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lunes, 5 de septiembre de 2022

Quitemos los filtros de malicia y desconfianza de nuestra mirada para descubrir y valorar siempre todo lo bueno que encontramos en los demás

 


Quitemos los filtros de malicia y desconfianza de nuestra mirada para descubrir y valorar siempre todo lo bueno que encontramos en los demás

1Corintios 5, 1-8; Sal 5; Lucas 6, 6-11

En la vida siempre hay quien lleva filtros en los ojos. Como esos que siempre llevan entintados los cristales de sus gafas; entonces todo lo que miran es con el color del cristal a través del cual están mirando. Lo pueden ver todo turbio o lo pueden ver con negruras, depende de la suciedad a través de la cual miran o de la oscuridad que llevan en la vida.

Cuando nos entra desconfianza en el corazón hacia alguien siempre veremos de manera turbia todo lo que haga esa persona; diremos que esa persona obra por mala intención sin darnos cuenta que quienes llevamos la mala intención en el corazón somos nosotros con nuestra desconfianza, o con nuestra malicia. Personas que siempre están al acecho, están detrás de las mirillas de sus ventanas observando, interpretando, juzgando… condenando, porque las cosas no son como a ellos les gustaría, porque con nuestra malicia interpretamos lo que hacen poniendo malicia o doble intención.

Nacen las criticas sin razón y siempre destructivas. Aparecen las discriminaciones y los rechazos. No somos capaces de ver lo bueno porque siempre tendremos ‘un pero’ que poner. Está detrás nuestra autosuficiencia y el desprecio. Son nuestras miradas puritanas pero que encierran una falsedad en nuestro corazón. Nos volveremos destructivos porque siempre queremos echar abajo lo que los otros realicen y a la menor oportunidad trataremos de rehacer a nuestra manera lo que los otros hayan realizado. No se soporta lo bueno que puedan hacer los demás sobre todo si consideramos que no son de los nuestros.

Lo estamos viendo en el día a día de nuestra sociedad; somos tan partidistas que solo lo que hagan los nuestros será bueno; en nosotros no veremos nunca ningún defecto, ningún error, trataremos de ocultar los fallos que puedan tener los que son de nuestro bando, intentaremos salpicar de maldad todo lo que hacen los demás. No somos capaces de caminar en nuestra sociedad aunando esfuerzos; no queremos escuchar lo que nos puedan ofrecer los demás, aunque luego cuando ya no nos quede más remedios intentaremos hacerlo como si fueran ideas nuestras cuando antes siempre estábamos en contra. Problemas del día a día de nuestra vida social donde tampoco sabemos perder y reconocer el éxito que puedan lograr los demás.

¿Cuándo aprenderemos a buscar lo bueno y lo mejor entre todos en un armonioso diálogo? ¿Cuándo dejaremos a un lado esa acritud que tan fácilmente aparece en los diálogos o discusiones que podamos mantener para ofrecer cada cual las mejores ideas para el bien de todos? Lo malo es que estas actitudes de nuestros dirigentes van contagiando a todos, y las nuevas generaciones serán igualmente partidistas, poco dialogantes y violentas. Nos quejamos de esa violencia que cada vez más agravada en multitud de actos públicos, pero ¿a quien están imitando? ¿Qué se ve en los que se llaman dirigentes de nuestra sociedad?

Son aspectos humanos que tenemos que saber mejorar, son actitudes nuevas que tenemos que saber poner en juego en nuestra sociedad quienes nos decimos seguidores de Jesús. El padeció también esas violencias y rechazos. Hoy hemos escuchado en el evangelio que en la sinagoga aquel sábado estaban al acecho de lo que pudiera hacer Jesús. Y el que pasó haciendo el bien no podía dejar que un ser humano siguiera sufriendo simplemente por la intransigencia de algunos.

Había allí un hombre con una mano paralizada, pero no querían permitir que Jesús lo curara, estaban al acecho; ya estaban apareciendo las desconfianzas contra Jesús y todo lo que hacia Jesús tenía que pasar por el filtro de aquellos ojos llenos de desconfianza y de maldad.

Y Jesús nos dice que siempre tenemos que hacer el bien, que no podemos permitir el sufrimiento de nadie si está en nuestras manos remediarlo; Jesús nos está pidiendo que vayamos por la vida con  mirada limpia sabiendo recoger todo lo bueno, venga de donde venga. Jesús nos pide que no andemos encorsetados con normas y preceptos que no ayudan al bien del hombre, al bien de la persona. Jesús nos está pidiendo que comencemos a hacer un mundo de mayor armonía y paz, que busquemos siempre el encuentro y el diálogo, que sepamos respetar y valor lo bueno del otro, que arranquemos de una vez para siempre las malicias y desconfianzas del corazón. Son los estilos del Reino de Dios.

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