Nuestra
oscuridad quizás está en que nos creemos en la luz y con nuestro orgullo y
autosuficiencia no nos damos cuenta del vacío y oscuridad que llevamos en el
interior
Isaías 8, 23b-9, 3; Sal 26; 1Corintios 1,
10-13. 17; Mateo 4, 12-23
Si el evangelio de Lucas nos presenta a
Jesús en la sinagoga de Nazaret con el texto del profeta Isaías que habla del
que está lleno del Espíritu del Señor y ha sido enviado a hacer el anuncio de
la buena nueva a los pobres para proclamar el año de gracia del Señor, el evangelio
de Mateo, que corresponde al ciclo de este año, nos habla de la luz que brilla
en las tinieblas porque el anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios vino a
ser ese rayo de luz y de esperanza para aquellos que lo escuchaban, trayéndonos
a colación también un texto de Isaías.
De una forma o de otra, en uno o en
otro evangelista, se nos presente algo así como el programa del Evangelio que Jesús
nos anuncia. Anunciar la llegada del Reinado de Dios, no solo con palabras sino
acompañado de muchos signos y la invitación a la conversión. Algo nuevo se nos
anunciaba pero creer en ese anuncio implica la conversión del corazón, el darle
la vuelta a la vida porque algo nuevo comenzaba. Y cuando se despiertan las
esperanzas en el corazón de los hombres es como si una luz nueva comenzara a
brillar para sus vidas. Qué cosa más esperanzadora cuando vamos caminando por
un lugar oscuro ver alguna ráfaga de luz que nos anuncia el final del camino de
oscuridad y tener la certeza de que saldremos de esas tinieblas.
El texto de Isaías que nos trae a
colación el evangelista Mateo hacia referencia en su hecho histórico concreto
un momento difícil de la historia de Israel, en que se veían envueltos en
guerras y acosos de los pueblos vecinos en que por la inoperancia e insensatez
de sus dirigentes no veían una salida airosa de aquella situación. Aquello
cambiará y es lo que anuncia el profeta, por eso el pueblo se llena de
esperanza y de alegría, como los que vienen de la siega con cantos de victoria.
Cuando Mateo nos hace esa cita del
profeta está haciendo una lectura de la historia en el momento concreto en que
apareció Jesús, profeta de Nazaret por las tierras de Galilea. Tiempos de
pobreza y de opresión bajo el poder de los romanos donde todo les parecía
también oscuro y lleno de tinieblas. La palabra profética de Jesús anunciando
el Reinado de Dios es como un despertar de esas esperanzas dormidas o perdidas
y fue para ellos como comenzar a brillar una luz nueva para sus vidas.
Por eso escuchan a Jesús y le siguen,
les traen los enfermos para que los cure que vienen a ser los signos de lo
nuevo que comenzaba como una nueva vida para aquellas gentes y la gente busca
por todas partes. Todos escucharán el mensaje de invitación a la conversión y a
la confianza en su Palabra. Pronto serán invitados algunos a seguirle más de
cerca porque en aquellos tiempos nuevos que se avecinan serán necesarios unos
nuevos pescadores o unos nuevos sembradores para ese nuevo pueblo que se irá
constituyendo y que serán capaces de dar las señales de lo nuevo que está
comenzando cuando son capaces de dejarlo todo por seguir a Jesús.
Por eso al pasar Jesús por la orilla
del lago ya comenzará a llamar de forma concreta a algunos porque los quiere
trabajadores en su Reino. Señales de esa conversión, de ese cambio y
transformación de sus vidas las darán cuando son capaces de dejarlo todo por
seguirle, y muestras de esa fe que comienzan a tener en Jesús y en su Palabra
es que sin más se confían de la Palabra de Jesús para seguirle y para estar con
El.
Pero cuando hoy nosotros escuchamos
esta Palabra del Señor no es para quedarnos en lo que entonces se dijo o
sucedió. La Palabra que escuchamos es una Palabra viva, una Palabra que también
quiere ser vida y luz para los hombres de hoy. También a los pobres de hoy se
les ha de anunciar la Buena Noticia, también para los oprimidos de hoy es el
anuncio de la amnistía, del año de gracia del Señor, también para los hombres y
mujeres de hoy esa Palabra tiene que ser un rayo de luz que despierte la
esperanza. Pero ¿llegará esta Palabra a los hombres y mujeres del siglo XXI
como ese mismo rayo de esperanza?
Nuestra oscuridad quizás está en que
nos creemos en la luz. Andamos confundidos. Confundidos porque no sabemos ya
donde buscar la luz, o no sabemos cuál es la luz que tendríamos que buscar. Nos
creemos llenos de luces con nuestros orgullos y autosuficiencias. Para todo
queremos tener una explicación pero a nuestra manera y nos podemos quedar en
superficialidades. Buscamos por fuera y queremos acallar la oscuridad que quizá
llevamos dentro. Nos creemos saberlo todo pero quizá haya interrogantes
profundos a los que no queremos enfrentarnos. Nos creemos en el camino bueno
porque vamos encontrando satisfacciones fáciles y no nos damos cuenta que
muchas de esas luces son efímeras y pronto dejarán de darnos luz permanente que
dé sentido permanente a nuestra existencia.
¿Cómo despertar de esa inconciencia?
Hemos de tener la valentía de ponernos a escuchar y hacerlo con sinceridad. Nos
costará porque quizá ya no estamos acostumbrados sino a escucharnos a nosotros
mismos, a nuestro ego, o dejar que nos satisfagan solo nuestras pasiones.
Cuesta reconocer que hay un vacío dentro de nosotros mismos y cuesta abrirnos a
la trascendencia, abrirnos a Dios para dejar que sea El quien llene nuestras
vidas.
Por eso con sinceridad escuchemos esa
voz, esa Palabra del Señor que nos invita a creer, a confiar, a ser capaces de
darnos cuenta de que tenemos que darle la vuelta a nuestra vida. Es difícil
porque alrededor de esa voz y como queriendo acallarla escucharemos muchas
músicas que nos embelesan y nos distraen. Tratemos de acallar esas falsas sintonías
para sintonizar de verdad la Palabra que nos salva, que nos hace encontrar la
luz y salir de las tinieblas.
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