Mantengamos
firme nuestra esperanza y confianza en el Señor y podremos dar señales de ese
mundo nuevo del Reino de Dios porque
actuamos con la fuerza del Espíritu del Señor
Isaías 11, 1-10; Sal 71; Lucas 10, 21-24
Estamos en un tiempo nuevo. Lo
iniciamos el domingo, el Adviento con todo el amplio sentido de esperanza que
contiene, aunque ayer hicimos un alto al celebrar la fiesta de san Andrés. Pero
seguimos impregnándonos de su sentido.
Nos habla el profeta de un nuevo que
surgirá de una raíz y de un tronco que parece reseco y que no podría brotar.
Pero así son las maravillas de Dios, lo que nos parece imposible Dios lo puede
realizar. Para Dios nada hay imposible le dirá el ángel a María cuando le
anuncia que va a concebir un hijo, que será el Hijo del Altísimo, y cuando le
anuncia que la anciana Isabel ha concebido un hijo y ya está de seis meses.
Para Dios nada hay imposible.
Las imágenes que acompañan la profecía de Isaías que hoy hemos escuchado de ello nos están hablando también. Ese renuevo sobre el que reposa el Espíritu del Señor lo hará todo posible. Nos está hablando de tiempos nuevos en que todo ha de cambiar y nos propone imágenes que nos pueden parecer idílicas donde los animales salvajes no hacen daño sino que se apacientan junto a los animales domésticos por un niño que los pastorea a todos. Parece algo imposible, pero son los tiempos nuevos, los tiempos del Señor.
No nos quedamos en la literalidad de
las imágenes sino en lo que estas imágenes significan de esos tiempos nuevos
donde brillará la paz y la justicia, donde todo va a ser renovado y la
esperanza volverá a florecer en el corazón de los hombres trabajando todos por
una misma paz. ¿Será eso posible cuando vemos la realidad de nuestro mundo tan
lleno de enfrentamientos, de malos entendimientos, de corazones llenos de
maldad y de odio que parece que nunca saben respetar, de nuevas dictaduras no
ya impuestas quizás desde la fuerza de las armas pero si de tantas
manipulaciones que confunden, desorientan y terminan por llevarnos por esos caminos
de división y enfrentamiento?
Sí, es dura la realidad de lo que
vivimos con tanta manipulación y querer cada uno llevarse el agua a su molino
para imponer sus ideas sin el mínimo respeto a los derechos y opiniones de los
demás. Mucha confusión nos encontramos alrededor nuestro en todos los sentidos
cuando pretenden tantos hacernos comulgar con ruedas de molino de sus ideas, de
lo que ellos llaman libertad pero que es solo la imposición de su manera de
pensar. ¿Podemos hacer que este mundo nuestro cambie?
Si no tuviéramos esperanza nos veríamos
abocados a la desesperación y a la angustia. Pero tenemos la esperanza que de
verdad podemos hacer un mundo nuevo y mejor. Hemos de saber tener paciencia
porque la tarea no es fácil, pero tenemos la certeza de quien está con nosotros
y que no nos falta la fuerza del Espíritu del Señor. Como decía el profeta de
ese vástago que va a surgir ‘sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor…La
justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas’.
Quizá quienes nos escuchen no nos
entenderán y nos podrán decir que son imaginaciones ilusorias que podemos tener
en nuestra cabeza. Que no nosotros no entendemos lo que son los derroteros de
nuestro mundo. No temamos ni cejemos en nuestras esperanzas y nuestra confianza
en el Señor. Sabemos que solo con espíritu humilde, con corazón sencillo
podemos comprender los misterios del amor de Dios. Es lo que nos señala Jesús
hoy en el evangelio en su acción de gracias al Padre cuando regresan los discípulos
de la misión que Jesús les había encomendado y vienen entusiasmados porque como
decían hasta los espíritus inmundos se les sometían.
‘Te doy gracias, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha
parecido bien’, es la oración de acción de gracias de Jesús lleno del Espíritu
Santo como nos dice el evangelista. No temamos ser esos pequeños y al parecer
poco entendidos porque a nosotros sí se nos manifiesta el Señor allá en lo
hondo del corazón.
Mantengamos firme nuestra esperanza y
nuestra confianza en el Señor y podremos dar señales de ese mundo nuevo que
queremos construir. Para Dios nada hay imposible y nosotros actuamos con la
fuerza del Espíritu del Señor.
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