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miércoles, 29 de junio de 2022

Habrá que renovar y reavivar de nuevo ese momento de encuentro con Cristo para que de nuevo caldeemos nuestro espíritu y lo pongamos en verdadera sintonía de amor


Habrá que renovar y reavivar de nuevo ese momento de encuentro con Cristo para que de nuevo caldeemos nuestro espíritu y lo pongamos en verdadera sintonía de amor

Hechos 12, 1-11; Sal 33; 2Timoteo 4, 6-8. 17-18; Mateo 16, 13-19

Hay momentos que resultan transcendentales en la vida de una persona, encuentros con alguien que nos cautiva y no pensamos ya en lo físico sino porque encontramos en esa persona algo que nos llama la atención, algo que nos hace plantearnos las cosas de otra manera, algo que nos hace dar un viraje a nuestra existencia. Una palabra, una mirada, un gesto que nos llama la atención, una cercanía que no encontramos en otro lugar, nos hace persistir en aquella amistad, en aquella nueva sintonía que ha surgido en lo más hondo, aunque también haya momentos en los que dudamos o hasta nos echamos para detrás. Pero siempre vamos a encontrar aquella mirada que nos invita a seguir caminando, a levantarnos porque con esa persona junto a nosotros sabemos que todo puede ser distinto, todo va a ser distinto.

Aquel pescador del lago de Tiberíades hubiera pasado el resto de su vida en el anonimato y quizá no hubiera destacado en nada especial. Es cierto que era trabajador y muy impulsivo, pero su corazón latía con fuerza en su propia dirección en sus intereses hasta que encontró una nueva sintonía, en una mirada, en una llamada, en un encuentro en el que sintió desde el primer momento que confiaban en él.

La palabra de su hermano Andrés, a pesar de sus reticencias, le había hecho ir al encuentro con Jesús, pero desde el primer momento sintió que había algo especial, porque sin conocerle ya le anunciaba que algo grande podría suceder en su vida. Y aunque manteniendo su trabajo con las redes en aquel lago había ido acercándose a Jesús. Con El se sentía invitado a algo nuevo, le anunciaba que otra sería su pesca cuando pasaba Jesús junto a ellos en las playas de aquel lago.

Y tras aquel momento en que él también había confiado en la palabra de Jesús, pues en su nombre había echado las redes cuando sabía que no había pescado, se había encontrado que en verdad algo nuevo había en Jesús pues la pesca había sido muy abundante. Entonces se sintió pequeño y pecador y casi quería irse lejos porque descubría que el misterio de Dios se manifestaba en Jesús. Pero Jesús le había dicho que en adelante sería pescador de otros mares, con otras redes, porque seria pescador de hombres.

Ya para entonces sus caminos serían los caminos de Jesús. Con Jesús recorrería las aldeas y poblaciones de Galilea y con Jesús subiría a Jerusalén. Su casa, por no decir su corazón, había comenzado a ser la casa de Jesús, pues en Cafarnaún se había establecido. Se sentía especialmente guiado por Jesús, porque a El y a otros que había llamado para conformar el grupo de los Doce les enseñaba las cosas del Reino de manera especial.

En aquellos caminos por los alrededores de Galilea, fuera casi de sus fronteras, allá en las fuentes del Jordán, había llegado un momento importante. Jesús hacía una encuesta, qué piensa la gente, qué pensáis vosotros del Hijo del hombre. Tras las generalidades que recogían las expresiones que les escuchaban a la gente, será Simón Pedro el que se adelante para dar la respuesta. ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’. Y ahora había sido la confirmación de la promesa que se vislumbrara en aquel primer encuentro, porque Jesús le dirá, ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’.

Ya Pedro no veía sino por los ojos de Jesús, aunque hubiera momentos en que no entendiera del todo las palabras y los anuncios de Jesús. Había hablado Jesús de una nueva Pascua, porque había hablado de entrega y de muerte por amor, pero eso Pedro no lo podía entender, ni él quería tampoco permitirlo. ‘Eso no puede pasarte a ti’, aunque Jesús lo aparte a un lado como si fuera una tentación.

Pero seguía con Jesús, seguía empapándose de Jesús. En otro momento de crisis cuando incluso la gente abandona porque no entienden las palabras de Jesús, allá en la sinagoga de Cafarnaún cuando lo del pan de Vida, lo del pan bajado del cielo y lo de comer su carne, será Pedro el que responderá que a donde van a ir si solo Jesús tiene palabras de vida eterna. Lo había encontrado todo en Jesús aunque en su audacia por estar cerca de Jesús, incluso después del prendimiento, dudará y se acobardará ante las palabras y preguntas de unos sirvientes porque ahora sí teme que a él le pueda pasar lo mismo.

Pero la mirada al paso de Jesús le había hecho comprender el error de aquel momento de debilidad, y más será cuando en un nuevo encuentro con Jesús, de nuevo junto al mar de Galilea, a pesar de su caída, Jesús le dirá que solo importa que le ame y que le siga amando. Sería pescador de nuevos mares, sería pastor de nuevos rebajos, ovejas y corderos que Jesús confiaba, seguía confiando a su cuidado.

Y todo había comenzado en un momento, en un encuentro, en una mirada quizás, en un sentir que alguien ya desde el primer momento confiaba en él. Bástenos en esta fiesta de san Pedro hacer este rápido de recorrido para que también nosotros nos hagamos preguntas. Un recorrido semejante podríamos hacer con aquel Saulo que un día se encontró con aquel Jesús a quien en este caso perseguía en el camino de Damasco. Desde ese encuentro también todo había sido distinto, porque ya luego no seria Saulo sino Pablo que se convertiría en el apóstol de los gentiles, y quien diría que su vivir era Cristo y nada más. También hoy lo recordamos y lo celebramos.

¿Cuál ha sido nuestro momento de encuentro con Cristo? No puede ser que simplemente nos hayamos acostumbrado a ser o a llamarnos cristianos desde siempre. Tenemos que detenernos un poco, pararnos a pensar en ese momento que habrá sido decisivo en nuestra vida para mantenernos firmes en nuestra fe y que se habrá convertido en ese motor, en esa brújula de nuestra existencia.

Habrá quizá que renovar y reavivar de nuevo ese momento para que de nuevo caldeemos nuestro espíritu para que lo pongamos en verdadera sintonía de amor. Como a Pedro, porque nosotros hemos sido y somos también muy débiles, Jesús nos está diciendo que con solo nuestro amor basta. Queremos seguir amando, queremos intensificar nuestro amor, queremos decirle también como Pedro, ‘Tú, Señor, lo sabes todo, Tú sabes que te amo’.


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