Ex. 11, 10-12, 14
Sal. 115
Mt. 12, 1-8
Sal. 115
Mt. 12, 1-8
‘Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del Faraón; pero el Señor hizo que el Faraón se empeñara en no dejar machar a los israelitas de su tierra…’
Hemos escuchado anteriormente como Dios en el Horeb confía Moisés la misión de ir al Faraón para sacar a los israelitas y llevarlos a la tierra prometida por el Señor. Pero ya Dios le anunciaba que el rey de Egipto no los dejaría marchar ni a la fuerza. Con el testo citado se nos quiere recoger todas aquellas maravillas que el Señor hizo para liberar a su pueblo en lo que son llamadas las plagas sobre Egipto.
El testo que nos ofrece la liturgia hoy del Éxodo, que ya nos lo presenta como primera lectura en la Eucaristía del Jueves Santo, viene a ser como una descripción de lo que podríamos llamar la liturgia de la Cena Pascual. Una cena enormemente significativa en la historia y en la fe del pueblo judío, porque es la primera celebración de la Pascua y será cómo cada año celebrarán la Pascua y la cena pascual.
‘Es la Pascua, el paso del Señor… y será un día memorable y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor, de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre’. Y así lo harán los judíos celebrando cada año la Pascua con la cena pascual.
‘Un cordero o cabrito… esa noche comeréis la carne, asada a fuego… y la comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis aprisa porque es la Pascua, el paso del Señor’. Es el inicio de un peregrinar, de un ponerse en camino, por eso, de pie, con el calzado puesto y el bastón en la mano. Es el pueblo peregrino que inicia su camino hacia la tierra que le va a dar el Señor.
‘Y la sangre será vuestra señal…’ Porque es la noche de la liberación. Si hay muerte entre los egipcios es el inicio de un camino de vida y de libertad para los israelitas. Por la señal de la sangre serán liberados de esa muerte y de esa esclavitud. ‘Será un día memorable…’ lo recordarán siempre.
Fue en el marco de esa cena pascual – por eso la liturgia nos lo recuerda en el día del Jueves Santo al ofrecernos este mismo texto – en el que Jesús celebró la Última Cena y nos dejó la Eucaristía, Sacramento de la Alianza nueva y eterna. Por eso todo lo que se celebra en esta cena pascual judía es anticipo y preparación para la verdadera pascua, la pascua nueva y eterna.
Es el Paso de Dios también por nuestra vida regalándonos su salvación. También la Sangre derramada será la señal de nuestra liberación. Y ya no es cordero que comían los judíos sino el verdadero y auténtico Cordero Pascual que es Cristo mismo que se nos da y se n os ofrece, que derrama su sangre y nos entrega su vida para que nosotros seamos arrancados de la muerte y tengamos vida para siempre.
Celebramos nosotros también la Pascua cada vez que celebramos la Eucaristía, memorial de la muerte y de la resurrección del Señor, verdadero paso salvador de Dios por nuestra vida en la muerte de Jesús para que nosotros tengamos vida.
Mucho tendría que hacernos pensar la celebración de la Eucaristía para que sea siempre para nosotros verdadera pascua, verdadero paso salvador de Dios por nuestra vida. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz estamos anuncia la muerte del Señor; estamos preparándonos como en un anticipo para el día en que podamos celebrar la Pascua eterna en el cielo. Allí cantaremos eternamente la alabanza del Señor. Allí celebraremos la Pascua definitiva porque más que paso del Señor será vivir en el Señor para siempre cantando la gloria de Dios.
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