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lunes, 7 de noviembre de 2022

Que aquello que expresamos con nuestra palabra lo estemos expresando de verdad con nuestra vida y la profesión de fe sea algo más que un credo que recitamos

 


Que aquello que expresamos con nuestra palabra lo estemos expresando de verdad con nuestra vida y la profesión de fe sea algo más que un credo que recitamos

Tito 1,1-9; Sal 23; Lucas 17,1-6

Hay momentos en la vida en que nos parece que todo se nos vuelve cuesta arriba, la situación se nos complica y no sabemos ya cómo hacer o como actuar; sentimos la tentación de tirar la toalla, como suele decirse, abandonar los esfuerzos porque nos parece imposible. Serán los problemas que se nos van presentando en la vida en nuestras tareas o responsabilidades, en algo que nos han confiado, la problemática familiar que algunas veces se nos complica, la convivencia con aquellas personas que queremos o los amigos que están a nuestro lado, problemas que vemos en nuestro entorno y que nos afectan y nos hacen daño, muchas situaciones complicadas, difíciles de resolver, que parece que nos hacen imposible el caminar.

Algo así les estaba pasando a los discípulos de Jesús. Venía hablando Jesús de las exigencias de su seguimiento, y de los planteamientos que teníamos que hacernos en nuestras relaciones con los demás, ahí estaba el tema del perdón siempre tan controvertido porque nos cuesta curar nuestros orgullos heridos, o situaciones escandalosas ante las que había que actuar de forma drástica. ¿Qué hacer? Algunas cosas parecían poco menos que un imposible, pero ellos querían seguir con Jesús, les convencía por otra parte todo el ideal de vida que les proponía, pero había por medio como algunos callos con los que parecía que era difícil caminar.

Y surge la petición a Jesús. Es como un grito pidiendo ayuda, es un decir queremos seguirte pero nos cuesta, parece que nos falta fe. ‘Señor, auméntanos la fe’, le piden. Hay que tener mucha fe pensaban para poder superar muchas de aquellas cosas con las que tenían que enfrentarse, hay que tener mucha fe porque el camino parece que se hace exigente. ‘Auméntanos la fe’.

Como pedimos nosotros también, porque nos parece que no creemos lo suficiente para aceptar todo el evangelio de Jesús; como pedimos porque el camino se nos hace duro, porque parece que hay muchas cosas en contra o que el mal lleva por adelantada su victoria. Pedimos fe cuando vemos cosas también en nuestro entorno que no nos gusta o que nos hacen daño; pedimos fe cuando tan difícil se nos hace la convivencia como para sentirnos de verdad hermanos, porque se nos hace tan difícil mirar a los demás con una mirada limpia. Pedimos fe cuando nos cuesta perdonar y el fuego del resquemor, de la intolerancia, de los resentimientos, de los deseos de venganza quizá que sentimos dentro de nosotros, parece que nada ni nadie lo puede apagar.  Pedimos fe, tendríamos que pedir mucha fe, pero no solo con los labios.

Y nos habla Jesús de la fe como un granito de mostaza, capaz de mover montañas o de arrancar una morera para que se plante en el mar. Es que quizás la fe la hemos convertido en una rutina, en un adorno externo, en una medalla que llevamos al cuello igual que podríamos llevar otra cosa, porque lo que necesitamos es que le demos autenticidad a nuestras palabras de fe. Que aquello que expresamos con nuestra palabra lo estemos expresando de verdad con nuestra vida. No nos vale simplemente que el domingo cuando llegue ese momento en la celebración recitemos el credo, pero sin ser conscientes de las palabras que vamos pronunciando en ese momento.

Es la autenticidad de una profesión de fe recitando el credo como tiene que ser la autenticidad de nuestras oraciones. No son cosas que simplemente recitamos de memoria o vamos quizás repitiendo mentalmente mientras el sacerdote en la misa va pronunciándolas. Son cosas que más que decir tenemos que sentir; más que unas palabras que recitamos tiene que ser algo que vamos sintiendo de verdad en el corazón. Decimos quizás ‘te rogamos, óyenos’, porque ahora toca decir eso, pero nuestra mente está en otra cosa muy lejos incluso del lugar en el que estamos. Nos hace falta más autenticidad en la vida, en nuestras oraciones, en la proclamación de nuestra fe.

 

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