Habrá
que renovar y reavivar de nuevo ese momento de encuentro con Cristo para que de
nuevo caldeemos nuestro espíritu y lo pongamos en verdadera sintonía de amor
Hechos 12, 1-11; Sal 33; 2Timoteo 4, 6-8.
17-18; Mateo 16, 13-19
Hay momentos
que resultan transcendentales en la vida de una persona, encuentros con alguien
que nos cautiva y no pensamos ya en lo físico sino porque encontramos en esa
persona algo que nos llama la atención, algo que nos hace plantearnos las cosas
de otra manera, algo que nos hace dar un viraje a nuestra existencia. Una
palabra, una mirada, un gesto que nos llama la atención, una cercanía que no
encontramos en otro lugar, nos hace persistir en aquella amistad, en aquella
nueva sintonía que ha surgido en lo más hondo, aunque también haya momentos en
los que dudamos o hasta nos echamos para detrás. Pero siempre vamos a encontrar
aquella mirada que nos invita a seguir caminando, a levantarnos porque con esa
persona junto a nosotros sabemos que todo puede ser distinto, todo va a ser distinto.
Aquel
pescador del lago de Tiberíades hubiera pasado el resto de su vida en el
anonimato y quizá no hubiera destacado en nada especial. Es cierto que era
trabajador y muy impulsivo, pero su corazón latía con fuerza en su propia dirección
en sus intereses hasta que encontró una nueva sintonía, en una mirada, en una
llamada, en un encuentro en el que sintió desde el primer momento que confiaban
en él.
La palabra de
su hermano Andrés, a pesar de sus reticencias, le había hecho ir al encuentro
con Jesús, pero desde el primer momento sintió que había algo especial, porque
sin conocerle ya le anunciaba que algo grande podría suceder en su vida. Y
aunque manteniendo su trabajo con las redes en aquel lago había ido acercándose
a Jesús. Con El se sentía invitado a algo nuevo, le anunciaba que otra sería su
pesca cuando pasaba Jesús junto a ellos en las playas de aquel lago.
Y tras aquel
momento en que él también había confiado en la palabra de Jesús, pues en su
nombre había echado las redes cuando sabía que no había pescado, se había
encontrado que en verdad algo nuevo había en Jesús pues la pesca había sido muy
abundante. Entonces se sintió pequeño y pecador y casi quería irse lejos porque
descubría que el misterio de Dios se manifestaba en Jesús. Pero Jesús le había
dicho que en adelante sería pescador de otros mares, con otras redes, porque
seria pescador de hombres.
Ya para
entonces sus caminos serían los caminos de Jesús. Con Jesús recorrería las
aldeas y poblaciones de Galilea y con Jesús subiría a Jerusalén. Su casa, por
no decir su corazón, había comenzado a ser la casa de Jesús, pues en Cafarnaún
se había establecido. Se sentía especialmente guiado por Jesús, porque a El y a
otros que había llamado para conformar el grupo de los Doce les enseñaba las cosas
del Reino de manera especial.
En aquellos
caminos por los alrededores de Galilea, fuera casi de sus fronteras, allá en
las fuentes del Jordán, había llegado un momento importante. Jesús hacía una
encuesta, qué piensa la gente, qué pensáis vosotros del Hijo del hombre. Tras
las generalidades que recogían las expresiones que les escuchaban a la gente,
será Simón Pedro el que se adelante para dar la respuesta. ‘Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios vivo’. Y ahora había sido la confirmación de la
promesa que se vislumbrara en aquel primer encuentro, porque Jesús le dirá, ‘Tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’.
Ya Pedro no
veía sino por los ojos de Jesús, aunque hubiera momentos en que no entendiera
del todo las palabras y los anuncios de Jesús. Había hablado Jesús de una nueva
Pascua, porque había hablado de entrega y de muerte por amor, pero eso Pedro no
lo podía entender, ni él quería tampoco permitirlo. ‘Eso no puede pasarte a
ti’, aunque Jesús lo aparte a un lado como si fuera una tentación.
Pero seguía
con Jesús, seguía empapándose de Jesús. En otro momento de crisis cuando
incluso la gente abandona porque no entienden las palabras de Jesús, allá en la
sinagoga de Cafarnaún cuando lo del pan de Vida, lo del pan bajado del cielo y
lo de comer su carne, será Pedro el que responderá que a donde van a ir si solo
Jesús tiene palabras de vida eterna. Lo había encontrado todo en Jesús aunque
en su audacia por estar cerca de Jesús, incluso después del prendimiento,
dudará y se acobardará ante las palabras y preguntas de unos sirvientes porque
ahora sí teme que a él le pueda pasar lo mismo.
Pero la
mirada al paso de Jesús le había hecho comprender el error de aquel momento de
debilidad, y más será cuando en un nuevo encuentro con Jesús, de nuevo junto al
mar de Galilea, a pesar de su caída, Jesús le dirá que solo importa que le ame
y que le siga amando. Sería pescador de nuevos mares, sería pastor de nuevos
rebajos, ovejas y corderos que Jesús confiaba, seguía confiando a su cuidado.
Y todo había
comenzado en un momento, en un encuentro, en una mirada quizás, en un sentir
que alguien ya desde el primer momento confiaba en él. Bástenos en esta fiesta
de san Pedro hacer este rápido de recorrido para que también nosotros nos
hagamos preguntas. Un recorrido semejante podríamos hacer con aquel Saulo que
un día se encontró con aquel Jesús a quien en este caso perseguía en el camino
de Damasco. Desde ese encuentro también todo había sido distinto, porque ya
luego no seria Saulo sino Pablo que se convertiría en el apóstol de los
gentiles, y quien diría que su vivir era Cristo y nada más. También hoy lo
recordamos y lo celebramos.
¿Cuál ha sido
nuestro momento de encuentro con Cristo? No puede ser que simplemente nos
hayamos acostumbrado a ser o a llamarnos cristianos desde siempre. Tenemos que
detenernos un poco, pararnos a pensar en ese momento que habrá sido decisivo en
nuestra vida para mantenernos firmes en nuestra fe y que se habrá convertido en
ese motor, en esa brújula de nuestra existencia.
Habrá quizá
que renovar y reavivar de nuevo ese momento para que de nuevo caldeemos nuestro
espíritu para que lo pongamos en verdadera sintonía de amor. Como a Pedro,
porque nosotros hemos sido y somos también muy débiles, Jesús nos está diciendo
que con solo nuestro amor basta. Queremos seguir amando, queremos intensificar
nuestro amor, queremos decirle también como Pedro, ‘Tú, Señor, lo sabes
todo, Tú sabes que te amo’.
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