Encontremos
el verdadero sentido de nuestro vivir, descubramos la sabiduría para saber
hacer, saber encontrar y saber saborear la vida en toda su dignidad
1Samuel 16, 1-13; Sal 88; Marcos 2, 23-28
Unos raíles, es cierto, que nos valen
para que el ferrocarril no se salga de su camino, de la vía y pueda llegar a término;
pero está constreñido a ese corto espacio que medio entre los raíles y de ahí
se puede salir; un camino abierto en el campo es más amplio, y te permitirá
moverte con mayor libertad mientras cuides no salirte de sus límites para
evitar la caída por los precipicios.
Son imágenes, es cierto, que nos valen
y nos ayudan en cierto modo para entender el camino de la vida que tenemos que
hacer, pero la vida es algo más que un camino constreñido por unos límites,
porque vivir es también la libertad, donde nos hacemos el camino, aunque
tenemos que saber donde están los peligros que nos pueden dañar; serán quizás
unas señales que nos ayuden a encontrar la dirección dentro de esa libertad de
movimientos que es el vivir, y que nos harán evitar también los peligros, pero
dependiendo de nosotros mismos que tomemos las decisiones más acertadas para no
perder el rumbo de ese camino. Porque ya lo importante somos nosotros con
nuestras decisiones, con nuestra libertad, con nuestra inteligencia que nos
ayude a discernir lo que es bueno, lo que me va a ayudar a vivir la vida en la
mayor plenitud.
¿Necesitaremos cauces que encarrilen la
vida? ¿Necesitaremos señales que incluso puedan poner límites? Pero necesitamos
fundamentalmente el discernimiento de la persona que busca y que elige, que se
enamora de lo bello y de lo bueno y sin confundirse escogerá siempre lo mejor.
Es la grandeza de la persona, es su valor, es su propia dignidad, descubriendo,
repito sin confundirnos, esa semilla de belleza y de verdad que llevamos en el corazón.
Es la sabiduría de la vida.
Sí, tener esa sabiduría para saber
vivir. No podemos vernos restringidos solamente por unas normas que se nos
imponen, no siendo capaces de aprender a vivir en libertad. Pero si tenemos que
saber escuchar aquello que nos enseña cual es el camino para saber actuar por
nosotros mismos, aunque eso se nos haga difícil en ocasiones. Cuando la vida la
convertimos en el cumplimiento ciego de unas normas terminando no siendo
nosotros mismos los que actuamos y nuestro único merito sería, si es que lo
podemos llamar mérito, para cumplir ciegamente eso que parece que nos viene
como una imposición.
Tenemos, pues, que entender bien el
sentido de unos mandamientos para poder saber actuar con sabiduría en todo
momento encontrando esa ayuda que nos señala cauces, pero que al mismo tiempo
nos deja actuar con libertad, que es un don que Dios también ha puesto en el corazón
del hombre.
Es lo que nos está proponiendo Jesús en
el evangelio. Parece como si fuera solamente una lucha rebelde contra todo lo
que fuera la imposición de las miles de normas con que habían llenado sus vidas
los israelitas, y el actuar con conciencia de libertad, pero también como con
una ofrenda de amor que hacemos con nuestra vida para encontrar ese camino que
nos conduzca a mayor plenitud como personas.
Hoy se nos habla en el evangelio de
unos preceptos que habían ido acrecentándose alrededor de los mandamientos del
Señor y que venían a constreñir la vida de los creyentes de manera incluso que
no llegaban a encontrarle un sabor agradable a la vida. Es un detalle que
pudiera parecer insignificante, pero que expresa ese cinturón que de alguna
manera envolvía a la persona impidiéndole incluso llegar a ser ella misma. No
podían coger ni unos granos de trigo mientras caminaban un sábado por medio de
los sembrados porque unas normas que se habían impuesto se lo impedían porque así
podría parecer que eran infieles a Dios. Y Jesús les dice que no es el hombre
para el sábado, sino el sábado para el hombre. Es necesario, sí, el descanso,
pero es necesario cuidar todo lo que signifique la dignidad de la persona.
Vivamos y vivamos con dignidad,
disfrutemos del vivir pero sin dañar nunca la dignidad de la persona; encontremos
el verdadero sentido de nuestro vivir, descubramos la sabiduría para saber
hacer, saber encontrar y saber saborear la vida en toda su dignidad. Y claro
nos miramos a nosotros, pero miramos y cuidamos también la dignidad de los que
nos rodean.
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