Nosotros
también tenemos que preguntarnos por qué vamos tras Jesús, nos llamamos
cristianos, realizamos unos actos religiosos, por qué venimos a la Iglesia
1Samuel 18, 6-9; 19, 1-7; Sal 55; Marcos 3,
7-12
Por algo nos buscamos los unos a los
otros, por algo quiero conocer a los demás, por algo quiero ser amigo de
alguien, por algo nos gusta encontrarnos y reunirnos con los demás, por algo
buscamos siempre una relación y evitamos la soledad. Alguien podría quizás
estar pensando mientras voy haciendo esta enumeración que podríamos prolongar
mucho más, en intereses que se pudieran volver mezquinos, en búsquedas de
ganancias o beneficios en el orden material o incluso económico, pero me atrevo
a decir, en un gesto de buena voluntad, vamos a llamarlo así, que no siempre
son esos intereses los que nos hacen buscar a los demás.
Es el deseo del encuentro y la
comunicación, es sentir que tenemos almas gemelas y podemos entendernos
fácilmente, es buscar la convivencia que nos saque de soledades, es lo que, no
en el orden material, podemos recibir de los demás, porque de los demás
aprendemos, porque en los demás podemos encontrar estímulos para nuestra vida,
porque la conversación con los demás me hace la vida agradable, porque
encuentro felicidad en lo que comparto con aquellas personas, porque siento una
riqueza espiritual dentro de mi cuando estoy con los demás que me hace sentirme
grande, me hace sentirme satisfecho de la vida, que ponen alegría e ilusión en
mis ojos y en mi caminar.
Sí, sé también que podemos tener unos
deseos o unos intereses que nos puedan volver egoístas, porque solo pensamos en
lo que podemos recibir de esas personas, y no nos preocupamos tanto de lo que
nosotros podamos aportar; sé que podemos ser interesados porque voy a encontrar
ayuda en mis necesidades, solución a problemas; pueden haber, es cierto,
intereses que no son tan generosos y tan altruistas, porque solo podemos estar
pensando en lo que nos vamos a beneficiar de la amistad de esas personas.
Os podéis estar preguntando el por qué
me estoy haciendo esta reflexión preguntándome el por qué buscamos a los demás.
Creo que es algo importante el analizar las motivaciones que tenemos en la vida
para hacer lo que hacemos. Para aclarar ideas, para encontrar un sentido y un
valor, para poner deseos de superación en nosotros… muchas cosas podemos
pensar.
El evangelio nos habla hoy de que
‘Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran
muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente
de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón’.
Gente que viene de todas partes para estar con Jesús. Y aquí viene la pregunta,
¿por qué acudían tantos, además procedentes de tan distintos y distantes
lugares de toda Palestina?
‘Al enterarse de las cosas que
hacía’, nos dice el evangelista. Sus
milagros, las curaciones de los enfermos… Se le echaban encima y casi lo
estrujaban; nos dice que se subió a una barca que estaba en la orilla para que
no se apretujaran tanto en torno a El. Venían con sus males, con sus enfermos,
con sus dolencias, con sus desesperanzas, con su pobreza, con su necesidad.
Pero venían también a escucharle. Sus palabras despertaban esperanzas. Y aunque
no siempre supieran ver como un signo de algo más aquellas curaciones que
realizaba, algo intuían y por eso querían estar con El. Aunque algunos solo
vinieran por el interés de la curación y de la salud corporal, pero Jesús iba
sembrando algo más en sus corazones.
Es ahora cuando nosotros también
tenemos que preguntarnos por qué vamos tras Jesús, por qué nos llamamos
cristianos, qué es lo que buscamos en nuestras actitudes y los actos religiosos
que realizamos, por qué venimos a la Iglesia, por qué nos decimos seguidores de
Jesús. ¿Habrá algo distinto y profundo en nuestro corazón?
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