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jueves, 11 de diciembre de 2008

Te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado….

Is. 41, 13-20

Sal.144

Mt. 11, 11-15

Cuando Juan el Bautista habla de sí mismo lo hace con mucha humildad, diciendo que él no es nadie, sino una voz que grita en el desierto. Lo vamos a escuchar con todo detalle el próximo domingo de Adviento en el evangelio. Y en otra ocasión dirá que no le importa a él menguar con tal de que crezca Jesús, d quien él había venido como Precursor.

Sin embargo Jesús dirá de él que es el mayor de los hijos de mujer. ‘Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista’. Pero nos dirá algo más: que es profeta y el mayor de los profetas, y que es el Elías que tenía que venir en referencia a la creencia entre los judíos de que Elías, que había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego, había de volver antes de la venida del Mesías. ‘Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenia que venir, con tal que queráis admitirlo’.

Era grande la misión de Juan y el lugar que Dios quería que ocupara en la historia de la salvación. Había de ser el Precursor del Mesías, el que venía antes que el Mesías para preparar precisamente los caminos del Señor. ‘Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de los pecados’. Así cantará proféticamente Zacarías a la hora de su nacimiento.

O como le había dicho el ángel en la anunciación a Zacarías. ‘Será grande a los ojos del Señor… irá delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías… preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto’. Lo anunciado por los profetas lo podemos ver realizado en Juan, como aquel que prepara el camino del Señor.

Preparar caminos, hacer nuevos caminos exigirá transformar muchas cosas aunque duelan. Como el trillo que tritura la paja para sacar limpio el grano. Hoy hemos escuchado al profeta que decía: ‘Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado, trillarás los montes y los triturarás; harás paja de las colinas; los aventarás y el viento los arrebatará, el vendaval los dispersará; y tú te alegrarás con el Señor…’ Ricas imágenes que nos ayudan a comprender esa transformación que tiene que realizarse en nuestros corazones para trazar en ellos un verdadero camino para el encuentro con el Señor que viene a salvarnos.

Cuando nos dejamos transformar por el Señor todo será nuevo en nuestra vida como un vergel lleno de manantiales y de frondosa vegetación. Será como un volver a aquel paraíso terrenal donde Dios puso a nuestros primeros padres. Hoy nos dice el profeta: ‘Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en un estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos y olivos, plantaré juntos en la estepa cipreses, olmos y alerces’.

Así se manifiesta la gloria del Señor. Así llegaremos a reconocer el poder de su gracia sobre nosotros y la vida nueva que El nos ofrece. ‘Para que vean y reconozcan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado’.

Es lo nuevo que el Señor quiere hacer en nosotros.

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