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lunes, 27 de junio de 2022

Qué libertad de espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de todos los innecesarios apegos del corazón y sabremos lo que es la verdadera felicidad

 


Qué libertad de espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de todos los innecesarios apegos del corazón y sabremos lo que es la verdadera felicidad

Amós 2,6-10.13-16; Sal. 49; Mateo 8, 18-22

Siempre andamos buscando seguridades, garantías; no nos gusta arriesgarnos; si tenemos que hacerlo que haya algunas garantías de que las cosas no me van a salir mal, que no voy a salir perjudicado; todo muy seguro, todo atado y bien atado. Será lo que intentamos en nuestros juegos, pero también en las cosas más serias como nuestros negocios; pero cuando la vida va con cierta normalidad y tenemos garantizadas nuestras seguridades, si algo nuevo se nos ofrece, tenemos que saber bien lo que vamos a hacer y las garantías que nos puedan dar.

Y andamos haciéndonos nuestras reservas y nuestras previsiones, previsión de futuro decimos en tantas cosas; y no es simplemente la previsión de la seguridad social o el futuro de unas pensiones sino que en aquello bueno que hacemos o intentamos hacer también queremos esas garantías. ¿Será la búsqueda de una recompensa por lo que hacemos? pero es que hasta en la hora de la generosidad siempre estamos pensando hasta dónde podemos llegar, porque no nos vamos a quedar sin nada. Qué complicado es todo esto.

Se nos complica, por decirlo así, cuando viene Jesús y nos invita a seguirle, o nosotros en un momento de fervor decimos que queremos seguirle, y nos dice que no tendremos donde reclinar la cabeza. Y se nos pone de modelo El. ‘Las raposas tienen sus madrigueras, y los pájaros tienen sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. ¿Es que eso es lo que vamos a obtener si respondemos a su llamada y optamos por seguirle?

Y a otro que anda preocupado de cómo andan las cosas por su casa o por su familia, que si tiene que ir a enterrar a su padre que ha muerto, le dice tajantemente que los muertos se encarguen de los muertos. ¿Podría parecer inhumano? Ya algunos dirán que dura es su doctrina; algunos cuando Jesús les pide que sean capaces de vender lo que tienen para repartir su dinero entre los pobres, dan la media vuelta y se marchan, a pesar de que hasta entonces habían manifestado una grandeza de corazón intentando ser fieles y cumplidores, pero a eso no están dispuestos, como le sucedió a aquel joven rico.

¿Es así de radical el Reino de Dios? ¿Es así de radical el seguimiento de Jesús? Nos asusta. Pero Jesús a nosotros también nos dice: ‘Tú, sígueme’. Optar por el Reino de Dios no es cualquier cosa. Mucha tiene que ser la transformación que se haga de la vida para hacer que en verdad sea Dios el centro de nuestra vida. ¿No decimos que es nuestro rey? ¿No decimos que es el Señor? Nos dirá que no podemos servir a dos señores.

Es poner las cosas en su sitio. Es buscar en verdad lo que es lo primero y lo importante y convertirlo en nuestro centro. ‘Buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura’, nos dirá en otro momento. No es abandonar así porque sí, es buscar lo primordial. Porque no quiere que andemos con amarguras, nos quiere felices, pero cuando vivimos con ataduras no podremos ser felices porque nuestro corazón estará apegado a aquellas cosas de manera que si le faltan parecería que le habían arrancado un trozo del corazón.

Es lo que pasa cuando nos estamos haciendo reservas, parecería que esas reservas son lo importante. ¿Dónde está la disponibilidad y la generosidad? Qué libertad de espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de todo lo innecesario y nos arrancamos esos apegos en el corazón. Sabremos entonces lo que es la verdadera felicidad.

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