Hoy
nos toca regalar a María en su cumpleaños, acogerla en nuestro corazón y
regalarle la flor de nuestra disponibilidad para que se plante siempre en
nosotros la Palabra de Dios
Miqueas 5, 1-4ª; Sal 12; Mateo 1,
18-23
Podíamos
decir que es de hijo bien nacido el celebrar el cumpleaños de la madre. Lo
llevamos en la sangre. Lo vemos en cualquier casa y más hoy que somos tan dados
a celebraciones y fiestas. Por muy humilde que se sea y escasos sean los
recursos siempre hay para una flor, para un detalle que los hijos ofrecen con
amor a su madre; cuando nos falta, y a todos nos llegan esos momentos, vienen
los recuerdos, las añoranzas, los sentimientos porque quizá no siempre la
festejamos como se merecía, nunca supimos corresponder al amor de una madre.
Hoy es el día
de nuestra madre, la que nos regaló Jesús en la cruz, la que era la madre de
Dios pero Jesús quiso que también fuera nuestra madre. ‘Ahí tienes a tu
madre’, le decía Jesús a Juan desde la cruz en la hora suprema de la
muerte; fue algo hermoso que nos dejó como herencia, el regalo de una madre.
Hoy 8 de septiembre celebramos la natividad de la Virgen María.
En la devoción
popular muchos con los nombres diversos con que la llamamos y festejamos en
este día según sean los pueblos y lugares. Recordando brevemente en el entorno
más cercano a donde vivo, la llamamos la Virgen de la Luz o la Virgen de los
Remedios como advocaciones muy comunes en muchos de nuestros pueblos, pero la
llamamos también Nuestra Señor del Socorro que es como una réplica de la Virgen
de Candelaria pues se celebra en aquellos lugares donde fue encontrada su
imagen o la Virgen del Pino como la celebran en una de nuestras islas o también
Virgen de la Natividad recordando su nacimiento.
El evangelio
nada nos dice del nacimiento de María, pues todo girará siempre en torno a
Jesús; pero los evangelios apócrifos nos hablarán del lugar del nacimiento de
María en las cercanías del templo de Jerusalén donde hoy se levanta una
basílica en su honor. Lo que sí podemos considerar como algo muy especial su
nacimiento, pues recordamos que hace nueve meses celebramos su Inmaculada
Concepción para contemplar cómo ella, en virtud de los merecimientos de Cristo
Jesús, ya que iba a ser su madre, fue preservada de todo pecado, siempre
inmaculada desde el primer instante de su concepción y posterior nacimiento.
Si la
Escritura pone en labios de Jesús, en su entrada en el mundo, aquellas palabras
proféticamente señaladas en la oración de los salmos ‘aquí estoy, oh Dios,
para hacer tu voluntad’, ¿qué podríamos decir de ese nacimiento de María
que un día llegaría a proclamar que era la esclava del Señor y que se cumpliera
en ella según su palabra?
Podríamos
atrevernos a decir que así se sentía ella desde que tuvo conocimiento de sí
misma, para buscar siempre y en todo lo que era la voluntad del Señor para su
vida. De ahí la disponibilidad y la generosidad de su corazón, disponible para
la voluntad de Dios, disponible siempre para el servicio a los demás. Podríamos
decir que fue como el lema de su vida, en todo siempre y por encima de todo la
voluntad de Dios, que se realizara en ella lo que era la Palabra de Dios.
Cuando
hacemos un regalo a alguien a quien queremos y más cuando queremos hacer un
regalo a la madre, buscaremos lo que más le agrade, lo que más le haga feliz.
Hoy nos toca regalar a María, cuando tantos regalos de ella hemos recibido en
forma de gracia a lo largo de nuestra vida. José le hizo el regalo de su
confianza para aceptar lo que en ella venía de Dios y la acogió en su casa.
Juan la recibió en la cruz como madre y la acogió en su casa. Nosotros que la
tenemos como madre también queremos acogerla en la casa de nuestra vida pero
además queremos ofrecerle una flor.
La flor que
le ofrezcamos hoy a María sea el de nuestra disponibilidad para que también
nosotros se realice siempre lo que es la voluntad de Dios. Como lo hizo ella. Ya
ella también nos enseñó a hacerlo, aunque como sucede siempre tantas veces
hemos olvidado. A nosotros nos decía, como a aquellos sirvientes de las bodas
de Caná, ‘haced lo que El os diga’. Hoy le decimos a María que así
queremos hacer siempre lo que nos dice el Señor, así queremos nosotros también
plantar en nuestro corazón la Palabra de Dios. No dejemos marchitar esa flor.
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