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viernes, 19 de enero de 2024

Dios sigue contando hoy contigo y conmigo, y cada uno sabe con sinceridad en su interior cómo es y cual es el recorrido, cuenta con nosotros y quiere que estemos con El

 


Dios sigue contando hoy contigo y conmigo, y cada uno sabe con sinceridad en su interior cómo es y cual es el recorrido, cuenta con nosotros y quiere que estemos con El

1Samuel 24, 3-21; Sal 56;  Marcos 3, 13-19

Todos queremos realizar nuestro trabajo y de la mejor manera posible; ponemos nuestro empeño, nuestro esfuerzo, nuestras capacidades para ir sacando adelante aquel trabajo de nuestras manos, o de nuestras capacidades y posibilidades. Pero todo comprendemos hoy que nada vamos a hacer en su totalidad por nosotros mismos, que necesitamos contar con tareas que otros hayan realizado, o con personas que trabajen a nuestro lado, cada uno según sus ‘saberes’ y sus capacidades para poder realizar un trabajo en conjunto que llegue a lo mejor. Buscamos para trabajar con nosotros los mejores colaboradores, las mejores cualidades y valores, queriendo rodearnos de lo mejor. Es, podríamos decir, la sabiduría de la vida que también hemos ido aprendiendo.

Es como Dios nos ha creado, pensamos y decimos desde nuestra antropología cristiana. El mundo no lo puso en las manos de un solo hombre, sino de toda la humanidad, y somos todos, sabiendo trabajar juntos en armónica colaboración, los que tenemos la tarea de continuar esa obra creadora de Dios puesta en nuestras manos. Si llegáramos a comprenderlo bien se acabarían tantos egoísmos y orgullos, tanto individualismos y tantas guerras que nos hacemos los unos a los otros, porque siempre queremos sobresalir individualmente y nos olvidamos de la belleza que entre todos tenemos que saber crear.

Es lo que contemplamos que va haciendo Jesús en el evangelio. Comienza haciendo el anuncio del Reino de Dios y le veremos ir de un lado a otro en esa proclamación de la Palabra. Pronto va llamando a aquellos que le van a seguir de mas cerca; invitará a los pescadores del mar de Galilea a ser pescadores de una pesca más amplia cuando les habla de ser pescadores de hombres; llamará a Mateo desde su garita de cobrador de impuestos, o invitará a Felipe a seguirle, aceptará a Natanael que viene hasta El aun con sus reticencias, y serán muchos los que le van siguiendo de cerca formando un grupo más compacto junto a El. En un momento a ese grupo grande de discípulos los envía de dos en dos por donde ha de ir El para que vayan por delante haciendo el anuncio del Reino.

Hoy en el evangelio contemplamos como, ‘mientras subía al monte, de entre todos los discípulos, llamó a doce para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar con la autoridad de curar enfermos y expulsar demonios’, su misma autoridad. Y a continuación el evangelista nos da nominalmente quienes forman ese grupo con sus propios nombres.

‘Llamó a los que quiso y se fueron con El’, dice el evangelista. ¿Y a quienes llamó? En nuestros criterios humanos nos hubiéramos puestos a escoger muy bien, trazándonos unos perfiles muy concisos y exigentes, porque hubiéramos querido escoger a los mejores según nuestros criterios. Pero llamó a unos pescadores, llamó a una gente sencilla, la mayoría de ellos sin nombre y sin que hubieran destacado por otros lados, incluso alguno de los que más despreciados eran por los que se consideraban importantes, porque era un publicano, un recaudador de impuestos, algunos zelotes de aquellos grupos medio exaltados y revolucionarios que estaban en contra de la situación que vivía Israel en aquellos momentos. Pero fueron los que escogió Jesús para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar con su misma autoridad.

Pero ya sabemos que el Señor no se fija en las apariencias, que Jesús mira el corazón, que Jesús descubre en nosotros otros valores que quizás los que están a nuestro lado no son capaces de ver, ni nosotros mismos de reconocer. Porque Dios sigue contando hoy contigo y conmigo; y cada uno sabe con sinceridad en su interior cómo es y cual es el recorrido, muchas veces lleno de sombras, que nosotros hemos hecho. Y Dios cuenta con nosotros. Y quiere que estemos con El. Y también nos dará esa autoridad para que sigamos haciendo el anuncio del Reino hoy.

¿Tendríamos que aprender a ver y reconocer los auténticos valores que llevamos por dentro, que tienen las personas que están cerca de nosotros? ¿Tendríamos que aprender a reconocer y agradecer ese querer contar Dios con nosotros a pesar de nuestras limitaciones o de las sombras que haya en nuestra vida? ¿Por qué andamos con tantos prejuicios, con tantas apreciaciones que nos hacemos de los demás, con tantos sambenitos que seguimos colgando sobre los hombros de los otros simplemente porque no nos caen bien? A muchas consideraciones tendría que llevarnos este evangelio que hoy estamos contemplando.

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