Dejémonos
empapar por la sabiduría del evangelio, suave brisa para nuestra vida que nos
hará disfrutar de lo esencial y lo que crea verdadera humanidad
Isaías 48, 17-19; Salmo 1; Mateo 11, 16-19
Parece como si siempre estuviéramos a
la contra. Es cierto que es bueno que queramos nuestra autonomía, que actuemos
con libertad sin dejarnos arrastrar por presiones, que tenemos que formarnos
nuestros criterios formando y fortaleciendo nuestra conciencia y actuar en
consecuencia, la vida nos va dando una sabiduría y la experiencia es buena
maestra y tenemos que aprender bien las lecciones, pero aun así no podemos
creernos autosuficientes que nos valemos por nosotros mismos y no necesitamos
de nada ni de nadie.
El que tengamos unos criterios no
significa que tengamos que mostrarnos como unos rebeldes en la vida que van en
contra de todo; podemos, es cierto, hacer nuestra valoración de lo que vemos,
de lo que se nos ofrece o de lo que sucede, pero también hemos de tener la
suficiente permeabilidad como para escuchar y querer aprender, porque siempre
podemos encontrar algo nuevo y mejor que nos haga profundizar en lo que ya son
nuestros pensamientos. Por eso es tan importante y nos lo hemos de tomar con
gran seriedad y responsabilidad el diálogo que entablamos con los demás, con
los que nos enseñan o dirigen para ir creciendo de verdad en esa sabiduría de
la vida.
Hay gente que se cierra; es mi punto de
vista, nos dicen, y de ahí no quieren salir, ni siquiera abrir una ventana para
dejar que entren unos aires nuevos; una cerrazón así es autosuficiencia, es una
manifestación de orgullo, y nos hará difícil el camino con los que están a
nuestro lado y puedan tener otras opiniones.
El evangelio de Jesús quiere ser esa
brisa fresca que nos llega a nuestra vida y nos ayudará a disfrutar de lo que
verdaderamente es esencial. Una brisa fresca que nos deja un aire nuevo que nos
hará respirar mejor en la vida, porque nos dará una visión nueva, porque nos
hace descubrir un sentido nuevo para lo que hacemos y para lo que vivimos, que nos
abre caminos para una nueva relación, para una mejor convivencia, para que nos
sintamos en verdad a gusto caminando juntos, nos hará crecer más como personas
y hará que vivamos con mayor y mejor sentido esa libertad de la que queremos
disponer. Como nos dirá Jesús en otra ocasión ‘la verdad nos hará libres’.
¿Qué es la libertad? ¿En qué consiste esa libertad?
La pregunta queda en el aire, como
aquella otra que Pilatos se hacia ante Jesús cuando este le hablaba de la
verdad, y que El había venido para dar testimonio de la verdad. Y Jesús
nos da testimonio de esa libertad con su propia vida porque nunca lo que Jesús
nos ofrece va a ser opresión para nadie; ni opresión para los demás porque el
amor nunca exigirá de malas maneras, aunque el amor siempre será exigente de
nuevas posturas, de mejor trato, de mayor humanidad, ni será opresión para
nosotros mismos porque nos va a ayudar a arrancar de los más hondo de nosotros
mismos aquellas cosas que nos oprimen o aquellas cosas que crean esclavitudes
en nosotros mismos. Como nos anunciará en la sinagoga de Nazaret ha venido ‘para
anunciar la liberación a los oprimidos’. Es el perdón que Jesús nos ofrece
y que nos enseña a ofrecer siempre a los demás.
Pero ¿escuchamos nosotros el mensaje de
Jesús o estaremos como los niños de la plaza en la alegoría que nos ofrece que
nunca harán lo que los compañeros de juegos les ofrecen? ‘Hemos tocado la
flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado’.
Como les dice a continuación no quisieron escuchar a Juan porque les parecía
muy duro y exigente, pero ahora tampoco quieren escuchar a Jesús porque se
muestra misericordioso con los pecados y a todos se acerca; lo más que saben
hacer es querer descalificarlo diciendo que es un comilón y borracho porque
come con los publicanos y los pecadores.
¿No nos sucederá de alguna manera a
nosotros en nuestro camino de Iglesia? Nunca todos estamos de acuerdo o
pensamos que es de nuestro gusto ni el Papa sea quien sea, ni el obispo ni el
sacerdote de nuestra parroquia. Siempre queremos estar haciendo nuestro juicio
y nuestra valoración pero al final no tenemos tampoco las ideas claras de lo
que queremos o buscamos. ¿Nos dejaremos empapar algún día de la sabiduría del
evangelio?
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