Tenemos
que saber escuchar, saber ir con corazón libre al encuentro con la Palabra de
Dios dispuesto a ser ese odre nuevo para el vino nuevo del evangelio
Isaías 41, 13-20; Salmo 144; Mateo 11, 11-15
Muchas veces todo lo que escuchamos no
es lo que realmente ha sucedido; escuchamos, por ejemplo, un estruendo, es una
pared que se derrumbó dicen algunos, otros nos dirán que fue una explosión, que
fue una ráfaga de viento fuerte, que fue un avión que pasó y nos dejó su
zumbido, que fue un trueno… y así seguimos escuchando muchas cosas. Pero claro
que no me estoy refiriendo a esos sonidos que de esa manera llegan a nuestros oídos,
sino que son las interpretaciones que nos podemos hacer de lo que nos dicen o
nos cuentan, nos quedamos en la literalidad de las palabras o por lo que en
otras ocasiones hemos escuchado nos hacemos nuestra interpretación, nos dejamos
llevar por lo que previamente nosotros pensamos o escuchamos lo que otros nos
dicen que dijo o quiso decir. Es importante pero no es fácil en muchas ocasiones;
muchas veces puede ser causa de conflictos posteriores dentro de nosotros
mismos, o en nuestras relaciones con quien nos quiso decir algo o con las
personas que nos rodean.
‘El que tengo oídos, que oiga’, nos dice hoy Jesús en el evangelio, pero que es
sentencia que nos repite en diversas ocasiones. Tenemos que tomarnos en serio
lo que escuchamos, tenemos que tomarnos en serio las palabras de Jesús, tenemos
que tomarnos en serio la Buena Noticia, el Evangelio que trata de trasmitirnos,
no nos lo podemos tomar con superficialidad. Quedarnos en lo que nos parece que
hemos oído, que muchas veces solo escuchamos según nuestros intereses, que también
tenemos nuestras ideas preconcebidas, que nos hacemos nuestras
interpretaciones. ¿No es lo que les sucedía entonces a los judíos que tenían
una idea preconcebida de lo que iba a ser el Mesías y se quedaban entonces
desconcertados con lo que veían en Jesús?
Hoy nos ha hablado Jesús de Juan
Bautista del que hace grandes elogios. La liturgia nos ofrece esta palabras de
Jesús en el contexto del tiempo del Adviento que vamos recorriendo y donde tan
importante es la figura del Mesías, que vino a preparar los caminos del Señor.
En ese sentido ha ido la lectura del profeta que hoy se nos ha ofrecido.
Hoy nos dice Jesús de Juan que nadie
más grande que él ha nacido de mujer; nos habla también del profeta Elías que
todos tenían la creencia que había de venir antes de la llegada del Mesías y
Jesús nos dice que Elías es Juan, si es que queremos creerlo. En otro momento
del evangelio volverá a hablarnos en ese sentido. Las palabras de Jesús hoy
están enmarcadas en aquel momento en que Juan había enviado desde la cárcel a
algunos de los discípulos que aun le seguían con la pregunta a Jesús si era El
en verdad a quien esperaban, en una palabra, si era el Mesías anunciado.
Y nos habla Jesús de la violencia que
sufre el anuncio del Reino de los cielos en una cierta referencia a la misma
oposición que Jesús iba encontrando en ciertos sectores a su evangelio. Solo
los esforzados lograran alcanzarlo, nos dice, que no significa que por la
violencia tengamos que imponer el Reino de Dios, sino la violencia que tenemos
que hacernos a nosotros mismos para superarnos y vivir los valores que nos
ofrece; demasiado a lo largo de los tiempos no hemos sabido escuchar y entender
estas palabras de Jesús y hemos querido imponer lo que solo tiene que ser una
oferta de gracia.
Es por lo que nos está diciendo Jesús
que el que tenga oídos, que oiga. Tenemos que saber escuchar, tenemos que saber
ir con corazón libre al encuentro con la Palabra de Dios; corazón libre que es
esa humildad y vacío de nosotros mismos
con que tenemos que escuchar; corazón libre que no se deja influir, que no
pierde su libertad, que acoge con sencillez, que va con apertura deseoso de
recibir vida, no condicionado por intereses de nuestra vida o lo que nos parece
que a nosotros nos conviene, liberado de nuestras viejas historias para poder
acoger la novedad que siempre es el evangelio que Jesús nos ofrece, dispuesto a
ser ese odre nuevo para el vino nuevo del evangelio, buscando siempre esos
caminos de amor que Jesús quiere trazar para nuestra vida.
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