Ef. 6, 10-20
Sal. 143
Lc. 13, 31-35
‘Buscad vuestra fuerza en el Señor’, nos ha dicho hoy el apóstol. Estamos llegando al final de la carta a los Efesios que hemos venido leyendo de forma continuada en estas últimas semanas.
Casi al principio de la carta pedía el apóstol ‘que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo...’ Ahora al final de la carta además de rogar que pidan a Dios por él, ‘para Dios abra mi boca y me conceda palabras que anuncien sin temor el secreto designio contenido en el evangelio’, les insiste para que busquen toda su fuerza en el Señor.
Emplea la imagen del luchador que ponerse las armas necesarias para poder vencer en la lucha. Nos puede parecer un tanto guerrero el lenguaje, pero son imágenes ricas en significado y que nos hacen ver qué cosas importantes tenemos que cuidar en nuestra vida para vencer al mal. No es una lucha entre hombres nos dice sino que son ‘las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal’. Por eso, nos dice, ‘tomad las armas de Dios para resistir... y mantener las posiciones’.
No son medios humanos sino sobrenaturales, porque espiritual es nuestra lucha. Nos habla de cinturón, coraza, calzado adecuado, escudo, casco y espada. Pero, repito, no son esas armas materiales y mortíferas, sino son las armas de la gracia, de la fuerza de Dios, las que fortalecen nuestro espíritu para mantenernos firmes en el camino del Señor.
Por eso nos habla de la verdad, de la justicia, de la fe, de la palabra de Dios, de la oración. Firmes y seguros en nuestra fe y en la verdad del Evangelio que nos salva. Luchadores por la justicia y por la paz, buscando siempre lo bueno y lo justo, buscando siempre la paz. Disponibles y siempre generosos para anunciar la Buena Noticia de salvación.
Con la fuerza del Espíritu que nos ayuda con la gracia del Señor y nos protege, como nos dice, de las flechas incendiarias de tantas tentaciones que quieren herirnos y apartarnos del camino recto. Fortalecidos en la oración que nos hace sentir la presencia y la gracia del Señor en todo momento.
‘Orad en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con constancia por todo el pueblo santo’. Nos insiste una y otra vez. Porque no es nuestra fuerza, sino la fuerza del Señor lo que nos ayuda. No es nuestra obra, sino la obra de Dios en nosotros lo que tenemos que realizar.
Recordemos algunas de las cosas que nos decía el apóstol al principio de la carta. ‘El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad... el plan que había proyectado... recapitular todas las cosas en Cristo’. Se nos ha ido descubriendo en este día a día de la Palabra que con toda riqueza hemos recibiendo. Bendigamos al Señor por ello y mantengámonos siempre en su gracia.
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