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jueves, 12 de diciembre de 2019

El Adviento viene a poner esperanza en nuestros corazones para todas esas situaciones que vivimos o sufrimos porque esperamos al Emmanuel, Dios con nosotros


El Adviento viene a poner esperanza en nuestros corazones para todas esas situaciones que vivimos o sufrimos porque esperamos al Emmanuel, Dios con  nosotros

Isaías 41, 13-20; Sal 144; Mateo 11, 11-15
Ayer en la tarde por las redes sociales que ahora son nuestro gran medio de comunicación un amigo me preguntaba ‘¿Qué tal el adviento?’ a lo que yo respondí con dos palabras ‘en esperanza’. No sé si realmente entendió mi respuesta – no sé si ustedes que me leen la entienden también -, pues inmediatamente me continuó hablando de una situación dolorosa de un familiar por razones de enfermedad.
Confieso que en principio pensé que o no había entendido la respuesta o era otra cosa lo que esperaba, pero me he quedado dándole vueltas al tema en la tarde y he terminado preguntándome a mi mismo si el Adviento que vivimos como preparación de la cercana Navidad lo hemos de espiritualizar tanto que lo desencarnemos de lo que es la vida y las preocupaciones que cada día vivimos. Creo que no lo hemos de vivir así, de una forma desencarnada, quiero decir, sin que estemos con los pies en el suelo de los problemas y preocupaciones que cada día vivimos, que vive la gente que está en nuestro entorno.
¿Qué es lo que vamos a celebrar en la Navidad? Que Dios se ha encarnado en el seno de Maria para nacer hecho que va a vivir también los problemas y las preocupaciones de los hombres y de las mujeres que pisamos la tierra cada día. Vamos a contemplar el Emmanuel, el Dios con nosotros, y está con nosotros porque ha tomado nuestra vida, nuestra naturaleza humana para ser verdadero hombre como nosotros viviendo nuestra misma vida.
Entonces esa vida concreta nuestra, con nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nuestras enfermedades o nuestros sufrimientos, nuestras luchas y nuestros fracasos, con todo eso que vivimos cada día es en la que tenemos que vivir el Adviento, sí, la esperanza del Señor que viene y que va a vivir con nosotros esa misma vida nuestra y es ahí donde El nos va a iluminar para que lo vivamos de una forma distinta, para que le demos un sabor y un valor distinto, para que nos llenemos de trascendencia mientras nos vamos arrastrando por esta tierra nuestra. Es ahí donde tenemos que vivir con esperanza, es ahí donde necesitamos la esperanza, es ahí donde desde esa fe y esa esperanza tendremos que darle un sentido nuevo a lo que hacemos y a lo que vivimos.
Hoy comienza a presentársenos la figura del Bautista con esta alabanza que Jesús hace de él. En verdad os digo, nos dice Jesús, que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él’. Es el precursor que viene a abrir los caminos del Señor, como seguiremos escuchando en los próximos días. Y su grandeza está en su pequeñez, en su humildad, en la pobreza de su vida pero en la disponibilidad para anunciar la Palabra del Señor.
Y nos habla Jesús de la violencia y de la falta de paz que existe en el mundo, pero no se refiere solo a la violencia de la guerras, sino a la violencia que dejamos meter en nuestros corazones que se convierte en rechazo de tantas cosas buenas, como rechazo también de los demás y de Dios. ‘Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan’. Por eso podemos pensar en todas esas turbulencias que sufrimos en nuestro interior, en nuestro espíritu no solo por las luchas que cada día hemos de realizar por nuestra supervivencia, sino también por tantas inquietudes, interrogantes, angustias y agobios, preguntas muchas veces sin respuesta que nos van atormentando en nuestro interior en nuestro camino de vida.
Y el Adviento viene a poner esperanza en nuestros corazones para todas esas situaciones que vivimos o sufrimos. Es lo que vamos buscando, es lo que estamos ansiando que llegue a nosotros viviendo una verdadera navidad. No olvidemos, es el Emmanuel, Dios con nosotros, con nosotros en esa vida concreta que cada día vivimos.

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