Seamos
sembradores con confianza en la semilla que vamos a sembrar que es la Palabra
que transformará nuestro mundo
Hebreos 10,11-18; Salmo 109; Marcos 4,1-20
Hay ocasiones en que nos parece que
todo lo tengamos a la contra, no nos salen las cosas como queremos o planeamos,
y no es porque no sepamos o no seamos capaces de hacerlo, porque quizás en
otros momentos lo hemos realizado, pero por todas partes nos aparecen
dificultades o contratiempos, no andamos de buena gana y parece que siempre
andamos contrariados, nos cuesta centrarnos en lo que estamos haciendo porque
quizás hay cosas que nos distraen o nos llaman la atención. No está el horno
para bollos, solemos decir. Es importante esa buena actitud por nuestra parte
que nos ayude a centrarnos, es necesario darle un sentido más positivo a lo que
estamos haciendo y no centrarnos tanto en lo que vamos a encontrar en contra;
son cosas que están ahí, es cierto, pero por otra parte nos hace falta ese
serenidad para centrarnos en lo que hacemos.
Serán nuestros trabajos y
responsabilidades donde nos pasan cosas así, será nuestra vida personal en la
que tenemos que saber salir de esos atascos, será en la tarea social que
hagamos por los demás donde tenemos que ir con mayor positividad, será incluso
en nuestros compromisos como cristianos o en la tarea que en medio de la
iglesia tengamos que realizar, donde tendremos que dejar mucho de mirar a
quienes o con quienes trabajamos para no fijarnos tanto en su negatividad como
para sentirnos seguros en el mensaje que vamos a trasmitir.
Me estoy haciendo esta reflexión tras
escuchar una vez más la parábola del sembrador que nos ofrece el evangelio.
Jesús rodeado de mucha gente que quiere escucharle, y cada uno va desde su
realidad, desde las situaciones que vive, desde los problemas que tiene en su
vida, desde ese mundo no siempre muy abierto a escuchar mensajes que lo eleven.
Es la realidad. Y Jesús, el sembrador, allí desde la barca en la orilla del
lago esparce la semilla.
Normalmente la parábola nos sirve para
fijarnos en nuestra respuesta, en las actitudes que nosotros como tierra en la
que se siembra la semilla tenemos para acoger o no esa Palabra que se esparce
sobre nosotros como una buena semilla. Pero hoy quiero fijarme en el sembrador,
porque de alguna manera Jesús nos está diciendo que nosotros somos también ese
sembrador, en nuestras manos está esa semilla que hemos de sembrar en ese mundo
concreto que nos rodea. ¿Seremos buenos sembradores?
He ahí lo que nos tiene que hacer
pensar. El sembrador de la parábola no está pensando en los diferentes terrenos
que se va a encontrar sino que en todos ellos pretende esparcir la semilla. Y
es lo que nos está confiando Jesús a nosotros los cristianos, o a los que nos
sentimos más comprometidos con el anuncio del Evangelio. Muchas veces parece
que nos ponemos la venda antes que la herida; antes de anunciar ya estamos
viendo las dificultades, nos entra el pesimismo como una rémora que va a frenar
nuestro entusiasmo porque quizás ya de antemano estamos pensando que no merece
la pena tanto esfuerzo, que va a haber muchos que no quieran escuchar, que nos
vamos a encontrar gente enfrente que nos va a hacer la guerra, y nos
acobardamos, y perdemos entusiasmo, y nos faltará brillo a nuestras palabras y
a nuestras acciones, y ya nos parece que no estamos tan convencido.
Con mal talante, de mala gana nos
disponemos a sembrar, y ya no será esa siembra alegre y entusiasta, ya no
tenemos la serenidad y la paz en nuestro espíritu que necesitamos, ya estamos
caminando con pesimismo y con negatividad; algo se nos está aflojando en
nuestra fe y en nuestra confianza. No es el entusiasmo y la fe del verdadero
misionero que está convencido del mensaje que quiere trasmitir.
Algo necesitamos despertar dentro de
nosotros para que nuestras acciones y nuestras palabras sean más convincentes.
Una seguridad nos está faltando en nuestro espíritu, que tenemos que saber
despertar. Somos el sembrador que en este mundo concreto de hoy tenemos que
seguir sembrando la semilla del Reino de Dios. Que falte nunca en la Iglesia esa
convicción y seguridad en lo que hacemos.
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