Is. 11, 1-10
Sal. 71
Lc. 21, 24
‘Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente’, es el rezo, la súplica, la esperanza del pueblo de Israel en la espera de la llegada del Mesías. A ello les alentaban los profetas con sus profecías y ayudándoles a mantenerse fieles a la Alianza con el Señor. Era tanta el ansia que sentían por la llegada del Mesías que vislumbraban lo que iba a suceder en aquellos tiempos mesiánicos, podríamos decir, que lo veían, y esas son las descripciones que nos hacen en los libros proféticos.
Es lo que les comenta hoy Jesús a los discípulos en el Evangelio, después de dar gracias al Padre porque ha revelado el misterio de Dios a los sencillos y a los humildes. ‘¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’.
Anuncia el profeta, en este hermoso texto que hoy se nos ha ofrecido, la venida del que está lleno del Espíritu del Señor y nos traerá la justicia y la paz. Es un texto semejante al que Jesús escogiera para leer en la Sinagoga de Nazaret en el inicio de su vida pública. Y nos habla del que está lleno del Espíritu de Dios: ‘espíritu de ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y de valor, espíritu de piedad y de temor del Señor…’ Y nos describe el profeta las características de los tiempos proféticos, por eso nos habla de justicia, de paz, de lealtad, de equidad y rectitud, de cómo ha de desaparecer todo tipo de violencia y todo ha de llenarse de paz. Bellas y hasta poéticas son las imágenes que nos propone el profeta.
Pero una cosa hemos de tener en cuenta, nosotros estamos haciendo este camino de Adviento que nos prepara para la celebración de la Navidad. El Mesías de Dios, el Ungido con el Espíritu del Señor ya ha venido y ha realizado la salvación. Es lo que nosotros vamos a celebrar. Pero precisamente hemos de celebrarlo haciendo que todas esas características de los tiempos mesiánicos se realicen ya en nosotros. Son para nosotros las características del reino de Dios que nos anuncia Jesús.
Por eso lo mejor es que nosotros resplandezcamos con los dones y los frutos del Espíritu. ‘espíritu de ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y de valor, espíritu de piedad y de temor del Señor…’ y tendríamos que añadir con lo que nos dice hoy san Lucas en el Evangelio. ‘Jesus lleno de la alegría del Espíritu Santo…’ No olvidemos que por nuestra unión con Cristo, configurados con El, hechos una sola cosa con El, estamos llenos del Espíritu. Recordemos cómo fuimos unidos en el Bautismo con el Crisma santa para ser con Cristo sacerdotes, profetas y reyes, y en la confirmación fuimos de nuevo ungidos para dársenos el don del Espíritu Santo.
Pues sí, que brillen en nosotros esos frutos del espíritu porque vivamos en esos parámetros de justicia, de paz, de lealtad, de equidad y rectitud, haciendo desaparecer todo tipo de violencia para que todo se llene de paz, y que brille también en nosotros la alegría del Espíritu.
Cuando llegue la navidad, y tras este camino de preparación que con toda seriedad vamos haciendo eso es lo que tiene que brillar en nuestra vida. Celebraremos entonces de verdad esa presencia salvadora de Jesús en nosotros. Haremos auténtica navidad porque ya no será sólo el recuerdo de aquel nacimiento del Hijo de Dios allá en Belén, sino que será un auténtico nacimiento en nuestra vida, porque estaremos más llenos de Dios.
Que en verdad nos dejemos iluminar por el Espíritu del Señor.
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