El
relato del evangelio nos interpela y nos interroga para analizar bien a quienes
escogemos como compañeros de camino también en la vida de nuestras comunidades
Amós 8,4-6.9-12; Sal. 118; Mateo 9,9-13
Seguimos
llevándonos por las apariencias. Aunque digamos que no, que no discriminamos a
nadie. Pero pensemos a los amigos que vamos a llevar con nosotros si queremos
emprender un camino; pensemos a quien escogemos si vamos a realizar una tarea
ardua en la que se pueden poner en juego muchas cosas y que de alguna manera podría
marcar un futuro; pensemos en los cuestionamientos que nos hacemos si hay una
tarea social en nuestro entorno en la que podríamos participar, pero para ver
qué clase de personas son las que van a participar.
Y pensemos en
las ciertas reticencias o desconfianzas que no las decimos pero las tenemos por
dentro ante un inmigrante, un latino que haya venido de América, alguien que
haya llegado de más allá de las fronteras de Europa, o una persona de color que
haya llegado a nuestras tierras, ya fuera en patera o por cualquier otro medio;
y vemos a la hija que se ha hecho muy amigable de aquel muchachito de color y
comenzamos a preguntarnos de donde viene, y quien es, y qué hace, y no se cuántas
cosas más… De muchas maneras, sutiles muchas veces, seguimos llevándonos por
las apariencias.
Sucede hoy
como ha sucedido siempre, pero no significa que ésas tengan que ser nuestras
posturas. La elección que Jesús hace en aquella ocasión de alguien a quien
invita a seguirle produce muchos comentarios, o en una palabra, no era bien
vista por todos, como no lo eran las compañías de las que se rodeaba Jesús.
En lo que hoy
nos relata el evangelio vemos que Jesús al pasar por delante de la garita de un
recaudador de impuestos, se detiene e invita a aquel hombre al que todos
consideraban un publicano para seguirle y para estar con El. Leví está allí en
sus tareas de cobrador de impuestos, de cambista o prestamista que era algo que
iba unido en aquella profesión y pasó Jesús le dijo ‘Sígueme’, y nos
dice que ‘se levantó y lo siguió’.
Podría haber
tenido otros criterios Jesús en la elección de sus seguidores, y sobre todo de
aquellos que luego de una manera especial iba a llamar para ser los apóstoles.
Como un día se había detenido al pie de aquella higuera para decirle al que
estaba escondido entre sus ramas que quería hospedarse en su casa, y era
también un publicano.
Los fariseos,
los maestros de la ley eso no lo entienden ni lo entenderán nunca. ‘Vuestro
maestro come con publicanos y pecadores’, les echarán en cara a los discípulos
de Jesús. ¿Cómo es que os mezcláis con tan variada gente sin mirar a quien
Jesús está escogiendo?, podría ser la consideración que de alguna manera en su crítica
le estaban haciendo. ¿Es que también vosotros os mezcláis con todos, sea quien
sea?
Quizá sea una
consideración que aun nosotros llevamos en nuestro interior. Algunas veces
seguimos sin entender, o no nos atrevemos a dar el paso a la manera de Jesús. Tenemos
que ser sinceros con aquellas consideraciones que nos hacíamos para comenzar
esta reflexión. Tendríamos que analizarlo en nuestras actitudes personales, en
las cosas que realizamos y que no les damos importancia, pero que de alguna
manera ocultan esas discriminaciones que tantas veces en la vida vamos
haciendo.
Tendríamos que
analizarlo en nuestro actuar como iglesia en nuestras comunidades, porque quizá
seguimos reservando puestos de honor, porque quizás seguimos dejando a la
puerta aquellas personas que no nos agradan, porque quizá aun no todos se
sienten a gusto en nuestras comunidades porque notan ciertas miradas quizá
compasivas, pero que no siempre son las miradas limpias y llenas de amor de
quienes sabemos acogernos los unos a los otros.
El relato del
evangelio nos interpela, nos interroga por dentro; no nos quedemos en juzgar
las actitudes de las gentes en los tiempos de Jesús sino que ahí tenemos que
ver cómo eso quizá se está reflejando de alguna manera en nuestras actitudes o
en nuestra manera de actuar. El relato nos anima a abrir los ojos con una
mirada nueva y distinta, a que evitemos esas miradas superficiales con las que
vamos tantas veces en la vida, fijándonos solo en apariencias, buscando honores
o reconocimientos, pero no teniendo la apertura de corazón que nos pide Jesús. Sepamos
descubrir el misterio de Dios que se oculta en cada persona y aprendamos
entonces a amarla de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario