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jueves, 16 de julio de 2009

Mi yugo es llevadero y mi carga ligera

Ex. 3, 15-20;
Sal. 104;
Mt. 11, 28-30


Podríamos pensar que el maestro lo que hace es señalarnos unas normas o unas pautas que el discípulo tiene que seguir a rajatabla si en verdad quiere seguir su camino. Unas normas que nos dicen minuciosamente lo que podemos o no podemos hacer, unos preceptos, mandatos o prohibiciones que van marcando la totalidad de lo que hacemos o no hacemos. Es lo que hacían los maestros de la ley y los fariseos en los tiempos de Jesús. Así, por ejemplo, la llamaban yugo al cumplimiento fiel y escrupuloso de esa ley o la obediencia ciega que se tenía hacia la ley.
Es fácil, creo, entender lo de yugo, pues bien sabemos que el yugo es esa herramienta que se ponía al cuello de los animales que nos servían por ejemplo en los trabajos agrícolas o para el transporte, bien fuera unciéndolos a otro para que siguieran al unísono la misma trayectoria o bien de forma individual para que la persona que los condujera pudiera tener un más fácil dominio sobre dicho animal. El yugo, podríamos decir, se convertía en una dirección irremediable del que dicho animal no se podía sustraer.
Pero ¿qué es lo que nos dice Jesús hoy? ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré…’ Cansados y agobiados por pesadas cargas? ¿cansados y agobiados por las tareas de la vida? ¿cansados y agobiados por las luchas contra la tentación y el peligro, los esfuerzos de superación…? En el Señor encontraremos alivio y descanso. En el Señor veremos las cosas de otra manera.
Jesús nos añade. ‘Cargad con mi yugo y aprended de mí…’ Tenemos que ir a Jesús y aprender de El. Pero Jesús nos habla de yugo ¿qué quiere decirnos? ¿cómo es el yugo que nos ofrece? Nos dice que en El encontraremos nuestro descanso. Luego ese yugo no puede ser una carga pesada e insoportable. ‘Mi yugo es llevadero y mi carga ligera’. Y nos habla de la mansedumbre y de la humildad de su corazón.
¡Qué alivio seguir a Jesús! En Jesús nos sentimos bien, nos sentimos estimulados, nos sentimos aligerados. No quiere Jesús ponernos pesadas cargas. No quiere Jesús llenar nuestra vida de preceptos y normas. Jesús nos quiere hacer volar por las alas del amor. Por eso, es su único mandamiento. ‘Un mandamiento os doy…’ Uno, no muchos. Uno, y es el amor. Y el amor nunca será una pesada carga. El amor nos hará hacer cosas grandes e importantes, aunque muchas veces esté hecho de las cosas más pequeñas y sencillas. ¿No hacen por amor lo que sea los enamorados y nada les cuesta? Ese es el único yugo que Jesús nos pone. Y más que yugo son alas ligeras que nos llevan volando al encuentro con los demás. ¡Qué hermoso es el encuentro del amor!
Esta reflexión que me hago me hace pensar en muchas cosas. Muchas veces pareciera que no supiéramos caminar por la vida si no la llenamos de normas y preceptos, reglamentos y códigos cuanto más detallados parece que mejor. Y nos atamos a esas normas, a esos preceptos, a esos códigos y pareciera que viviéramos sólo para ello, como si viviéramos dependientes o esclavizados de la norma. Me duele en el alma reconocerlo pero nos sucede también muchas veces en la iglesia o en determinados miembros de la Iglesia. ¡Y Cristo nos ha liberado…!
Pareciera que añoráramos aquellas épocas un tanto oscurantistas, épocas donde parecía que todo se reducía al cumplimiento ritual o formal de unas reglas y preceptos que nos decían hasta donde podíamos llegar y lo que no podíamos traspasar; donde parecía que andábamos con una regla en la mano para medir, para cuantificar, para no pasarnos de la raya, para llegar al mínimo y ya nos quedábamos contentos. ¿No recordáis cuando estábamos midiendo si habíamos cumplido con el precepto de la misa dominical si llegamos antes o después del evangelio, o cuando ya se había iniciado su lectura? O cuando estábamos poco menos que pesando para ver si nos habíamos pasado unos gramos en lo que comíamos o no para cumplir con la ley del ayuno.
¿Serán cosas así lo que nos pide Jesús? ¿ese es el espíritu del evangelio? ¿No andábamos demasiado agobiados y preocupados por el cumplimiento al milímetro de manera formal de los preceptos aunque nuestro corazón estuviera lejos del Señor? Pero ya habíamos cumplido.
Y Jesús nos dice hoy ‘venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré… porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera’.Cuidado que no nos volvamos a hacer una religión de mínimos, de preceptos y mandatos y realmente nos olvidemos de Jesús que es nuestro único Salvador y liberador.

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