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miércoles, 2 de diciembre de 2020

Ojalá nos sentemos en esa mesa en común donde todo lo compartimos, donde todos nos encontramos, donde vivimos las señales del Reino de Dios también presente entre nosotros

 


Ojalá nos sentemos en esa mesa en común donde todo lo compartimos, donde todos nos encontramos, donde vivimos las señales del Reino de Dios también presente entre nosotros

Isaías 25, 6-10ª; Sal 22; Mateo 15, 29-37

Al escuchar los textos que nos ofrece hoy la Palabra de Dios que nos habla por una parte de ese festín de manjares suculentos preparado en el monte del Señor, del que nos habla el profeta, o de la multiplicación de aquellos siete panes y dos peces allá en el monte en los alrededores del lago de Tiberíades, me ha venido a la mente el recuerdo de algunas experiencias vividas en algunas comunidades por donde he estado.

Hay tradiciones, costumbres en los pueblos que algunas veces olvidamos pero que son fáciles de rescatar con un poco de entusiasmo como pueden ser esos días de fiesta en que se pone todo en común y se hace una comida con la participación de todos cada uno ofreciendo lo que buenamente puede y quiere. Son momentos hermosos en que lo de menos es lo mucho o lo bueno que comamos sino esa convivencia de sentirnos unidos como pueblo compartiendo entre todos lo que cada uno desde su sencillez y generosidad puede aportar. He de confesar que he vivido en ese sentido momentos muy hermosos, muchas veces casi surgidos desde la espontaneidad y generosidad de la gente.

Ya sé que hoy nos es más fácil encargar a un lugar que nos prepare la comida y llegamos allí y lo tenemos todo dispuesto; muchas veces quizá se hace así por determinadas circunstancias o quizá evitando el engorro de lo que hemos de preparar, pero la espontaneidad de lo que cada uno ofrece y todos compartimos tiene una enorme belleza y es señal de cosas hermosas que todos llevamos en el corazón pero que no siempre somos capaces de sacar a flote. ¿No pueden ser señales y signos del Reino de Dios a la manera de ese festín de manjares enjundiosos del que nos habla el profeta hoy?

Me podéis decir quizás que soy un iluso, pero sueño con comunidades que tengan esos gestos y esa capacidad de encontrarse, porque esa comunicación que entre todos se establece tiene una riqueza muy grande y esa cercanía que creamos entre unos y otros elimina diferencias, acerca los corazones, hace superar viejas cosas que podamos guardar en el corazón y que tanto daño nos hacen.

Ahora es cierto estamos viviendo unos momentos por la pandemia que sufrimos que tenemos que evitar contactos que nos puedan llevar a contagios, pero creo que todos anhelamos en el fondo de nuestro corazón el que podamos volver a tener contacto los unos con los otros y creemos una nueva cercanía que cree ese ambiente nuevo que necesitamos. La ausencia de cosas que incluso habíamos medio olvidado nos hace resucitar en el corazón buenos deseos de nuevas formas de encontrarnos, porque si de algo que tenemos que contagiarnos es de cercanía, cariño, amor fraternal y una nueva armonía que cree de verdad paz en los corazones para mejorar nuestro mundo.

Este tiempo de desierto que ahora estamos viviendo lo podemos convertir en verdadero Adviento de nuestra vida, un tiempo de deseos y de espera de algo nuevo, de algo mejor, que es a lo que nos tendría que llevar una reflexión seria y con el corazón lleno de paz en los momentos que vivimos. Ojalá aprendamos a sacar la lección y todo este tiempo como de silencio y en cierto modo alejamiento sea un gestar un tiempo nuevo, un estilo nuevo, una nueva forma de vivir.

Ahora vamos a hacer como aquellas gentes con las que se encontró Jesús cuando subió al monte, según el relato del evangelio que hemos escuchado. Allí le llevaron a Jesús toda clase de sufrimientos, y dice el evangelista que los ponían a los pies de Jesús. Así nos vamos a poner nosotros, sí, con nuestros sufrimientos, con esas cosas que nos duelen por dentro, con esos anhelos y con esas frustraciones que quizás tantas veces vivimos, con esos dolores y con esos miedos por los que pasamos cuando no sabemos como van a terminar las cosas, con esas actitudes que por ahí andan escondidas de tantas veces que quizá no quisimos unirnos a los demás, no quisimos compartir, nos aislamos y ahora cuando lo pensamos nos duele porque sabemos que no hicimos bien.


Vamos a sentir que Jesús llega hasta nosotros, pasa en medio de nuestros cuerpos doloridos pero también de nuestros espíritus muchas veces atormentados y El nos irá sanando, irá poniendo su mano sobre nosotros, nos ir ayudando a abrir el corazón para emprender nuevos caminos y nuevas tareas, va a ir despertando en nosotros actitudes nuevas que nos lleven a la solidaridad para ser capaces de poner esos siete panes, aunque nos parezcan que son poca cosa, a los pies de Jesús para que los transforme y los multiplique.

Es lo que tiene que ser este Adviento nuevo que estamos viviendo que nos va a llevar a un auténtico encuentro con el Señor en un nuevo estilo de vida que vamos a vivir en el estilo del evangelio. Nos sentaremos así en esa mesa en común donde todo lo compartimos, donde todos nos encontramos, donde vivimos las señales del Reino de Dios también presente entre nosotros.

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