Los
caminos nuevos del evangelio nos llevan a una mayor plenitud poniendo
sensibilidad en nuestros corazones para la gloria de Dios
1Samuel 17, 32-51; Sal 143; Marcos 3, 1-6
Nos acostumbramos a todo y entramos en
decadencia y en rutina. Ni sentimos admiración por lo bueno o por lo bello, a
todo lo damos la misma importancia y valor, nos falta esa chispa, vamos a
decirlo asó, en los ojos del alma para descubrir lo que sea nuevo, para captar
donde hay un rasgo de belleza, donde nos pueda llamar la atención lo que es
distinto y nunca habíamos visto – yo diría entramos en una rutina del espíritu
que nos impide ver lo bello – pero es que nos acostumbramos también a lo que no
es tan bueno, nos insensibilizamos ante el sufrimiento, ni sufrimos por
nosotros mismos, porque más bien nos amargamos, ni captamos el sufrimiento de
los demás ante el que algo tendríamos que hacer.
Es triste la insensibilidad en la que
podemos caer y de la que podemos contagiarnos. Cuando estamos al lado de
personas insensibles así, hay el peligro que se nos produzca un bloqueo también
nosotros mismos, quizás en principio nos pueda extrañar esa insensibilidad en
los otros, pero podemos terminar contagiándonos nosotros. Quizás intentamos con
entusiasmo mostrar lo que nosotros contemplamos y admiramos, pero al
encontrarnos con esa pasividad, tan habitual a veces en el mundo que nos rodea,
nos podemos sentir también nosotros como bloqueados y paralizados y ya no
sabemos qué decir o cómo actuar.
¿Por qué llegamos a situaciones así?
¿Por qué terminamos en esa insensibilidad? ¿Por qué nos importa tan poco el
sufrimiento de los que están a nuestro lado? Hemos convertido la vida en una
rutina, en unos cumplimientos, en un hacer las cosas porque sí, porque están
mandadas, pero sin buscar algo más profundo en lo que hacemos, un por qué, un
lado de humanidad o una motivación de amor desde lo más hondo de nosotros
mismos. ¿Qué necesitamos para despertar?
Es lo que Jesús quiere realizar en
nosotros, es la Buena Nueva que Jesús nos anuncia, que las cosas pueden ser
distintas, que tenemos que saber darle sentido profundo a la vida, que nos
tenemos que llenar de mas humanidad. Dios no nos pide cumplimientos por
cumplimientos; Dios quiere autenticidad en nuestra vida y eso significa más
humanidad, más mirar al que está a nuestro lado, más sentir lo que vive el otro también en nuestra propia carne.
‘¿Qué está permitido hacer en
sábado?’, se pregunta Jesús ante la
situación en que se encuentra. Allí delante hay un hombre que sufre, que tiene
una limitación, que se le puede liberar de esa limitación, pero es sábado y
parece que el sábado no se puede curar a un hombre, que hay que dejarlo en su
sufrimiento para cumplir una norma de descanso sabático cuya finalidad era la
gloria del Señor. Pero ¿cómo tenemos que darle gloria al Señor? ¿No será
liberando al hombre de su sufrimiento como en verdad le estaremos dando gloria
al Señor? La gloria de Dios es la felicidad del hombre, porque Dios nos ha
creado para que nos realicemos en plenitud y podamos entonces ser felices.
Son los caminos nuevos que nos ofrece
el evangelio. Es lo que nos llevará a una mayor plenitud de nuestra vida
poniendo sensibilidad en nuestro corazón. ¿No es el mandamiento del amor el
principal mandamiento que nos va a dejar Jesús?
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