La Virgen del Monte Carmelo y el Escapulario
Allá por los siglos XII y XIII se organizaron las Cruzadas a Tierra Santa con la finalidad de liberar a la tierra de Jesús del poder musulmán y facilitar así el acceso a tantos peregrinos que se veían imposibilitados de acceder a Jerusalén, Belén, Nazaret y tantos lugares santos de la vida de Jesús.
Muchos de estos cruzados así como muchos peregrinos no regresaban después de su visita a los santos lugares sino que se quedaban estableciéndose como eremitas en diferentes lugares. Uno de los lugares escogidos era el monte Carmelo, cadena montañosa que se extiende desde las llanuras de Galilea hasta el mar Mediterráneo.
El monte Carmelo se recuerda sobre todo por ser el lugar donde habitó el profeta Elías y sostuvo numerosos combates con los falsos profetas de los ‘baales’ que pretendían imponer la idolatría. Por eso estos eremitas querían vivir en el espíritu ascético y de oración del profeta y poco a poco se fueron agrupando, dando origen a lo que sería luego la Orden del Carmelo, o los Carmelitas como comúnmente los llamamos.
En dicho monte elevaron un templo dedicado a la Virgen que, como no podía ser menos, pronto se le invocó como la Virgen del Monte Carmelo, la Virgen del Carmen como la llamamos normalmente. Podíamos decir que es el origen de esta devoción a la Virgen en esta advocación tan extendida por todas partes.
Una de las formas con la que honramos a la Virgen del Carmen es llevar su escapulario. Pero ¿qué es un escapulario? ¿simplemente ese trozo de tela marrón con la imagen de la Virgen que llevamos sobre el pecho y la espalda? A esa mínima expresión, es verdad, que se ha quedado reducido. Pero el escapulario es algo más.
Expliquemos brevemente su origen. El escapulario era algo así como el traje de faena que se ponían los trabajadores del campo o de otras actividades sobre su ropa ordinaria. Cuando se pertenecía a un mismo gremio o se trabajaba en una misma propiedad el color de ese ropaje de trabajo era el mismo para hacer algo así como una distinción con el resto de trabajadores. Hoy todavía en muchas empresas los operarios llevan un uniforme que los distingue.
Entrando en el ámbito religioso, los monjes cuyo lema de vida es el trabajo y la oración, utilizaban y utilizan ese escapulario, que suele ser por el color o la forma también un distintivo de la propia orden o congregación. Lo seguimos viendo hoy en muchas familias religiosas. Nuestros monjes del Carmelo llevaban ese escapulario en ese color marrón característico.
Llevar ese escapulario de la Virgen es, entonces, un vestirse de la Virgen, igual que aquellos religiosos que llevan ese hábito para significar como se visten de la Virgen queriendo imitar en ellos sus virtudes y su santidad. Creo que ese es el verdadero sentido que le hemos de dar al escapulario, aunque lo hayamos reducido a la mínima expresión en su tamaño. No puede ser como llevar un amuleto que me proteja. Es algo más hondo. Me visto de María, quiero copiar a María, quiero tener en mí las virtudes de María.
Por eso hay que se congruente entre un habito, un escapulario o un signo religioso que llevemos externamente y la vida que llevamos. No puedo seguir en mi vida de pecado mientras me pongo el escapulario o me visto el hábito de la Virgen. Eso no tiene sentido. Me exige un esfuerzo por realizar el camino de la santidad. Contando, por supuesto, con la ayuda de la Virgen que nos obtiene al gracia de Dios.
Ese es el buen sentido del escapulario, en este caso, de la Virgen del Carmen. Cuánto tenemos que aprender de María, cuánto tenemos que copiar de sus virtudes y de su santidad. No ha de ser algo que me pongo externamente. Es un revestirse de María, pero desde dentro. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores… para que salgamos de nuestra vida de pecado, para que caminemos por sendas de santidad, para que vivamos todas las virtudes que en María vemos reflejadas.
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