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A
pesar de todo Jesús quiere contar contigo y conmigo en la construcción de su
edificio y podemos sentir el gozo de tocar las llagas de Cristo en los hermanos
que sufren
Efesios 2, 19-22; Sal 18; Lucas 6, 12-19
Todos lo sabemos. Un edificio no se
construye solo ni lo construye una sola persona. Un promotor tendrá la idea,
aquí quiero construir un edificio, y nos dará algunas características de lo que
él sueña para aquel edificio; pero tendrá que acudir al arquitecto que elabore
el proyecto y luego a los constructores que lo levanten; ni la elaboración del
proyecto será solo obra del arquitecto – como se ve que tengo algún amigo
arquitecto, ¡je je je! – sino que serán muchos los que colaborarán en su diseño
y el proyecto definitivo, como no será solo un constructor sino que tendrán que
intervenir diferentes especialista para llevar la obra hasta el final, según
aquel proyecto deseado por el promotor y diseñado por el arquitecto. Cuántas
personas han de colaborar en la construcción de aquel edificio.
Quiero centrarme en la Palabra del
Señor que se nos ha proclamado y en un texto de la carta de san Pablo a los
Efesios que leemos habitualmente en las festividades de los apóstoles y que nos
habla de que ‘Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y
profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio
queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al
Señor’. Un edificio, una construcción como seguirá diciéndonos, unos
cimientos, una piedra angular que lo ensambla todo. Eso somos como Iglesia y
esa es la construcción en la que todos nos tenemos que sentir comprometidos.
Como termina diciéndonos el apóstol ‘por él también vosotros entráis con
ellos en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu’.
Pero veamos unas cosas esenciales
también de la que nos habla el evangelio. Hoy nos dice que Jesús pasó la noche
en oración, y a las primeras luces del alba llamó a los discípulos y de entre
ellos escogió a Doce a los que constituyó Apóstoles. Nos da la referencia y el
listado. Ellos iban a tener una función especial; san Pablo luego nos hablará
del cimiento de los apóstoles sobre el que estamos edificados. Y eso fue
haciendo el Señor con aquellos doce, convertirlos en cimiento.
¿Por qué aquellos doce y no otros si
algunos les salieron ‘rana’? Pedro lo negó y siguió confiando en él; Tomás
lleno de sus dudas que siempre estaba haciendo preguntas, luego no estaría
presente en la primera aparición de Jesús resucitado al grupo y pedirá pruebas
palpables de que en verdad era Jesús, pero Jesús había seguido contando con él;
Santiago y Juan andarían ambiciosos y queriéndose quizá aprovechar del
parentesco - ¿o sería la influencia de la madre? – para ocupar primeros puestos
en el reino nuevo, pero Jesús siguió contando con ellos; Mateo eran un
recaudador de impuestos y no era bien mirado por los principales del pueblo,
porque lo consideraban un publicano y un pecador, y sin embargo Jesús lo había
llamado; Judas Iscariote le robaba y al final lo entregó por treinta monedas y
sin embargo lo mantuvo en el grupo.
Una lección podemos aprender y es que Jesús
quiere contar con todos, no importa sus debilidades o sus mayores o menores
cualidades. No es la obra de los hombres, es la obra de Dios pero que sin
embargo Dios quiere contar con nosotros y también con nuestras debilidades,
porque así nos enseña como El está buscando a todos sin distinción, aunque
seamos pecadores. Pensemos en tí y en mí, ¿somos realmente tan perfectos? ¿No
estaremos llenos de debilidades? Tú y yo sabemos cuales son nuestros pecados,
nuestras caídas, nuestras reincidencias, nuestras negaciones y traiciones a lo
lago de la vida. Alguien quizá no querría contar con nosotros y quizás nos
dejaría a un lado.
Pero Jesús ha querido contar conmigo a
pesar de todo, y Jesús ha querido contar contigo y tú sabes bien los secretos
que guardas en el corazón. Solo tenemos que hacer una cosa, estar dispuesto a
seguirle, a irnos con El, a dejarnos cautivar por su amor, a llorar nuestras
debilidades pero a sentir el gozo que El nos permita llevar nuestra mano hasta
sus llagas para reconocerle.
Ah, aquí está algo importante, saber
ver las llagas de Cristo hoy y reconocerle, en esos hermanos que vemos quizá
tirados junto al camino, en esos a los que nadie quiere porque tienen no sé que
vicios o porque son injustos y perversos, en esos que caminan en la soledad
abandonados de todos y a los que vemos siempre sus defectos… son tantas las
llagas de Cristo que tenemos que reconocer.
Dos cosas para terminar, a aquellos que
había llamado los envió a curar y a predicar; pensemos pues la tarea que
tenemos por delante. Pero otro detalle que quiero resaltar, Jesús bajó de la
montaña, llegó a la llanura y se encontró una muchedumbre que le esperaba. ‘Venían
a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus
inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de
él una fuerza que los curaba a todos’. Venían a verlo, a escucharlo y a que
El los escuchara; venían con sus tormentos en el alma y sufrimientos para que Jesús
los curara ‘y salía de El una fuerza que los curaba a todos’.
¿Será eso lo que nosotros estamos
haciendo cuando vemos esa multitud a nuestro alrededor? ¿Será eso en verdad lo
que hace la Iglesia, o andaremos por otros intereses y preocupaciones que
parece que están lejos de lo que el Señor hacía? Recordemos lo que decíamos al
principio ese edificio somos todos, lo construimos entre todos, y de todos es
la responsabilidad de que cumpla su función.
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