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jueves, 28 de septiembre de 2023

Hemos de aprender a despertar los sentidos del alma para poder sintonizar con el mensaje del evangelio y no quedarnos en una curiosidad superficial

  


Hemos de aprender a despertar los sentidos del alma para poder sintonizar con el mensaje del evangelio y no quedarnos en una curiosidad superficial

Ageo 1, 1-8; Sal 149; Lucas 9, 7-9

Hay curiosidades y hay curiosidades; no siempre es igual. Podemos tener curiosidad por conocer un lugar, lo visitamos, contemplamos sus paisajes y disfrutamos de su belleza, admiramos sus monumentos y quizás eso nos haga recordar algo de su historia, pero vamos de paso, no nos detenemos a conocer a las personas, saber de sus luchas y de sus alegría, saber de sus ambiciones y sus frustraciones, somos un ave de paso que no hacemos nido, que no nos tenemos a encuentros que vayan más allá de la admiración por lo que vemos externamente; nuestra curiosidad se queda pobre, es superficial, fácilmente pronto olvidaremos hasta el nombre de los lugares que hemos visitado, no nos llevamos recuerdos personales, porque no entramos en encuentro personal con nadie.

¿Iremos así por la vida? Solo queremos disfrutar del momento sin mayor compromiso, pasamos de largo y poco nos interesa del por qué de los que viven a nuestro lado, somos aves migratorias que solo beben el agua que les calma momentáneamente su sed pero no somos capaces de nutrirnos de lo que los demás nos puedan ofrecer. Y nos pasa en nuestras relaciones con los demás, y nos pasa allá en lo más hondo de nosotros mismos que no sabemos ni encontrar los mejores valores que podamos tener en nosotros mismos.

Hoy nos dice el evangelio que Herodes había oído hablar de Jesús y no sabía a qué atenerse. '¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?', se preguntaba. En lo que había sido la locura de su vida un día había mostrado interés por el Bautista, pero por no enfrentarse consigo mismo, por dejarse arrastrar por sus pasiones, al final no lo soportaba, le resultaba incómodo, y al final terminó mandando matar. Algún rastro quedaba dentro de él, que ahora le hacía preguntarse por quién era Jesús, porque incluso le había dicho que era Juan Bautista que había resucitado. Tenía ganas de conocer a Jesús, sentía curiosidad, pero era todo tan superficial, que cuando un día tuvo a Jesús en su presencia quiso presentarlo como un espectáculo para su corte. Así era la superficialidad de la curiosidad de Herodes.

Tendríamos que preguntarnos por nuestras curiosidades, quizás. Afloran en nosotros en algunos momentos sentimientos religiosos y vamos expresando a nuestra manera esos deseos de religiosidad. Pero igual tenemos momentos de fervor, porque quizá visitamos un santuario religioso, o quizás porque nos sentimos revueltos por dentro y no sabemos donde podemos encontrar paz o encontrar respuestas para todo ese mundo interior, nos vemos con problemas y entonces sí acudimos a Dios con mucho fervor, pero tan pronto esos problemas pasan, la vida vuelve a lo que podríamos llamar la normalidad, nos olvidamos de todo y volvemos al 'como era en el principio' que se convertirá en la rutina que parece que nos seguirá guiando para siempre.

¿Dónde buscamos la profundidad de la vida? ¿Qué hacemos para realmente centrarnos y superar tantas superficialidades que terminarán haciéndonos caer por la pendiente de la indiferencia? ¿Queremos en verdad conocer a Jesus, interesarnos por su evangelio, ir transformando nuestra vida para dejarnos impregnar por su Espíritu para hacer de nosotros unos hombres nuevos?

Nuestro interés por las cosas de Jesús y su evangelio tienen que ser algo más que una curiosidad momentánea, como algo que toca solamente en determinados momentos. Reconozcamos que muchas veces somos aves de paso por encima de las páginas del evangelio. Nos quedamos en puro folclorismo muchas veces o en el mantenimiento de unas tradiciones que o serán una rutina más de nuestras vida, o pronto se convertirán en algo sin sentido que hacemos por puro costumbrismo, algo que puede animar si motivar no nuestras fiestas o nuestros momentos de alegría y que terminarán cayendo en el vacío y en el olvido. Hemos de aprender a despertar los sentidos del alma para poder sintonizar con el mensaje del evangelio.

Dejémonos impresionar por el mensaje de Jesus y su evangelio para que de verdad marque nuestras vida y haga que podamos dejar una hermosa huella para los que vienen detrás de nosotros.


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