Jesús. Natanael luego haría su personal y profunda proclamación de fe en Jesús. Es también nuestro camino, dejándonos conducir por aquellas mediaciones que Dios pone a nuestro lado. Pero pensemos que también nosotros podemos hacer la acción de Felipe para los demás, para ayudar a que otros también vayan al encuentro con Jesús.

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