Qué
libertad de espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de
todos los innecesarios apegos del corazón y sabremos lo que es la verdadera
felicidad
Amós 2,6-10.13-16; Sal. 49; Mateo 8, 18-22
Siempre
andamos buscando seguridades, garantías; no nos gusta arriesgarnos; si tenemos
que hacerlo que haya algunas garantías de que las cosas no me van a salir mal,
que no voy a salir perjudicado; todo muy seguro, todo atado y bien atado. Será
lo que intentamos en nuestros juegos, pero también en las cosas más serias como
nuestros negocios; pero cuando la vida va con cierta normalidad y tenemos
garantizadas nuestras seguridades, si algo nuevo se nos ofrece, tenemos que
saber bien lo que vamos a hacer y las garantías que nos puedan dar.
Y andamos haciéndonos
nuestras reservas y nuestras previsiones, previsión de futuro decimos en tantas
cosas; y no es simplemente la previsión de la seguridad social o el futuro de
unas pensiones sino que en aquello bueno que hacemos o intentamos hacer también
queremos esas garantías. ¿Será la búsqueda de una recompensa por lo que
hacemos? pero es que hasta en la hora de la generosidad siempre estamos
pensando hasta dónde podemos llegar, porque no nos vamos a quedar sin nada. Qué
complicado es todo esto.
Se nos
complica, por decirlo así, cuando viene Jesús y nos invita a seguirle, o
nosotros en un momento de fervor decimos que queremos seguirle, y nos dice que
no tendremos donde reclinar la cabeza. Y se nos pone de modelo El. ‘Las
raposas tienen sus madrigueras, y los pájaros tienen sus nidos, pero el Hijo
del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. ¿Es que eso es lo que vamos
a obtener si respondemos a su llamada y optamos por seguirle?
Y a otro que
anda preocupado de cómo andan las cosas por su casa o por su familia, que si
tiene que ir a enterrar a su padre que ha muerto, le dice tajantemente que los
muertos se encarguen de los muertos. ¿Podría parecer inhumano? Ya algunos dirán
que dura es su doctrina; algunos cuando Jesús les pide que sean capaces de
vender lo que tienen para repartir su dinero entre los pobres, dan la media
vuelta y se marchan, a pesar de que hasta entonces habían manifestado una
grandeza de corazón intentando ser fieles y cumplidores, pero a eso no están
dispuestos, como le sucedió a aquel joven rico.
¿Es así de
radical el Reino de Dios? ¿Es así de radical el seguimiento de Jesús? Nos
asusta. Pero Jesús a nosotros también nos dice: ‘Tú, sígueme’. Optar por
el Reino de Dios no es cualquier cosa. Mucha tiene que ser la transformación
que se haga de la vida para hacer que en verdad sea Dios el centro de nuestra
vida. ¿No decimos que es nuestro rey? ¿No decimos que es el Señor? Nos dirá que
no podemos servir a dos señores.
Es poner las
cosas en su sitio. Es buscar en verdad lo que es lo primero y lo importante y
convertirlo en nuestro centro. ‘Buscad el Reino de Dios y su justicia, que
lo demás se os dará por añadidura’, nos dirá en otro momento. No es
abandonar así porque sí, es buscar lo primordial. Porque no quiere que andemos
con amarguras, nos quiere felices, pero cuando vivimos con ataduras no podremos
ser felices porque nuestro corazón estará apegado a aquellas cosas de manera
que si le faltan parecería que le habían arrancado un trozo del corazón.
Es lo que
pasa cuando nos estamos haciendo reservas, parecería que esas reservas son lo
importante. ¿Dónde está la disponibilidad y la generosidad? Qué libertad de
espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de todo lo
innecesario y nos arrancamos esos apegos en el corazón. Sabremos entonces lo
que es la verdadera felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario