Llega
a nosotros el Reino de Dios, nos sentimos amados de Dios, nunca nos podemos
sentir abandonados en nuestras oscuridades, el Señor nos sale a nuestro
encuentro
1Juan 3, 22–4, 6; Sal 2; Mateo 4, 12-17.
23-25
Aunque aun seguimos en el tiempo de la
Navidad y Epifanía hasta el próximo domingo cuando celebremos el Bautismo de Jesús
la proclamación del evangelio de estos días que restan hasta que comencemos el
tiempo ordinario dan un salto desde los episodios relacionados con la Infancia
de Jesús que hemos venido escuchando hasta su primera presentación al pueblo
con su predicación, como se nos dice hoy, establecido en Cafarnaún, algo así
como el centro de la Galilea, que viene a ser como un fogonazo de luz en medio
de aquellos pueblos y aquella gente.
Por eso el evangelista recuerda el
anuncio del profeta que nos habla del pueblo que andaba en tinieblas para quien
apareció una luz. ‘Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al
otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en
tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de
muerte, una luz les brilló’.
Ese primer anuncio que realiza Jesús en
Cafarnaún y en los pueblos colindantes donde comienza a predicar fue como un
ramalazo de luz. ¿Qué anuncia Jesús? La llegada del Reino de Dios para lo que
había que cambiar las actitudes profundas del corazón. Por eso la invitación a
escuchar es invitación a la conversión, porque sin ese cambio del corazón no podrán
entender todo lo que significa la llegada del Reino de Dios.
Era como decirles a los andaban en
tinieblas que podían encontrar la luz; era decirles a los que les parecía que
se encontraban abandonados y habían perdido la esperanza de que Dios les amaba,
y porque Dios les amaba llegaba el momento del Reino de Dios, y es que cuando
en verdad se sintieran amados de Dios sus vidas comenzarían a cambiar, la
esperanza renacía en el corazón.
Si le decimos a alguien que se siente
abandonado de todos, que se siente solo y aburrido en la vida porque cree que
nadie se preocupa de él, que se siente angustiado porque en su vida le parece
que no va a encontrar caminos para salir de su situación, si le decimos,
repito, que él si es amado, que hay quien le quiere y se preocupa por él, sus
actitudes cambian, en sus ojos puede comenzarse a descubrir un nuevo brillo y
resplandor. Y eso es lo que Jesús venía a decirles, que Dios no los había
abandonado, que Dios se preocupaba por ellos y su presencia era signo de ellos
con los milagros que iba realizando, que Dios les amaba y para ellos había
nuevos caminos que se abrirían ante sus vidas.
Ese es fundamentalmente el primer
anuncio que Jesús les hace. Pero hay que creerlo, hay que aceptarlo, hay que
comenzar a pensar de una manera distinta, hay que alejar sombras del corazón. Si
no nos creemos esas palabras todo nos puede sonar a cantos de sirena, por eso
les pide Jesús ese cambio de actitud, esa conversión del corazón. Y seguramente
sus corazones comenzaron a cantar de nuevo, sus ojos comenzaron a sonreír, los
reflejos de sus rostros serían distintos porque parecía que se les despertaba
la vida. Por eso es como lo que había anunciado el profeta; por eso ahora
vienen de todas partes a escuchar a Jesús, y Jesús con sus signos les va
mostrando lo que es el amor del Señor que no quiere para ellos sufrimiento sino
vida.
¿No tendremos nosotros también que
escuchar ese mensaje? ¿No tendremos igualmente que convencernos de que Dios nos
ama y no nos deja abandonados? ¿No tendremos que alejar tinieblas del corazón
para que comience a cantar de nuevo, porque con la presencia de Jesús nos
parece que nos sentimos siempre en primavera?
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