No
son nuestras obras las que merecen nuestra justificación que nos viene por la
misericordia de Dios que nos ama aun siendo nosotros pecadores
lsaías 58, 1-9ª;Sal 50; Mateo 9, 14-15
Tratar de ganarnos el favor de alguien
prometiendo u ofreciendo regalos para ganarnos así su simpatía y benevolencia
es algo que sabemos bien que abunda mucho en nuestras relaciones sociales;
gestos y detalles de este tipo que se realizan de manera inocente es frecuente
entre las personas cercanas, pero que se va agrandando en malicia cuando se
trata de ganarse el favor de los poderosos, o de los que tienen alguna
influencia en el desarrollo de la sociedad.
Bien sabemos que eso está tipificado
como soborno, tráfico de influencias, malversación y otros términos en el
aspecto ético y legal y también cómo demasiado funciona nuestra sociedad desde
esas instancias; bien conocemos cuantas corruptelas de este tipo manejan los
hilos de nuestra sociedad en tantos aspectos de la vida social, política o
simplemente de la administración. No es cuestión de ser agradecidos por lo que
hayan hecho a favor nuestro, aunque en los que tienen a función de la administración
entra esa tarea en su responsabilidad - ¿tendríamos que estar agradecidos por
el cumplimiento de su deber? -, sino que podemos descubrir otros intereses o
intenciones.
Pero me quiero hacer una pregunta en
referencia a nuestras relaciones con Dios. En nuestra mezquindad en muchas de
nuestras prácticas religiosas ¿no
andaremos actuando en cierto modo de esa manera? ¿No pretenderemos en muchas
ocasiones comprarnos el favor de Dios con nuestros regalos, que pueden ser
nuestras ayunos o nuestros sacrificios, nuestras ofrendas o la promesa de rezos
interminables, o con esas donaciones en las que pretendemos quizá ganarnos un
prestigio y hasta que quede nuestro nombre para la posteridad?
Lo hemos escuchado muchas veces en el evangelio y hoy de nuevo vuelve
a plantearse, la queja que tenían los fariseos contra Jesús porque sus discípulos
no ayunaban como lo hacían los discípulos de Juan o los mismos discípulos de
los fariseos. Claro que Jesús les responde que si ayuno tenía un sentido de
luto y sacrificio, tal como ellos lo practicaban, qué sentido tenia que los
amigos del novio ayunaran mientras estuvieran acompañando al novio en su fiesta
de bodas. Pero ellos ayunaban para ganar méritos, que era una forma de
justificarse ante Dios, pero también de ganar el prestigio delante de los demás
de ser unas personas muy piadosas y cumplidoras.
En otra ocasión Jesús les dirá que bien decía el profeta que este
pueblo me honra con sus labios, mientras su corazón está lejos de mí. En los
textos que nos ofrece la liturgia para este día escuchamos también la voz del
profeta que denuncia la mala práctica que tenían los judíos con sus ayunos.
Mucho cumplimiento, muchas prácticas religiosas, muchas ofrendas sobre todo
hechas con ostentación, pero en sus corazones no reinaba la compasión y la
misericordia.
Es claro, radical podríamos decir, lo que nos dice el profeta que tendríamos
que meditar mucho. ‘En realidad,
el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis
para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos. No ayunéis de este
modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo…’ Es clara la
voz del Señor a través del profeta.
Por eso les señala claramente cual ha de ser el verdadero sentido de
su ayuno para que sea agradable al Señor: ‘Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas,
desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos,
partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a
quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como
la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia,
detrás de ti la gloria del Señor’.
Creo que no hacen falta
muchas explicaciones sino escuchar con sincero corazón la Palabra del Señor por
el profeta. Pon amor en tu corazón, llena de dulzura tu vida, que te presencia
sea agradable para los demás por tu bondad, comparte con generosidad desde lo
hondo de tu corazón, vive con cercanía a los hermanos que peregrinan a tu lado.
Esa ofrenda que haces al
Señor no es para ganarte su favor, sino es la respuesta generosa que quieres
dar con tu vida cuando has sentido su
amor en ti. Como dice oro lugar de la Escritura la limosna borra todos tus
pecados; que con la generosidad de tu corazón te desprendas de ti mismo, en
lo que quizá más te cuesta que muchas veces no son las cosas de las que
desprendes, sino el cambio de actitudes en tu corazón y será la verdadera
penitencia que ofrezcas a Dios no como signo de reparación sino como muestra de
tu amor.
No son tus obras las que
merecerán el perdón y la justificación porque eso es regalo del Señor que nos
ofrece en Cristo Jesús que murió no porque nosotros fuéramos buenos sino que
nos amó aun siendo pecadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario