Dejémonos
sorprender por el evangelio porque es el más hermoso tesoro que podemos
encontrar para nuestra vida, con Jesús siempre llegaremos a la plenitud
Jeremías 15,10.16-21; Sal 58; Mateo 13,44-46
Todos
queremos encontrar el tesoro. Son nuestros sueños, los que tenemos todos los
días. Hace unos días un amigo me decía que mala suerte había tenido; yo pensaba
que le había pasado alguna desgracia, algún accidente, y me cuenta, por un número
no se había sacado la primitiva; no sé como es eso de si por un número o no
dejas de sacarte un premio, no ando yo muy ducho en estas cosas, pero las
gentes son especialistas en esto de los juegos de la suerte. Estamos a ver si
nos encontramos el tesoro fácilmente, que la suerte nos acompañe.
Pero, ¿qué es
un tesoro en la vida? ¿Una joya preciosa de gran valor? ¿Una herencia que no esperábamos
y que la tía de turno nos dejó? ¿Algo que voy a acumular y ya me va a dar la
felicidad para siempre? ¿Un dinero que
tendré ahí acumulado y con sus intereses ya voy a vivir con toda comodidad sin
preocuparme de nada? ¿Nos quedaremos solo en lo material? ¿Buscaremos otros
tesoros?
Eso es lo
serio y lo importante, pero lo triste es que no todos quizá lo vemos así. Y así
andamos tan ciegos detrás de la suerte. ¿Algo quizá por lo que tengo que luchar
y buscar? Algo de eso puede haber, pero hay algo quizás mucho más misterioso y
grandioso. Porque quizás andaremos buscando motivos y razones para ser felices,
y eso está bien y también quiere el Señor que seamos felices. ¿Pero no será
algo mucho más hondo que sea lo que en verdad le dé un valor y sentido a mi
vida? ¿Será algo que me va a llevar a una plenitud de vida con lo que yo
realmente me halle plenamente realizado?
Hoy nos habla
Jesús en el evangelio con parábolas de tesoros encontrados y de perlas
preciosas que podemos conseguir. Y nos habla de que quien ha encontrado el
tesoro buscará la forma de poseer aquel campo donde esta escondido para poder
hacerse con él; o nos hablará de quien es capaz de vender todo lo que tiene
para adquirir aquella joya tan maravillosa.
¿Suerte? ¿Regalo?
¿Fruto de un esfuerzo? ¿Un atento esfuerzo y un discernimiento por descubrir lo
que realmente valen aunque tenga que desechar algunas cosas que pudieran ser
buenas también?
Y Jesús
cuando nos está proponiendo estas parábolas lo hace queriendo hablarnos de lo
que realmente tiene que ser el Reino de Dios en nuestra vida, algo por lo que
hemos de ser capaces de darlo todo. Encontrar lo que en verdad significa el
Reino de Dios es encontrar un tesoro, es encontrar la más maravillosa joya para
mi vida. ¿No había comenzado Jesús su predicación invitándonos a cambiar y
transformar nuestra vida para creer en la Buena Nueva del Reino de Dios?
Es lo que
significa para nosotros el encuentro con Jesús. Encontrarse con Jesús es una
buena noticia, la mejor buena noticia que nosotros podamos recibir. Pero nos
hemos acostumbrado y ha dejado de ser buena noticia para nosotros. Ya la fe no
es esa alegría que inunda y transforma totalmente nuestra vida. Hemos caído en
las rutinas, ya no nos preocupamos por encontrar ese tesoro; lo hemos
sustituido por otros tesoros que nos pueden parecer más grandiosos pero que
serán siempre efímeros y caducos.
Tenemos que
dejarnos sorprender por el evangelio, tenemos que dejarnos sorprender por el encuentro
con Jesús; tenemos que aprender a darle vida de verdad a lo que hacemos y a lo
que vivimos; tenemos que aprender a sentir esa alegría honda del evangelio que
hemos encontrado allá en lo más hondo de nosotros mismos.
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