Demos
una imagen clara de lo que significa ser cristiano y de cómo nosotros los
cristianos somos los primeros en contribuir a lo mejor para nuestra sociedad
2Samuel 7, 18-19. 24-29; Sal 131; Marcos 4,
21-25
No solo sería incomprensible sino
incongruente que encendiéramos una luz pero la metiéramos en un cajón cerrado
para que nadie pueda detectar esa luz. Si tenemos una luz encendida la
pondremos en el lugar adecuado para que su resplandor ilumine el mayor espacio
posible. Y no es ya el juego de luces indirectas que en nuestra ornamentación
colocamos, para que quizá sin ver el foco de luz, sin embargo su resplandor
haga resplandecer determinados aspectos que queremos destacar en aquel conjunto
arquitectónico o ante aquella obra de arte. Eso es otra cosa destacable
también, pero a lo que nos referíamos es al ocultamiento de la luz pero para
que no produzca su efecto de iluminar.
Creo que Jesús hoy en el evangelio nos
está dando un fuerte toque de atención cuando nos propone esta imagen de la luz
oculta bajo un celemín. ¿No será eso lo que de alguna manera los cristianos
estamos haciendo? Somos luz, llevamos una luz en nosotros desde el momento que
por nuestra fe hemos hecho una opción por Jesús y por su evangelio. Pero,
¿estaremos reflejando suficientemente esa luz? ¿Estaremos ofertando
suficientemente esa luz al mundo que nos rodea?
Algunas veces parecemos unos cristianos
vergonzosos que no somos capaces de dar la cara por nuestra fe. Nos quejamos
fácilmente de que en nuestra sociedad no brillan los valores cristianos, que se
va perdiendo un sentido de religiosidad en la vida, que el materialismo nos
invade y toda una serie de contravalores al sentido cristiano se van imponiendo
en nuestra sociedad, que hasta los signos cristianos van desapareciendo de la
vida de nuestra sociedad porque otros tratan de imponer su visión de la vida y
nos van comiendo terreno.
Pero, ¿quién tiene la culpa de todo
eso? Tenemos que reconocer que nosotros los cristianos porque no damos la cara,
porque ocultamos esos valores y parece que nos da vergüenza manifestar que
tenemos una fe y un sentido de la vida, porque dejamos que sean otros los que
vayan marcando el ritmo de la sociedad mientras nosotros nos quedamos callados
y dejamos hacer. Quizá en otros momentos parecía que lo teníamos más fácil y
hasta quisimos imponer nuestros sentimientos y nuestras costumbres sin respetar
del todo a los demás, pero ahora hemos pasado al estado contrario, donde nada
hacemos y dejamos que nos coman el terreno.
Hagamos gala de nuestra fe, de nuestra
religiosidad, de nuestros valores, del sentido de la vida que nos ofrece el
evangelio de Jesús y demos testimonio de todo ello con valentía. No nos
ocultemos; respetemos, es cierto, a los demás sin imposiciones por nuestra
parte, pero que también nos hagamos respetar, porque el respeto tiene que ser
mutuo. Demos una imagen clara de lo que significa ser cristiano y de cómo
nosotros los cristianos somos los primeros en contribuir a lo mejor para
nuestra sociedad.
Mucho podemos y tenemos que hacer, no
nos ocultemos. Somos luz para nuestro mundo y el mundo necesita también de esa
luz. Es incomprensible e incongruente cómo los cristianos ocultamos la luz que
llevamos en nuestra vida. Estemos convencidos de que nuestro mundo será mejor
si damos nuestro testimonio y contagiamos de nuestros valores al mundo en el
que vivimos. Seguro que sería más luminoso.
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