Momentos
de soledad que pasamos en ocasiones con el viento de cara en la vida,
dificultades y contratiempos, sin saber como salir de la situación y Jesús que
viene a nuestro encuentro
1Juan 4, 11-18; Sal 71; Marcos 6, 45-52
En la vida nos acostumbramos a que la
vida vaya marchando con toda normalidad, sin tener mayores problemas sino las
cosas de cada día, que las cosas nos vayan saliendo más o menos sin
complicaciones que cuando nos surge una dificultad mayor parece que el mundo se
nos viene encima, perdemos el humor y
hasta parece que las ganas de vivir, fruncimos nuestro ceño, nos ponemos
adustos y parece como que perdiéramos la alegría de estar con los demás,
incluso con los más amigos.
Algunas veces no somos sensibles para
darnos cuenta de lo que les puede pasar a los que están a nuestro lado, pero
muchos dramas podríamos encontrar en esas personas a las que de un momento a
otro se le acumulan los problemas. Todos necesitaríamos un poco más de
sensibilidad para darnos cuenta de esos sufrimientos que pueden estar pasando
muchos a nuestro lado.
¿Qué hacer? ¿Cómo encontrar fuerzas?
¿Dónde encontrar recursos que nos levanten el espíritu? Quizás necesitamos
hacer alguna parada en la vida, en esa carrera loca en la que vivimos, para
encontrar esa serenidad del espíritu que tanto necesitamos. Descubrir donde
está nuestra fortaleza y que no estamos tan solos en esas situaciones.
Habían pasado un día los discípulos con
gratas y sorprendentes experiencias al lado de Jesús sobre todo en lo que había
sucedido en aquella tarde cuando le dio de comer a toda aquella multitud que en
torno a El se había reunido. Pero Jesús les había insistido en que tomaran la
barca y marcharan a la otra orilla y en estas estaban esa noche intentando
atravesar el lago. Intentando, porque aparecían las dificultades a las que
quizá como pescadores de aquel lago tendrían que estar acostumbrados. Pero
aquel viento en contra que se les había levantado impidiendo avanzar la barca era
algo que no les gustaba y comenzaba a preocuparles. Jesús se había querido
quedar en la orilla y ahora no estaba con ellos, cuando su presencia tanto les
reconfortaba.
Serán esos momentos de soledad que
pasamos en ocasiones con el viento de cara en la vida. Dificultades, problemas,
contratiempos, soledades y no saber como salir de la situación, como arrancar y
caminar hacia delante, cuando parece que todo lo que hace es retroceder. Nos
parece que nadie nos auxilia. Nos sentimos acaso abandonados de Dios. Es el
grito doloroso que algunas veces surge en nuestro interior y que nos llena de
dudas. Y cuando ya vamos con una actitud pasiva simplemente arrastrándonos
porque parece que hasta hemos perdido la última ilusión más oscuros se nos
vuelven los caminos de la vida.
Jesús se había quedado solo en la
montaña, pero como solía hacer tantas veces, era una soledad para encontrarse
con el Padre, era un momento de oración. Jesús no se desentendía de los que
abajo en el lago iban remando a la contra y sabía bien de las dificultades que
ya no eran solo los contratiempos de la meteorología lo que tenían sino que habían
comenzado a aparecer dudas en sus corazones.
Y Jesús va a su encuentro. Jesús viene
a su encuentro y no lo saben ver. Jesús camina sobre las aguas y ellos creen
ver un fantasma. ¿Les faltaba visión? ¿Les faltaba una visión de fe en la
dificultad por la que iban pasando? ¿No es un poco lo que a nosotros nos pasa
en esas situaciones difíciles, en esas noches oscuras de la vida?
‘No temáis, soy yo’, les dice Jesús. Y reconocerían su voz y reconocerían
su figura, y eran entonces conscientes de que Jesús estaba con ellos aunque les
pareciese lo contrario, y la barca comenzó a avanzar con toda normalidad, y las
fuerzas del viento contrario cesaron. Es lo que necesitamos nosotros, pero para
ello abramos los ojos de la fe, porque será la manera de que llegue la luz a
nosotros, entre la luz en nuestra alma. Jesús está con nosotros y es nuestra
luz.
Pero si antes hablamos de la necesidad
de nuestra sensibilidad ante lo que sucede en nuestro entorno, pensemos que
como Jesús sobre el agua de esas dificultades tendremos que caminar para ir al
encuentro de nuestros hermanos que sufren y ser esos signos de Jesús en sus
vidas que tanto necesitan. Nuestro amor y nuestra preocupación por los demás
han de convertirse en luz para esos corazones que en el fondo están necesitando
encontrarse con Jesús y a través nuestro pueden lograrlo.
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